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Lo que sigue forma parte del reportaje especial de Angelus sobre la histórica ordenación de cuatro nuevos obispos auxiliares para la archidiócesis de Los Ángeles el 26 de septiembre de 2023.

El 26 de marzo de 2001, el Arzobispo Charles Chaput impuso las manos al Padre José H. Gomez y recitó una oración de consagración. En ese momento, el Padre Gómez recibió la plenitud del sacramento del Orden. Se convirtió en obispo auxiliar de la archidiócesis de Denver.

Chaput fue su principal consagrador, pero no el único. Le acompañaron, según la costumbre, dos "consagradores principales": Joseph Fiorenza, que era obispo (y más tarde arzobispo) de Galveston-Houston, y Javier Echevarría, que era entonces prelado del Opus Dei (y también obispo). Estos co-consagradores también impusieron las manos a José Gómez, y también rezaron la oración.

Sólo es necesario un obispo para que la consagración sea válida. Pero, desde el principio, la Iglesia Católica siempre ha manifestado su preferencia por que al menos dos obispos más participen activamente en la ceremonia.

Hay, como siempre, muy buenas razones para ello.

La primera es la colegialidad. Ningún obispo es una isla en sí mismo. Actúa en comunión con otros obispos, bajo la autoridad del Papa. La co-consagración, por tanto, es un signo externo de la conexión de un nuevo obispo con sus compañeros en el episcopado. Depende de ellos. Para él, han sido un medio de gracia. Con Dios, han hecho de él lo que es.

Por su consagración, él es ahora lo que ellos son: obispos en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Su ministerio y su Iglesia están unidos al ministerio de otros obispos y otras diócesis. El propio rito de consagración habla de la unidad y catolicidad (universalidad) de las Iglesias.

Como San Pablo dijo a los Efesios: "Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como fuisteis llamados a la única esperanza que corresponde a vuestra vocación, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos nosotros, que está sobre todos y por todos y en todos" (Efesios 1:4-6).

Un obispo impone las manos al obispo auxiliar de Los Ángeles, Alex D. Aclan, en su ordenación episcopal el 16 de mayo de 2019. (Víctor Alemán)

Hay otras razones muy prácticas por las que la Iglesia recomienda la co-consagración.

La historia de la Iglesia está tan plagada de conflictos como cualquier otro tipo de historia. Y gran parte de ese conflicto gira en torno al oficio de obispo. No mucho después de la ascensión de Jesús a los cielos, San Clemente I reconoció este hecho de la vida eclesiástica. Escribió: "También nuestros apóstoles sabían, por nuestro Señor Jesucristo, que habría contiendas a causa del oficio del episcopado". Sabían que habría contiendas por el cargo, y por eso establecieron protocolos para la selección, preparación y ordenación de los candidatos.

Cuando tres obispos hacen la consagración, es más difícil para cualquiera impugnar la validez de la acción. Es tres veces más difícil cuestionar la intención del consagrante.

En el siglo IV, los co-consagradores eran especialmente necesarios. Era una época de intensa división en la Iglesia. Las herejías se extendían y hacían metástasis, y había luchas por el control a todos los niveles, desde la parroquia hasta el papado. Los obispos renegados se encargaron de multiplicar las ordenaciones, con el fin de crear más obispos que fueran sus aliados políticos.

En el año 325, el primer concilio ecuménico -el Concilio de Nicea- intentó frenar estas prácticas exigiendo la co-consagración. Su cuarto canon decretaba: "un obispo debe ser elegido por todos los obispos de su provincia, pero si esto es imposible por alguna necesidad urgente, o por la duración del viaje, que se reúnan al menos tres obispos y procedan a la consagración, con el permiso escrito del ausente".

La co-consagración obligaba a los obispos vecinos a colaborar y llegar a un consenso, aunque estuvieran ferozmente enfrentados.

El último de los Padres occidentales, San Isidoro de Sevilla, comentó: "[La costumbre] de que un obispo no sea ordenado por un solo obispo, sino por todos los obispos comprovinciales, se sabe que fue instituida a causa de las herejías, y para que la autoridad tiránica de una sola persona no intentara nada contrario a la fe de la Iglesia."

La Iglesia tiene un modo de resolver disputas y diferencias, gradualmente a lo largo de generaciones, y la co-consagración forma parte del proceso.

La co-consagración es un hermoso símbolo -un vívido signo sacramental- de lo que sucede de forma invisible durante el rito de la ordenación. Dios está extendiendo la sucesión apostólica a una nueva generación. Ha llamado a otro sacerdote al colegio episcopal.