En las últimas semanas, las autoridades católicas han hecho un llamamiento a la resolución pacífica de la escalada de tensiones entre Ucrania y Rusia, que recientemente ha movilizado unos 100.000 soldados a su frontera común.

En la audiencia semanal del 9 de febrero, el Papa Francisco repitió su esperanza de que la paz a través del diálogo prevalezca, y dijo que la guerra entre los países sería una "locura".

Para el Papa y los obispos católicos de los dos países, este el último capítulo de un drama diplomático que se remonta a 2014, cuando el presidente ruso Vladimir Putin ordenó por primera vez una invasión de Ucrania tras el derrocamiento de su gobierno respaldado por Moscú a manos de manifestantes pro-democracia y pro-Unión Europea. El derrocamiento llevó a la anexión rusa de Crimea en marzo de 2014 y a la declaración de independencia de Ucrania por parte de los separatistas prorrusos de las regiones de Donetsk y Luhansk del país.

El consiguiente conflicto de un año de duración en el este de Ucrania entre las fuerzas separatistas y el ejército ucraniano ha matado desde entonces a más de 14.000 personas y ha obligado a un millón y medio de personas a desplazarse internamente.

Sin embargo, Putin insiste en que, a pesar de los movimientos de tropas, no hay planes para que esos 100.000 soldados crucen la frontera. Se están realizando esfuerzos diplomáticos en un intento de desactivar la posible escalada de la crisis, aunque muchos países, incluidos Estados Unidos y la Unión Europea, ya han prometido apoyo militar a Ucrania.

Pero en medio de toda la tensión, los líderes católicos han encontrado algo sorprendente estos días en la Iglesia: un coro unido de voces que advierten contra una invasión y se ponen efectivamente del lado de Ucrania.

El arzobispo mayor Sviatoslav Shevchuk, jefe de la Iglesia greco-católica ucraniana, criticó el aumento de las tropas rusas como una escalada del conflicto "entre Rusia y el mundo occidental, en particular los Estados Unidos", y lo describió como "la culminación de una peligrosa escalada y agresión militar contra Ucrania" que se está produciendo desde hace ocho años.

"La escalada a la que asistimos hoy no es simplemente una continuación de la guerra en Donbass, o una consecuencia de la anexión de Crimea", dijo el 4 de febrero en una conferencia de prensa organizada por la organización benéfica papal Ayuda a la Iglesia Necesitada.

El arzobispo Sviatoslav Shevchuk de Kyiv-Halych, Ucrania, arzobispo mayor de la Iglesia católica ucraniana, habla con los periodistas en el Vaticano en esta foto de archivo del 26 de enero de 2018. (Foto CNS/Paul Haring)

Su mensaje fue claro: aunque su pueblo es el que recibe las balas, sería ingenuo creer que el objetivo final de Rusia es simplemente reconquistar Ucrania, que se independizó en 1991 tras la caída de la Unión Soviética.

Como nota a pie de página, la relación entre el Papa Francisco y el arzobispo Shevchuk se remonta a principios de la década de 2000, cuando este último estudió en Buenos Aires y luego se desempeñó como jefe de la comunidad católica griega de la diáspora en Argentina. Ambos se han reunido varias veces en Roma, y el ucraniano se sintió lo suficientemente confiado en el vínculo como para corregir al argentino cuando, al principio de su pontificado, habló de la invasión rusa de Ucrania como una "guerra fratricida." Los ucranianos, señaló, no ven la agresión como un conflicto civil sino como una invasión extranjera.

Pero Francisco y Shevchuk están lejos de ser las únicas voces católicas que claman por la paz en la región. De hecho, opuesto a lo que sucede en la mayoría de los temas relacionados con la Iglesia, es prácticamente imposible encontrar voces a favor de que Rusia escale el conflicto.

No hay una batalla "tradicionalista contra liberal", "derecha contra izquierda" o "pro Europa contra pro Rusia": la melodía que suena es una sola, "Give Peace a Chance".

Aparte de las conversaciones en "formato Normandía" que están teniendo lugar entre Ucrania y Rusia (con la ayuda de Francia y Alemania), el Vaticano también está ayudando, desde un papel entre bastidores, y ejerciendo su músculo ecuménico más que el político.

En medio de todo esto, ha habido un detalle común a todas las declaraciones del Papa Francisco sobre Ucrania a lo largo de su papado: nunca menciona a Rusia.

Cuando pide la paz en la región, nunca se dirige ni nombra al agresor, que hasta ahora sigue afirmando que no tiene planes de hacer una guerra. Al hablar sólo de Ucrania, el Papa Francisco ha encontrado una forma de abordar el conflicto y expresar su apoyo y cercanía a los que sufren- al menos una vez por semana en el último mes-, al tiempo que mantiene una puerta abierta con Rusia.

Pensar que el pontífice argentino se refiere a otra cosa que no sea la escalada de la invasión rusa cuando pide la paz para Ucrania es como pretender que no estaba hablando de los "rohingya" cuando en Myanmar condenó el genocidio en curso cometido contra esta minoría musulmana sin nunca usar la palabra “rohinya”.

Visto desde el punto de vista de la diplomacia, la aparente falta de voluntad del Papa Francisco para nombrar al agresor mantiene abierto el diálogo entre la Santa Sede y el Kremlin, y el de la Iglesia católica con la Iglesia ortodoxa rusa.

Si se juzga únicamente en base a la personalidad, el Papa Francisco y Putin pueden parecer una extraña pareja geopolítica: Uno es un hombre conocido por la compasión y la paz, mientras que el otro es más propenso a disparar primero y preguntar después. Sin embargo, las dos figuras han forjado una improbable y sólida asociación, en particular sobre el futuro del cristianismo en Oriente Medio.

Y hay otra razón por la que el Papa se niega a pinchar al oso metafórico que es Rusia: La unidad de los cristianos, piedra angular de los tres últimos papas. El cristianismo ortodoxo, por números y similitudes teológicas, es desde hace tiempo el primer objetivo de una eventual reconciliación.

Es cierto que el principal interlocutor del Papa Francisco en el mundo ortodoxo suele ser el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, que a veces es visto como un rival de Moscú en términos de liderazgo.

Sin embargo, el pontífice es realista: Sabe muy bien que de los aproximadamente 225 millones de cristianos ortodoxos que hay en el mundo, dos tercios pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Rusa, por lo que cuando se trata de la unidad de los cristianos, todos los caminos pasan por Moscú. De hecho, los preparativos para una segunda reunión entre él y el Patriarca Kirill están en marcha.

El arzobispo Shevchuk dijo que una visita papal pondría fin a la guerra. La cuestión es si la diplomacia puede cambiar el curso del conflicto, permitiendo que el Papa Francisco visite Ucrania -lo que ha dicho que quiere hacer- sin romper sus conexiones con Rusia, un país al que también quiere visitar.