El 3 de junio, el Arzobispo José H. Gómez ordenará a ocho nuevos sacerdotes para la Archidiócesis de Los Ángeles en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.
La promoción de 2023 ha escuchado la llamada de Dios en los altibajos de sus carreras profesionales, sus vidas familiares y la tranquila intimidad de la adoración eucarística.
En los días previos a su ordenación, presentaremos a un nuevo futuro Padre. Los Ángeles, ¡conoce a tus nuevos sacerdotes!
Edad: 50 años
Ciudad natal: Artesia
Parroquia de origen: Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles
Destino: Centro Médico St. Francis, Lynwood (capellanía)/Iglesia St. Raymond, Downey
Desde su ordenación diaconal el año pasado, César Galán ha tenido un pequeño problema de identidad. ¿Sigue siendo el Hermano César? ¿O Diácono César? ¿O las dos cosas?
Ha sido un dilema divertido, pero de poca importancia para Galán, cuya vida se ha enfrentado a cuestiones más serias.
Galán nació el sexto de ocho hermanos. La fe se la transmitió su padre, que llevaba a Galán y a sus hermanos a misa y les enseñaba a rezar el rosario. Pero las calles de Artesia, donde creció Galán, ofrecían muchas tentaciones pero poca esperanza a los jóvenes como él.
Para mantenerlo alejado de las calles, un amigo le ofreció un trabajo en un almacén a los 13 años. Trabajar en el turno de noche todos los días después del colegio le permitió comprarse su propio coche a los 15 años, antes incluso de tener carné de conducir. Cuando terminó el instituto, ya ganaba suficiente dinero para vivir solo en un barrio mejor.
El día en que todo cambió fue el 3 de abril de 2001. Después de salir del trabajo, fue a pasar el rato a la "cueva de hombres" del patio trasero de un amigo con unos cuantos más. Entre ellos estaba "uno de los chicos del barrio", que acababa de salir de la cárcel, y Héctor, el hermano de Galán.
Héctor y el hombre empezaron a discutir. Al final se marcharon para seguir discutiendo en el patio delantero, pero Héctor volvió para pedirle a su hermano las llaves del coche: "Pensé para mis adentros: de acuerdo, no hay problema", recuerda.
Instantes después se oyeron disparos. Mientras Galán corría para ver qué había pasado, estuvo a punto de chocar con el hombre que acababa de disparar a su hermano, que corría en dirección contraria. Galán intentó quitarle el arma de las manos. Cuando se dio cuenta, estaba tendido en el suelo, sin poder moverse. Le habían alcanzado dos balas, una en el hombro y otra en la columna.
Mirando hacia arriba, Galán pudo ver las estrellas en el cielo nocturno. Todo parecía hermoso. "¿Cómo es que nunca te habías dado cuenta de esto antes?", se preguntó.
Un momento de paz invadió a Galán. "Oí una voz muy dentro de mí que me decía: 'No tengas miedo, yo estaré siempre contigo'", recuerda.
Dos días después abrió los ojos en una habitación del hospital St. Francis Medical Center de Lynwood, muy sedado tras una serie de operaciones. El disparo en la columna le había dejado permanentemente paralizado de cintura para abajo.
La primera vez que preguntó por Héctor, los familiares le dijeron que estaba en la habitación de al lado, pero le ocultaron que estaba con respiración asistida y sin posibilidades de sobrevivir. Después de que su hermana le contara la historia completa, Galán pidió ver a su hermano por última vez.
El capellán hizo que lo llevaran a la habitación de Héctor mientras seguía conectado a las máquinas. Los dos hermanos estaban frente a frente, tumbados en sus respectivas camas. Galán se esforzó por acercar su mano a la de Héctor. El capellán los juntó.
"No lo dije en voz alta, pero le dije, sabes, esto no es el final. Le dije: 'Un día cerraré los ojos y cuando los abra, sé que estarás ahí, serás el primero en saludarme'. "
Tras el fallecimiento de su hermano, Galán inició un proceso de lo que llamó "rendición". Instrumental en ese viaje fue ese capellán, el Hermano Richard Hirbe, un Hermano de los Enfermos Pobres que había ido a estar con Galán y su familia la noche del tiroteo. Durante su recuperación, su amistad ayudó a Galán, recién parapléjico, a volver a Dios y a una nueva vida como capellán.
"Él era Jesús para mí en aquel momento", recuerda.
Para entonces, Galán estaba "enamorado de la Fe". Decidió ir un paso más allá, e hizo su profesión perpetua de votos como Fraile de los Enfermos Pobres en 2015 en la capilla del Centro Médico San Francisco en Lynwood - el mismo hospital donde había sido llevado esa fatídica noche.
Con el tiempo, Galán empezó a sentir que Dios le llamaba a algo más. Luchó con ese sentimiento durante dos años, sin decírselo a nadie, hasta que finalmente se sinceró con su superior. Después de eso, la decisión de entrar en el seminario fue más fácil. Pero, ¿qué pasó con la discapacidad que le cambió la vida?
"Donde hay voluntad hay un camino", le gusta responder.
Tras su ordenación sacerdotal, Galán se convertirá en sacerdote de la archidiócesis de Los Ángeles, sin dejar de ser miembro de la orden religiosa. Está deseando repartir su tiempo entre San Francisco -donde será capellán sacerdote- y la iglesia de San Raimundo en Downey.
Galán, que creció con la mentalidad del "ojo por ojo", cree firmemente que "todos queremos esa paz. Sólo que no sabemos cuál es".
Ahí es donde entra la lección de la rendición.
"Hay una parte de humildad en nosotros que dice: 'Yo no soy Dios'. Y hay alguien que me creó y que me ama más allá de mi imaginación".