LAS TRES ROSAS, Honduras -- Líderes de la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) afirmaron -- en una reunión de abril en Honduras -- que la vida consagrada en las Américas debe continuar denunciando injusticias a la luz de acontecimientos que ocurren en el continente.
Enfrentando la persecución de miembros de la Iglesia, al igual que un creciente número de pobres y excluidos en la región, la vida consagrada debe "recuperar su voz profética", dijo la hermana Daniela Cannavina, secretaria general de la organización durante su reunión anual.
Dirigiéndose a unos 60 secretarios generales, presidentes de conferencias religiosas y teólogos reunidos en el campus El Tabor de la Universidad Católica de Honduras en Valle de Ángeles, la hermana Cannavina les recordó a mujeres y hombres de la junta directiva de la CLAR el trabajo de los profetas del pasado.
"Por eso quisimos traer las imágenes de algunos de los cientos de profetas que han regado, con la palabra y sangre, nuestro continente", dijo la hermana Cannavina, una religiosa de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto, en referencia a una muestra de fotos y representaciones de religiosas y religiosos -- así como de acompañantes laicos y sacerdotes diocesanos -- martirizados en América del Sur y Centroamérica en los siglos 20 y 21.
La exposición, colocada en el centro de la sala donde se reunió el grupo, incluía a dos hermanas de la congregación Maryknoll y una de las Ursulinas, todas estadounidenses, asesinadas en El Salvador en 1980; a varios jesuitas; a una hermana de Notre Dame de Namur nacida en Estados Unidos y asesinada en Brasil en 2005; a una misionera agustina recoleta, y a salesianas, todos asesinados y asesinadas por su defensa de los pobres o del medio ambiente.
CLAR cumplió 65 años este año y representa a aproximadamente 150.000 religiosas y religiosos en América Latina y el Caribe. La hermana Liliana Franco, de la Compañía de María y presidenta de CLAR, dijo a los integrantes del grupo que deben continuar la labor profética de sus predecesores, dadas las dificultades que enfrenta América Latina y el Caribe: corrupción, inestabilidad política, migración masiva, desigualdad económica, violencia, persecución y cambio climático.
Ante estas situaciones, las religiosas y los religiosos, al igual que sus predecesores, permanecen al lado de quienes más sufren a causa de esas condiciones, dijo la hermana Franco.
"Demos gracias por ellos y ellas, por los que están y por los que se han ido", expresó. "Por los profetas que aún siguen movilizando con el eco de su voz… demos gracias por la vida consagrada en Nicaragua, que resiste; por la vida religiosa que en Haití está intentando sostener la esperanza".
Un número incalculable de religiosas y religiosos, laicos y sacerdotes, entre ellos tres obispos, han abandonado o han sido expulsados por el gobierno nicaragüense tras la persecución de algunos miembros de la Iglesia católica; y la actual crisis de violencia en Haití ha producido secuestros de sacerdotes, religiosas y religiosos, así como asesinatos.
En la Misa de apertura de la reunión del 18 al 21 de abril, los miembros de la CLAR colocaron dos pedazos de tela verde y azul, que representaban a Nicaragua y Haití, delante del altar. Religiosas y religiosos pusieron encima sus anillos, crucifijos, unas flores y otros objetos personales como muestra de solidaridad con la vida religiosa en esos países.
"Les queremos abrazar y acompañar en su resistencia, seguir forjando esperanza en medio del dolor, con el compromiso silencioso de acompañar", dijo el padre José Luis Loyola, superior general de la Congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, quien celebró la Misa de apertura el 18 de abril.
Muchos de los que estaban presentes en la asamblea enfrentaban condiciones adversas en sus propios países o en los países donde acompañan con su ministerio.
Los miembros de Cuba hablaron de la escasez de alimentos y combustible que dificulta el desempeño de sus misiones. Otros hablaron de la dificultad de los católicos para practicar la fe en ambientes con libertad religiosa limitada. Otros más hablaron de las condiciones sociales y económicas que han desplazado a generaciones de católicos en toda América Latina.
Sin embargo, muchos también hablaron sobre el amor hacia a las personas a quienes sirven, en gran medida los pobres, los ancianos, los excluidos u olvidados, los que se quedan o se les ha abandonado.
La hermana dominica Cynthia Folquer conversó con Global Sisters Report (GSR) sobre su viaje de ocho horas a caballo hacia una montaña, algo que ha realizado una y otra vez durante 30 años hasta Tucumán, Argentina, para visitar comunidades indígenas sobre las que ha escrito e investigado.
El padre escolapio Ricardo Alberto Sola, de la Conferencia Cubana de Religiosos y Religiosas, compartió con el grupo un audio de WhatsApp de una mujer que hace rosarios en La Habana, contando su historia de fe y supervivencia, y regalando después los rosarios al grupo.
Otra hermana habló con GSR sobre sus oraciones para seguir sirviendo en silencio bajo el régimen de miedo en su país.
Dirigiéndose al grupo, la hermana Franco habló de la gracia que Dios le ha concedido a la vida religiosa para servir ante dificultades.
"Somos esos a los que Dios ha mirado para confiarles lo más exquisito de su misión", dijo.
Pero con menos vocaciones -- y con la vida consagrada enfrentando desafíos en América Latina -- la CLAR, a sus 65 años, necesita continuar con una mirada hacia adelante, dijeron las personas presentes. Ellos hablaron de examinar las estructuras de la organización,de la importancia de la misión, del papel de la mujer, de la vida comunitaria para las congregaciones religiosas, de cómo la pandemia del coronavirus afectó a la vida religiosa, de cómo el sínodo ayudará a la vida religiosa a trabajar con otros, y de los cambios que vendrán en una "nueva época".
"Necesitamos revisar cosas que queremos cambiar, que hay que cambiar", dijo la hermana Cristina Robaina, de la Compañía de Santa Teresa de Jesús en Uruguay. "Necesitamos ser una iglesia sinodal. No hay opción", acotó.
La hermana Cannavina dijo que la vida consagrada en la región puede ayudar "a la Iglesia de hoy para entender las implicaciones espirituales y sociales de este momento de ser" y que deben "iluminar, animar, acompañar".
Esto, añadió la hermana Franco, "exige (a la vida religiosa) agudizar la mirada para captar las urgencias de este momento histórico".
Implica, también, reconocer la propia crisis de la Iglesia, incluso la de los abusos, dijo, para ser "conscientes del pecado histórico e institucional que ha dejado tantas víctimas y ha producido tanto dolor".
"Tenemos que intentar un nuevo modo de ser Iglesia, más sinodal y comunitario, menos poderoso, más fraterno y sororal," dijo. "Ante los miles de migrantes que recorren las calles y las plazas de nuestros países, también tenemos que salir de nuestras cotidianas zonas de confort y (comenzar) a crecer en misericordia y solidaridad… tender la mano".
En ese entorno, la vida religiosa está llamada a vivir con más autenticidad, aceptando la fragilidad, pero también respondiendo a la llamada a ser profetas, dijo la hermana Franco. Ella animó a las religiosas y religiosos a que, en medio de los desafíos, imiten a las mujeres que tejen las coloridas telas típicas de Honduras: que sean pacientes, comunales, que permitan que el trabajo transforme aquello con lo que entran en contacto.
"Nos invitan a caminar al ritmo del Espíritu, impulsadas por su energía creadora", dijo la hermana Franco, "A salir, peregrinar, danzar, ir más allá, conquistar otras realidades geográficas y existenciales, aproximarnos a otras fronteras, contemplar otros paisajes... dejarnos llevar, incluso a riesgo de equivocarnos, pero sin caer en la tentación de claudicar, de no intentarlo, de hacerlo solos, de buscarnos a nosotros mismos, de no poner en todo tiempo la mirada en Jesús".
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Rhina Guidos es corresponsal regional para América Latina de Global Sisters Report.