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Reconocido hoy como uno de los más grandes artistas británicos de finales del siglo XVIII, William Blake (1757-1827) produjo un arte que no fue apreciado ni comprendido por mucha gente de su tiempo. Sus ideas no son menos controvertidas ahora que hace 200 años, y su visión profética es un desafío a nuestro materialismo cínico y a nuestros perezosos ideales de clase media.

Desde octubre, esas ideas reciben el tratamiento que merecen en una exposición del Getty Center titulada "William Blake: Visionario" (abierta hasta el 14 de enero) que ofrece a los visitantes una oportunidad perfecta para reencontrarse con su genio.

Dividida temáticamente, la exposición sigue la actividad de Blake como grabador, pintor-ilustrador y pintor-poeta. Una sección ("Blake el visionario") examina los libros proféticos de Blake (como "América, una profecía") para los que utilizó su técnica especial de grabado para combinar palabra e imagen en la página.

Otro ("Blake the Mythmaker") se centra en el mundo mitológico de Blake, con especial atención a su poema épico "Jerusalem: La Emanación del Gigante Albión", que ilustró con más de 100 tablas.

No es necesario entender al propio Blake para apreciar esta exposición. Sus fantasmagóricos dibujos son suficientemente bellos en sí mismos, su imaginación demasiado desquiciada como para dejar de estimular incluso a las mentes más embotadas. Pero Blake no concebía el arte sólo como algo bonito de ver. En sus obras, palabra e imagen se complementan.

"El Anciano de los Días de Europa: una profecía", impreso en 1795. Grabado en relieve en color marrón oscuro con pluma y tinta negra, óleo y acuarela.

Tomemos, por ejemplo, los grabados de Blake del Libro de Job, una de mis partes favoritas de la exposición. En la primera lámina, la imagen de Job con su familia está rodeada de una visión de armonía en el cosmos. En la última plancha, Blake añade un elemento a la narración bíblica, un grabado espectacular con Dios arrojando a Satanás al infierno.

Aquí, la representación de Dios sentado en juicio evoca la imagen de Cristo redentor, que devuelve al hombre la comunión con Dios, al tiempo que recuerda la imaginería cósmica de la armonía de la primera plancha.

Para Blake, el arte era ante todo una forma de comunicación, que expresaba verdades eternas a través de sus temas y su estilo. Blake consideraba decadentes a los artistas de la escuela veneciana posteriores a Miguel Ángel. Su misión era devolver al arte la perfección formal de Miguel Ángel para convertirlo en un medio perfecto de comunicación. Pero, ¿qué quería comunicar?

Blake vivió en un mundo difícil y en rápida transformación. Vivió tres grandes guerras y el comienzo de la Revolución Industrial, y fue testigo de la pobreza urbana y la miseria social que trajo consigo. Los apasionantes avances científicos que siguieron a los descubrimientos de Sir Asaac Newton se vieron acompañados por el auge del deísmo, una forma de religión racionalista que pretendía ser superior al cristianismo (y pretendía suplantarlo).

Blake, cristiano, detestaba el deísmo y rechazaba la idea de una deidad desencarnada y distante que se mantuviera al margen de la miseria de los mortales.

Al mismo tiempo, Blake no se adhirió a ninguna confesión cristiana. Para él, la religión organizada había sofocado el poder revolucionario y la frescura del mensaje evangélico, desfigurando la revelación hasta hacerla irreconocible. En su opinión, la función del arte era devolvernos a ser las criaturas de Dios que realmente somos.

Un impresionante dibujo de la exposición representa a Satanás triunfando sobre Eva bajo la apariencia de un ángel que vuela sobre una mujer, cuyo cuerpo está atrapado en las garras de una serpiente. Esta era la condición de la humanidad, en opinión de Blake, quien creía que en su época Satán había encontrado un potente aliado en el demiurgo Urizen. En una de las imágenes más icónicas del arte británico, también presente en la exposición, Urizen aparece como el Anciano de los Días, decidido a dividir la luz y la oscuridad con un compás en las manos.

En la mitología de Blake, Urizen es una figura satánica asociada a la ciencia y la religión organizada. Es la encarnación de las cadenas de la razón impuestas a la imaginación.

En otro impactante grabado bíblico, Blake representa a Dios reprochando a Job. ¿Quién eres tú para enfrentarte a Dios, pregunta el Omnipotente? Aquí Dios procede a mostrar a Job los monstruos Leviatán y Behemoth.

Estas dos figuras monstruosas y elementales, en forma de paquidermo y dragón marino, representan todo lo misterioso del mundo. ¿Cómo se atreven los hombres, parece sugerir el grabado, a pretender conocer y comprender el universo en su complejidad?

 

"Ilustraciones del Libro de Job", grabado impreso en 1825.

Para Blake, éste era el principal problema de su época. Detestaba el materialismo de sus contemporáneos, su preocupación por el dinero y el éxito y, sobre todo, su pretensión de dominar el mundo a través de la tecnología y la ciencia. Y creía que una visión científica y materialista del mundo daría lugar inevitablemente a sociedades caracterizadas por la opresión.

A través de sus pinturas, grabados y dibujos, Blake transmite la sensación de que lo que vemos no es más que una pequeña fracción de lo que existe. Existe una realidad invisible y espiritual que impregna, precede y continúa después del mundo visible.

Este mundo se nos revela a través de visiones y sueños. En un fascinante dibujo de la exposición, Blake describe una visión que dice haber tenido, en la que se le aparece el fantasma de una pulga (representado por una figura monstruosa) y le dice que todas las pulgas están habitadas por el alma de los hombres.

¿Lo vio realmente en una visión? Tal vez. Lo que importa es que para él arte, visión y profecía son una sola cosa. Su pulga representa la realidad de los hombres de clase media, que en su búsqueda de comodidad, dinero y placer material, se han cerrado al mundo espiritual que hay más allá de las apariencias. En el proceso, se han convertido en insectos.

Esto es lo que hace que la obra de Blake sea tan relevante y controvertida hoy en día: Su arte se burla de la arrogancia de los hombres que sólo creen en lo que pueden tocar y ver, y afirma la superioridad moral del arte y la imaginación sobre la razón y la ciencia.