ROMA – Hablando a las autoridades civiles de Chipre, pero con un mensaje válido para toda Europa, el papa Francisco dijo que la belleza de esta nación se vio eclipsada por la pandemia, agravando como en otros lados las consecuencias de la crisis económica y financiera, pero lo que hay que recuperar no lo que se ha perdido a nivel material, sino a la sociedad toda.
“Lo que garantizará un desarrollo sólido y duradero en este período de reactivación no será el entusiasmo por recobrar cuanto se ha perdido, sino el compromiso por promover la recuperación de la sociedad, particularmente por medio de una decidida lucha contra la corrupción y las plagas que atentan contra la dignidad de la persona; me refiero, por ejemplo, al tráfico de seres humanos”, dijo Francisco.
El continente europeo, dijo el Papa, “necesita reconciliación y unidad, necesita valentía e impulso para caminar hacia adelante. Porque no serán los muros del miedo ni los vetos dictados por intereses nacionalistas los que contribuirán al progreso, ni tampoco la recuperación económica por sí sola podrá garantizar la seguridad y la estabilidad.”
“Justamente desde aquí, donde Europa y Oriente se encuentran, comenzó la primera gran inculturación del Evangelio en el continente y para mí es emocionante recorrer los pasos de los grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo, Bernabé y Marcos. Heme aquí, pues, peregrino entre ustedes para caminar con ustedes, queridos chipriotas” dijo Francisco durante su discurso a las autoridades y miembros de la sociedad civil.
Bruselas y Ankara siguen con atención los pasos de Francisco estos días, pues Chipre es uno de los lugares más tensos del Viejo Continente. Aunque habitualmente olvidada, la isla tiene una posición estratégica que a lo largo de los siglos ha sido ambicionada por fenicios y egipcios, y también aragoneses, venecianos, otomanos e ingleses.
Este enclave que marca la frontera de Europa con Oriente Medio, a 100 kilómetros de Siria y a 70 de la costa turca, es uno de los puntos de llegada de emigrantes a Europa, que atrae a mafias de tráfico de personas.
En 1974 Turquía invadió el norte de Chipre para evitar que la isla se anexionara a Grecia y concentró allí a la población turco chipriota. En 1983 proclamó allí la República del Norte de Chipre, que sólo Ankara reconoce. En 2004 fracasó el referéndum para convertir al país en una única confederación, y desde entonces han naufragado todas las esperanzas para reunificar la isla.
La capital, Nicosia, está dividida por una “línea verde” con Chipre de un lado y los turco chipriotas del otro. Francisco no tiene previsto pasar a la zona dominada por Turquía, pero curiosamente el monasterio en la que se alojará en está en una “tierra de nadie” controlada por la ONU.
Ya desde sus primeras frases el Papa llamó a esta isla a la unidad: “He venido como peregrino a un país pequeño por su geografía, pero grande por su historia; a una isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a la gente, sino que la ha unido; a una tierra cuyo límite es el mar; a un lugar que representa la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente Medio. Son una puerta abierta, un puerto que reúne. Chipre, encrucijada de civilizaciones, lleva en sí la vocación innata al encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas.”
“La herida que más hace sufrir a esta tierra es la provocada por la terrible laceración que ha padecido en los últimos decenios. Me refiero al sufrimiento interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto. Ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla, y la deseo con todas las fuerzas. El camino de la paz, que sana los conflictos y regenera la belleza de la fraternidad, está marcado por una palabra: diálogo”, dijo el Papa.
Ni en Chipre ni en Grecia le esperan al papa Francisco grandes multitudes. Tanto es así, que en ninguno de los países se trasladará con el famoso papamóvil. La mayor parte de los 850 mil habitantes de la isla, un 80%, son ortodoxos. El 5% de la población son católicos, que suman unas 38 mil personas, la mayoría emigrantes polacos, filipinos o latinoamericanos. El resto, maronitas y armenios.
Quizá por esto, hablando a las autoridades, el Papa pidió por el reconocimiento institucional de diversas entidades católicas, “para que la contribución que aportan a la sociedad por medio de sus actividades, en particular educativas y caritativas, sea definido adecuadamente desde el punto de vista legal.”
Nada de muros en la Iglesia y en Europa
El primer discurso de Papa no fue a las autoridades civiles, sino a los religiosas y religiosas, sacerdotes y obispos católicos de Chipre, y sus palabras estuvieron dominadas por dos palabras: paciencia y fraternidad. El hilo conductor de su discurso, la vida y obra de San Bernabé patrono de Chipre.
Bernabé fue gran hombre de fe y de equilibrio, fue elegido por la Iglesia de Jerusalén como la persona más idónea para visitar una nueva comunidad, la de Antioquía, compuesta por personas que se habían convertido recientemente del paganismo.
“Allí encontró personas que provenían de otro mundo, de otra cultura y sensibilidad religiosa; personas que acababan de cambiar de vida y por eso tenían una fe llena de entusiasmo, pero todavía frágil”, dijo el Papa, definiendo la actitud de Bernabé como una de gran paciencia.
“Paciencia de entrar en la vida de personas hasta ese momento desconocidas, la paciencia de acoger la novedad sin juzgarla apresuradamente, la paciencia del discernimiento, que sabe captar los signos de la obra de Dios en todas partes, la paciencia de ‘estudiar’ otras culturas y tradiciones”, dijo, destacando que este santo no “sofocó la fe frágil de los recién llegados con actitudes estrictas, inflexibles, o con requerimientos demasiado exigentes en cuanto a la observancia de los preceptos. Los acompañaba, los tomaba de la mano, dialogaba con ellos”.
De aquí el llamado del Papa a que la Iglesia sea paciente, empezando por los obispos y sacerdotes, y en particular durante el sacramento de la reconciliación.
“La Iglesia en Chipre tiene brazos abiertos: acoge, integra y acompaña. Es un mensaje importante también para la Iglesia en toda Europa, marcada por la crisis de fe”, dijo. “No sirve ser impulsivos y agresivos, nostálgicos o quejumbrosos, es mejor seguir adelante leyendo los signos de los tiempos y también los signos de la crisis. Es necesario volver a comenzar y anunciar el Evangelio con paciencia, sobre todo a las nuevas generaciones”.
La Iglesia, como Chipre y Europa, representan un cruce de pueblos y mosaicos de encuentro.
“Católica, es decir, universal, espacio abierto en el que todos son acogidos y alcanzados por la misericordia de Dios y su invitación a amar. No hay ni debe haber muros en la Iglesia católica, es una casa común, es el lugar de las relaciones, es la convivencia de la diversidad”, dijo el Papa.
Hablando sobre la fraternidad en la Iglesia, Francisco dijo que es posible discutir sobre visiones, sensibilidades e ideas diferentes, algo que los apóstoles hicieron. Es importante ser honestos, francos y hablar cara a cara, pero recordando que los católicos no discuten entre sí para imponerse al otro, sino para “expresar y vivir la vitalidad del Espíritu, que es amor y comunión.”
“Necesitamos una Iglesia fraterna que sea instrumento de fraternidad para el mundo. Aquí en Chipre existen muchas sensibilidades espirituales y eclesiales, varias historias de procedencia, ritos y tradiciones diferentes; pero no debemos sentir la diversidad como una amenaza contra la identidad, ni debemos recelar y preocuparnos de los respectivos espacios”, dijo. “Si caemos en esta tentación crece el miedo, el miedo genera desconfianza, la desconfianza conduce a la sospecha y, antes o después, lleva a la guerra. Somos hermanos amados por un único Padre”.
El vuelo de Roma a Chipre
Según relata la agencia española de noticias EFE, durante el vuelo con destino a Chipre, el Papa Francisco dijo a los periodistas que su viaje del 2 al 6 de diciembre, que también le llevará a Grecia y a un campo de refugiados en la isla de Lesbos, es “bonito” pero también difícil, porque “tocaremos heridas. Espero que todos podamos acoger los mensajes que encontraremos.”
Poco antes de dejar la residencia de Santa Marta camino al aeropuerto de Fiumiccino, un grupo de doce refugiados que han sido acogidos e integrados por Italia. Todos ellos fueron refugiados en la isla de Lesbos antes de partir para su destino final. Entre ellos, se encontraban algunos de los refugiados que viajaron con Francisco en 2016, cuando visitó Lesbos por primera vez.
A bordo del avión, la periodista española Eva Fernández, de la cadena Cope, le ha entregado una abeja maya de peluche que perteneció a un niño que intentaba cruzar el Mediterráneo. Los socorristas encontraron el muñeco en una playa de Lesbos.
El Papa ha recibido emocionado también una cometa realizada con restos de tiendas usadas por emigrantes en Calais, antes de lanzarse a la ruta por el Canal de la Mancha. Se le ha entregado el corresponsal de La Croix, el francés Loup Besmond.