CIUDAD DEL VATICANO — La celebración conjunta del Jubileo de los Migrantes y del Jubileo de las Misiones es una oportunidad para recordar a todos los católicos que el deber de acoger y asistir a los migrantes también forma parte de la obligación de cada persona de compartir el amor de Dios, dijo el Papa León XIV.
“Hermanos y hermanas, hoy se abre en la historia de la Iglesia una época misionera nueva”, dijo el papa el 5 de octubre durante una Misa jubilar en la Plaza de San Pedro con decenas de miles de migrantes y misioneros de todo el mundo.
Durante siglos, los católicos han pensado en los misioneros como personas que dejan su tierra natal y parten hacia lugares lejanos para servir a los pobres y a quienes no conocen a Jesús, explicó el pontífice estadounidense que sirvió durante décadas como misionero en Perú.
“Hoy las fronteras de la misión ya no son las geográficas, porque son la pobreza, el sufrimiento y el deseo de una esperanza mayor las que vienen hacia nosotros”, dijo el Papa León.
“La historia de muchos de nuestros hermanos migrantes, el drama de su fuga de la violencia, el sufrimiento que los acompaña, el miedo a no lograrlo, el riesgo de peligrosas travesías a lo largo de las costas del mar, su grito de dolor y desesperación”, continuó. “Esas barcas que esperan avistar un puerto seguro en el que detenerse y esos ojos llenos de angustia y esperanza que buscan una tierra firme a la que llegar, no pueden y no deben encontrar la frialdad de la indiferencia o el estigma de la discriminación”.
Días antes, al hablar con periodistas, el Papa León pareció criticar a los católicos que apoyan las redadas migratorias del presidente estadounidense Donald Trump. “Alguien que dice estar en contra del aborto pero está de acuerdo con el trato inhumano de los inmigrantes en Estados Unidos, no sé si eso es ser provida”, dijo.
Al dirigir el rezo del Ángelus después de la Misa, el Papa León afirmó que “nadie debería ser obligado a huir, ni explotado o maltratado por su condición de extranjero o persona necesitada. ¡La dignidad humana debe venir siempre primero!”.
El papa explicó en su homilía que ““partir”, sino más bien “permanecer” para anunciar a Cristo a través de la acogida, la compasión y la solidaridad”.
Ser misioneros en casa, añadió, significa no esconderse en la comodidad de la propia vida ni cerrar los ojos ante “quienes llegan desde tierras lejanas y violentas”, sino abrir “nuestros brazos y corazones para acogerlos como hermanos y hermanas, y ser para ellos una presencia de consuelo y esperanza”.
El Papa León elogió a “las misioneras, los misioneros, pero también los creyentes y las personas de buena voluntad, que trabajan al servicio de los migrantes, y para promover una nueva cultura de la fraternidad sobre el tema de la migración, más allá de los estereotipos y los prejuicios”.
Sin embargo, advirtió, los católicos no pueden dejar esa tarea a otros. “precioso servicio interpela a cada uno de nosotros, en la medida de sus posibilidades”.
En su esfuerzo por cumplir el mandato de Jesús de compartir el Evangelio con todos los pueblos, la Iglesia católica ha confiado históricamente en la “cooperación misionera”, en la que los fieles de tierras tradicionalmente cristianas apoyan las misiones extranjeras con oración, donaciones y personal.
El Papa León pidió una nueva forma de cooperación misionera que aproveche la fe viva de muchos migrantes y refugiados.
“En las comunidades de antigua tradición cristiana, como las Occidentales”, dijo, “sur del mundo debe ser acogida como una oportunidad, para un intercambio que renueva el rostro de la Iglesia y suscita un cristianismo más abierto, más vivo y más dinámico”.
También exhortó a los misioneros que parten hacia tierras extranjeras “llamado a habitar las culturas que encuentra con sagrado respeto, dirigiendo al bien todo lo que encuentra de bueno y de noble, y llevándoles la profecía del Evangelio.”.
