No entiendo la serie “Wicked”. No entiendo por qué a todas las mujeres que conozco les encanta. A través de un simple silogismo lógico podemos deducir que no entiendo a las mujeres.
Cuando asistí a una función de la primera película de “Wicked” el año pasado, era uno de solo dos hombres en una sala llena: yo, avergonzado en la última fila, y un hombre rechoncho con una bata rosa flamenco que sonreía beatíficamente en la primera. Cuando aparecieron los créditos finales, se levantó, enfrentó los aplausos, proclamó que la corrección de color era terrible y luego salió enfurruñado en una nube esponjosa. Fue un buen recordatorio de que, pese a nuestras muchas diferencias, el cromosoma Y mantiene cierta solidaridad.
Aquí estamos un año después para la secuela de esa película, “Wicked: For Good”. La serie es una adaptación del musical de Broadway, a su vez un recuento revisionista de “The Wizard of Oz”, en el que la Bruja Mala del Oeste es en realidad la heroína. Para quienes siguen el marcador en casa, el arco de la franquicia es ahora un libro convertido en película convertido en libro convertido en musical convertido en película convertido en secuela convertido en una conversación que tendré que esquivar en las apps de citas.
La Bruja (Cynthia Erivo), aquí llamada Elphaba, se ha enfrentado al no tan maravilloso Mago de Oz (Jeff Goldblum) por su opresión de los animales parlantes del reino. Elphaba toma las calles, o en este caso los cielos, para luchar contra su dictadura. Todo ese cuento de “bruja mala del oeste” no es más que la campaña de propaganda del Mago contra ella, al igual que su promoción de Glinda la Bruja Buena como una alternativa afín al régimen.
Glinda (Ariana Grande) fue compañera de escuela de Elphaba, así que sabe que el Mago está mintiendo. Una parte munchkin de ella todavía cree que puede hacer el bien dentro de un sistema corrupto, y el resto que no lo cree está más preocupada por su próxima boda con el soñador Príncipe Fiyero (Jonathan Bailey), el capitán de los guardias de Ciudad Esmeralda que también está distraído por su atracción mutua hacia Elphaba.
Este enredo sociopolítico-sexual se complica aún más por la niña del Medio Oeste que deja caer una casa sobre la hermana de Elphaba (la Bruja Mala del Este, llamada Nessarose en la película). No es que esas dos se llevaran bien, pero cualquiera con un hermano sabe que solo tú tienes permitido aplastarlo. Dorothy es filmada como el tiburón de “Jaws”: nunca vemos un perfil completo de ella. Como mucho, vemos sus trenzas rebotando ominosamente por el Camino Amarillo. Esto es o una decisión cinematográfica ingeniosa o una forma de evitar litigios con el patrimonio Garland-Minnelli.
Lo cual es decir que todo esto es un sinsentido absoluto, sin nada útil que decir sobre el fascismo, la propaganda o la naturaleza nebulosa del Bien.

Cynthia Erivo como Elphaba en una escena de “Wicked: For Good”. (Giles Keyte/Universal Pictures - © Universal Studios. All Rights Reserved)
No es que yo esté tan apegado a los recuerdos de infancia de la película de 1939 como para rechazar el revisionismo de entrada (esos monos voladores me dieron demasiadas pesadillas para eso). Ni siquiera estoy en desacuerdo con la premisa de que la verdad suele estar más negociada que asentada. (Como canta el Mago en su gran número: “de donde vengo, creemos todo tipo de cosas que no son ciertas. Lo llamamos historia”). Las cosas no siempre son blanco y negro, y después de todo, la diferencia entre una guerra civil y una revolución es quién toma primero la mansión del gobernador.
Lo que ofrece la película no es ambigüedad, sino otro binario, en el que la narrativa se cambia pero sigue siendo simplista. Elphaba es buena porque se opone al mal; el Mago es malo porque, bueno, la historia lo exige. Su opresión de los animales parlantes parece trabajada hacia atrás a partir de la metáfora del fascismo, un mal de relleno sin explicación sobre qué gana oprimiéndolos. Toda persecución fascista de minorías es inherentemente irracional, pero suele tener algún motivo utilitario detrás, como una ganancia material. El Mago parece hacerlo por puro amor al juego, lo que hace que la analogía sea aún más hueca.
Con ese fallo, lo que nos queda es un mensaje bastante trillado sobre el poder de la amistad, entregado por dos personas que no parecen gustarse particularmente. Las películas priorizan la trama sobre el personaje, perdiendo tiempo en inútiles intrigas de Oz mientras esperan que, si las brujas se repiten lo suficiente que son amigas, no tengamos más remedio que creerlo. Pero la amistad se basa en las obras, no en la fe, y el final se apoya en un pago emocional en el que no han invertido nada.
Erivo hace pucheros durante la mayor parte del metraje, aunque eso es más culpa de su personaje que de sus habilidades actorales. Elphaba es demasiado moralmente recta para ser particularmente divertida, un problema endémico del musical teatral.
Glinda sigue siendo un encanto, aunque solo sea porque Grande sigue siendo una comediante talentosa. (Digan lo que digan de las minas de trabajo infantil de Nickelodeon, al menos producían actores capaces de exprimir hasta el último grano de sal). En común con aquel hombre en bata en el cine, su coloración sigue estando mal. Se supone que es rubia, pero parece desteñida, como si estuviera iluminada por fotografía con flash perpetuo. Me recuerda nada más que a las cejas blanqueadas de Thor en su primera película de Marvel.
Al final del día, Oz simplemente no es el patio de juegos que la película necesita que sea, con una sociedad y personajes que valga la pena interrogar. Es más como un planeta de “Star Trek”: su encanto surge de las costuras visibles, la falta de un mundo más allá de las necesidades de la historia inmediata.
Para decir lo obvio, Oz no es un lugar real; es un backlot de MGM, una pintura mate, una metáfora extendida del patrón oro y William Jennings Bryan, en el mejor de los casos los sueños con daño cerebral de un paleto conmocionado. ¿Qué me importa el código tributario de Oz, siendo una tierra destinada a evaporarse más allá de la permanencia de objeto de Dorothy?
“Wicked: For Good” demuestra ese punto en contra de su propia voluntad. Cada escena con ese halcón fuera de cuadro no hace más que subrayar lo endeble que es todo este tinglado.
