En una carta de poco más de una carilla, el papa emérito Benedicto XVI respondió a las acusaciones del informe de la diócesis de Múnich en el que se afirma que no actuó de manera adecuada en tres instancias de abuso clerical entre 1977 y 1981.

Agradece a sus colaboradores, reconoce los errores de la Iglesia en cuanto a los abusos por parte del clero, pide perdón a las víctimas, y lamenta que se haya dudado de su sinceridad.

“He tenido grandes responsabilidades en la Iglesia Católica”, escribe quien fuera el arzobispo de Múnich. “Tanto más grande es mi dolor por los abusos y los errores que se produjeron en esos diferentes lugares durante el tiempo de mi mandato. Cada caso individual de abuso sexual es atroz e irreparable. Las víctimas de abusos sexuales tienen mi más profunda simpatía y siento un gran dolor por cada caso individual.”

En ningún momento de la carta el papa emérito pide disculpas por lo que pueden haber sido sus propios fracasos en el manejo de estos casos.

La carta de Benedicto XVI publicada el 8 de febrero, es una respuesta directa al informe publicado el 20 de enero por un estudio de abogados alemán. El informe fue solicitado por la propia archidiócesis de Múnich. El papa emérito no recibió una copia del mismo hasta su publicación.

El informe encontró que, durante los años 1945 y 2019, al menos 497 personas sufrieron abusos sexuales en las manos de 235 abusadores.

El entonces arzobispo Joseph Ratzinger lideró la diócesis durante cinco años, antes de ser convocado por el Papa Juan Pablo II para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe, puesto que mantuvo hasta que fue elegido Papa en 2005. Renunció a su cargo como Sucesor de Pedro en 2013.

Cuando se publicó el informe de Múnich, Benedicto XVI, a través de su secretario persona, el arzobispo Georg Gänswein, prometió leer el informe de 2,000 páginas y ofrecer una respuesta a los tres cargos en su contra. Esta respuesta no fue firmada por el pontífice alemán sino por cuatro colaboradores, quienes se habían encargado de ayudarle a responder las preguntas iniciales de los investigadores.

“En todos mis encuentros, especialmente durante mis numerosos Viajes Apostólicos, con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, he visto de primera mano los efectos de una falta gravísima” escribió. “Y he llegado a comprender que nosotros mismos nos vemos arrastrados por esta grave falta cada vez que la descuidamos o no la afrontamos con la necesaria decisión y responsabilidad, como ha ocurrido y sigue ocurriendo con demasiada frecuencia.”

Benedicto fue el primer pontífice en encontrarse con víctimas de abuso, y durante los últimos dos años de su pontificado, unos 400 sacerdotes fueron removidos del estado clerical.

Benedicto XVI no defiende su legado en el tema de los abusos- como sí lo hizo el Vaticano con un editorial firmado por Andrea Tornielli, el director editorial de Vatican News, quien remarcó que fue el predecesor de Francisco quien, primero en la Congregación y después como Papa, dirigió a nivel global el cambio de actitud de la Iglesia Católica en la cuestión de los abusos.

Durante sus años como prefecto, el entonces cardenal Ratzinger dirigió la investigación de los casos de abuso que llegaron a la oficina a partir del 2001, después de constatar que los obispos del mundo estaban moviendo a sacerdotes abusadores de una parroquia a otra en lugar de sancionarlos en concordancia con la ley canónica.

Sin embargo, la carta no comienza con el pedido de disculpas, sino que en agradecimiento hacia todos aquellos que, durante estos días, le transmitieron gesto de amistad, apoyo y confianza. Menciona al papa Francisco entre quienes lo apoyaron. También agradece a quienes le ayudaron a responder a las pesquisas, resaltando que se cometió un error, como ya había sido aclarado por su secretario, respecto a su presencia en una reunión durante la cual se discutió la situación de un sacerdote acusado de abuso, pero ninguna decisión fue tomada.

El entonces arzobispo Joseph Ratzinger, que más tarde se convertiría en el Papa Benedicto XVI, aparece en esta foto de archivo del 28 de mayo de 1977, el día de su ordenación como arzobispo de Múnich y Freising. (Foto CNS/KNA)

“En medio del ingente trabajo de aquellos días -el desarrollo de mi posición- se produjo un descuido sobre mi participación en la reunión de la cancillería del 15 de enero de 1980. Este error, que lamentablemente se verificó, no fue intencionado y espero que pueda ser disculpado.

“En ningún caso desmerece el cuidado y la diligencia que, para aquellos amigos, eran y siguen siendo un evidente y absoluto imperativo”, escribió, para luego decir que fue para él “profundamente hiriente” que este olvido pusiera en duda la veracidad de toda su declaración e incluso “para tacharme de mentiroso”.

A estas palabras de agradecimiento, según Benedicto, “debe seguir necesariamente una confesión. Cada vez me llama más la atención que, día tras día, la Iglesia inicie la celebración de la Santa Misa -en la que el Señor nos da su palabra y a sí mismo- con la confesión de nuestros pecados y la petición de perdón. Imploramos públicamente al Dios vivo que perdone [los pecados que hemos cometido por] nuestra culpa, por nuestra culpa más grave.”

A diario, estas palabras llevan al Papa emérito a preguntarse si “hoy también debo hablar de una falta gravísima. Y me dicen con consuelo que, por muy grande que sea mi falta hoy, el Señor me perdona, si me dejo examinar sinceramente por él y estoy realmente dispuesto a cambiar.”

Hacia el final de su carta, el líder de 94 años hace una reflexión de su propia mortalidad, escribiendo que “muy ponto, me encontrar frente al último juez de mi vida.” A pesar de encontrar “en mi larga vida” razones para “temer y temblar”, mantiene sin embargo la esperanza de que Dios no es solo el “último juez”, sino también “un amigo y hermano que ha sufrido ya por mis carencias”.

La respuesta de sus colaboradores

Junto con la carta de Benedicto, el Vaticano publicó también una respuesta más técnica escrita por el equipo de abogados- eclesiales y civiles- que habían escrito la respuesta inicial de 82 páginas a los investigadores de Múnich.

La conclusión de estos abogados fue firme: “Como arzobispo, el cardenal Ratzinger no estuvo involucrado en el encubrimiento de los actos de abuso.” También critican a los autores del informe por malinterpretar sus repuestas, y afirman que el informe no presenta ninguna evidencia de que Benedicto tuviese conocimiento previo del pasado criminal de alguno de los sacerdotes a quienes se le acusa de encubrir.