El gobierno de Nicaragua, liderado por Daniel Ortega, ha intensificado su represión contra la Iglesia Católica este miércoles, con la detención del obispo Isidoro Mora Ortega de la diócesis de Siuna. Este acto ha generado condena internacional y es una muestra más de la creciente hostilidad gubernamental hacia la institución religiosa.

Mora Ortega, de 63 años, fue detenido en circunstancias alarmantes, según informaron medios independientes y confirmarn fuentes eclesiásticas a Ángelus News. El obispo fue interceptado por policías y paramilitares tras oficiar confirmaciones en la parroquia La Cruz, de Río Grande, junto con los seminaristas Alester Sáenz y Tony Palacio, quienes también fueron detenidos.

Se desconoce la ubicación actual del obispo, aumentando la preocupación por su seguridad y la de sus acompañantes.

Este incidente se suma a una serie de acciones represivas del régimen de Ortega contra la Iglesia Católica, que durante la represión de las protestas masivas del 2018 ofreció refugio a los disidentes y críticos del gobierno. La detención de Mora Ortega ocurrió después de que pidiera oraciones por otro obispo encarcelado, Monseñor Rolando Álvarez, condenado a 26 años de prisión, acusado de conspiración y otros cargos, considerados ampliamente por la comunidad internacional como falsos.

Después de rezar el Ángelus en la Plaza de San Pedro el 12 de febrero, el Papa dijo que estaba "dolido" por las noticias que llegaban de Nicaragua y recordó "con preocupación" la situación de Monseñor Álvarez, que fue arrestado en agosto de 2022 por el régimen de Ortega y su esposa, Rosario Murillo. El obispo fue condenado el 10 de febrero y despojado de su ciudadanía nicaragüense.

En esa oportunidad, el Papa Francisco pidió la intercesión de María para abrir los corazones de los "políticos responsables y de todos los ciudadanos" a la búsqueda de la paz, que dijo se logra a través del "ejercicio paciente del diálogo."

Monseñor Álvarez desempeñó un papel importante en los esfuerzos de mediación entre el gobierno nicaragüense y los manifestantes en 2018 tras las olas de disturbios civiles durante las cuales que mataron a más de 360  ciudadanos de Nicaragua fueron violentamente asesinados por la policía del régime. Ortega, en el poder desde 2007, ha acusado desde entonces al obispo y a la iglesia de intentar derrocarlo. Su mujer, la vicepresidenta, condenó a los sacerdotes este 12 de diciembre pasado durante su alocución en medios de propaganda oficialistas, tachando de "representantes del demonio" a los sacerdotes.

En su afán de mostrarse cristiana y cercana a las tradiciones católicas, Murillo todos los años manda a instalar a lo largo de la avenida Bolívar, en Managua, costosos altares a la vírgen María de cara a la Gritería a la Virgen María, sin embargo, muchos sacerdotes han catalogado como una falsedad completa los intentos de mostrarse cristiana.

"En los altares promovidos por la dictadura sandinista ahí no está Dios, ni La Purísima. Ahí solo está el reflejo de la hipocresía y del cinismo de quienes persiguen a la Iglesia en Nicaragua y mantienen encarcelado a un Obispo, Monseñor Rolando Álvarez", escribió desde el exilio el sacerdote Edwing Román en su cuenta de la red social X. Román también respondió, indirectamente, a los últimos comentarios de Murillo:


Hay que recordar que en septiembre del 2022, Daniel Ortega calificó a la Iglesia católica de ser "la dictadura perfecta" y puso en entredicho la legitimidad del papa y los líderes de la Iglesia.

La comunidad internacional y organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por la libertad religiosa en Nicaragua. La detención del obispo Mora Ortega este miércoles ha sido condenada por diversas entidades religiosas y ha resaltado la urgencia de abogar por el respeto a los derechos humanos en el país.

La represión contra la Iglesia Católica en Nicaragua no solo afecta a la institución religiosa, sino que también impacta profundamente en el tejido social del país. La Iglesia ha sido un pilar de esperanza y refugio en tiempos de crisis, y su persecución ha generado un clima de miedo y desconfianza en la sociedad nicaragüense. Entre otras tantas medidas para callar a la Iglesia, Ortega desterró a las Hermanas de la Caridad, cerró las oficinas de Cáritas, cerró la universidad pontificias y la comandada por los jesuitas y prohibió inumerables ONGs relacionadas con la fe católica.