El Papa Benedicto XVI posa en Alpeggio Pileo, cerca de su residencia de verano en Les Combes, en el Valle de Aosta, en el norte de Italia, el 14 de julio de 2005. El Papa Benedicto falleció el 31 de diciembre de 2022, a la edad de 95 años, en su residencia del Vaticano. (CNS /Reuters/Vatican Pool)
El Papa emérito Benedicto XVI, un intelectual dotado y una mente clave en el Concilio Vaticano II, falleció el 31 de diciembre a las 9:43 de la mañana de Roma en el monasterio Mater Ecclesia, dentro de los muros vaticanos, donde vivió desde su histórica renuncia en 2013. Tenía 95 años.
El Papa Francisco había pedido oraciones por su predecesor este miércoles, anunciando al final de su audiencia general que se encontraba “muy enfermo.”
Benedicto XVI pasó sus últimos años retirado en los terrenos del Vaticano, donde se mantuvo fiel en gran medida a la promesa hecha cuando anunció su renuncia en 2013 de estar "oculto al mundo."
El Vaticano ha anunciado que el cuerpo de Benedicto estará en la Basílica de San Pedro a partir de la mañana del 2 de enero para que los fieles que así lo deseen puedan presentar sus respetos. Será la primera vez que se organice una despedida pública de un Papa emérito y no de uno fallecido en el cargo.
El cardenal Joseph Aloisius Ratzinger fue elegido Papa el 19 de abril de 2005 y tomó el nombre de Benedicto XVI. Ocho años después, el 11 de febrero de 2013, Ratzinger, de 85 años, sorprendió al mundo al anunciar su renuncia al papado, la primera de un Papa en casi 600 años. Alegó su avanzada edad y su falta de fuerzas para el ejercicio de su cargo.
Incluso antes de ser elegido Papa, Ratzinger ya había dejado su huella en la Iglesia moderna, primero como joven teólogo en el Concilio Vaticano II (1962-1965) y después como prefecto de la Congregación (ahora Dicasterio) para la Doctrina de la Fe. San Juan Pablo II le pidió que se hiciera cargo de la publicación de un resumen de la fe católica, lo que se convertiría en el Catecismo de la Iglesia Católica
Tras renunciar en 2013, vivió oculto del mundo en el monasterio Mater Ecclesiae, en los Jardines del Estado de la Ciudad del Vaticano.
"Soy simplemente un peregrino que comienza la última etapa de su peregrinación en la Tierra", dijo en sus últimas palabras como pontífice. "Sigamos adelante junto al Señor por el bien de la Iglesia y del mundo".
El Papa Benedicto XVI acaricia a un cachorro de león durante una audiencia con artistas de circo y bandas de música en el aula Pablo VI del Vaticano el 1 de diciembre de 2012. (CNS /Paul Haring)
Si bien es fácil reducir su paso a la historia como el primer papa moderno en renunciar, la realidad es que este alemán introvertido amante de la música- tocaba a Mozart y Beethoven en el piano-, de las galletas de navidad, la cerveza de Baviera y de los gatos domésticos, fue un hombre extraordinario, considerado por muchos como el mejor teólogo del siglo XX (y entrado el siglo XXI, donde escribió tres importantes reflexiones sobre Jesucristo), hizo historia con su pontificado en muchos aspectos.
Cinco, solo por nombrar algunos:
Y si, su renuncia también hizo de su pontificado uno histórico, incluso si muchas veces incomprendido.
Como escribe John L. Allen Jr en Crux, durante su mandato de 24 años como máximo asesor doctrinal de Juan Pablo II, pidió permiso dos veces para retirarse -en 1997 y de nuevo en 2002- para volver a tiempo completo a la vida de la mente. Una hipótesis era que se convertiría en bibliotecario del Vaticano, otra que volvería a su Baviera natal. Dijo a sus amigos que su esperanza era escribir un volumen sobre la liturgia católica.
Juan Pablo II le negó el permiso en ambas ocasiones, alegando que no podía prescindir de su ayudante más cercano.
Tras convertirse él mismo en Papa, Benedicto dejó entrever en varias ocasiones que estaba abierto a la idea de renunciar voluntariamente al cargo.
En una larga entrevista de 2010 con un periodista alemán, Benedicto dijo que, en determinadas circunstancias, un Papa tendría "no sólo el derecho, sino el deber" de dimitir. En dos ocasiones visitó la tumba del Papa Celestino V en Aquila, al norte de Italia. En 1294, Celestino se había convertido en el último Papa en renunciar libremente al cargo fuera del contexto de un cisma. En un viaje a Aquila en 2009, Benedicto dejó en la tumba de Celestino el palio de lana que llevó en la misa de investidura de 2005.
Estos presagios, sin embargo, no hicieron que el 11 de febrero de 2013 fuera menos sorprendente, cuando Benedicto aprovechó una reunión de cardenales por causas de santidad para anunciar por sorpresa su renuncia en una prosa latina típicamente elegante.