Con frecuencia Dios puede presentarnos desafíos, pero siempre nos ofrece su misericordia y su gracia para enfrentarlos.
Así es como me siento respecto al año pasado. Hemos sufrido de muchas maneras a consecuencia de esta pandemia. Pero también hemos sentido la misericordia y el amor de Dios y hemos experimentado múltiples gracias.
Ahora que nuestra sociedad está empezando a salir de esta pandemia, tengo el gusto de anunciarles que este verano iniciaremos un Año Jubilar para conmemorar el 250 aniversario de la Misión San Gabriel Arcángel, la primera iglesia, fundada el 8 de septiembre de 1771, en lo que es ahora la ciudad de Los Ángeles.
Lo que celebramos en este aniversario es el establecimiento de la familia de Dios aquí en Los Ángeles y el principio de su reinado en Estados Unidos.
La Misión San Gabriel fue el corazón espiritual de nuestra ciudad desde que fue fundada. La misión tenía ya 10 años cuando aquel grupo diverso de colonizadores, conocidos como “Los Pobladores”, recorrieron nueve millas, partiendo de la misión para establecer la ciudad de Los Ángeles cerca de la actual Calle Olvera, el 4 de septiembre de 1781.
Los Ángeles fue llamada originalmente El Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles de la Porciúncula, en honor de la pequeña capilla en la que San Francisco de Asís escuchó por primera vez el llamado de Jesús.
En este año jubilar, debemos volver a conectarnos con ese espíritu original de santidad y aventura, el espíritu de esa primera generación de místicos, misioneros y migrantes.
La Misión San Gabriel fue fundada por un santo misionero franciscano, San Junípero Serra.
Deberíamos conocer la historia de nuestro santo, sus palabras y su testimonio. Y deberíamos orar para poder llegar a tener esa misma profundidad de fe y de amor que hizo que San Junípero dejara su familia y su tierra natal para seguir a Jesucristo y proclamar su Evangelio en el nuevo mundo del continente americano.
Este jubileo nos recuerda que, en el plan de salvación de Dios, nuestra ciudad y nuestro estado y, de hecho, todo este país, nació a partir de la misión cristiana. Dios dispuso que, por medio de los primeros pueblos de esta tierra, su Iglesia creciera y edificara su reinado en este nuevo mundo.
Los primeros encuentros entre los españoles y los pueblos indígenas de California fueron tensos y se agravaron debido al cruel desprecio de los soldados y de los colonizadores españoles.
Pero cuando los indios Gabrieleño-Tongva se encontraron por primera vez con los franciscanos en el Valle de San Gabriel, quedaron cautivados por una pintura que llevaban los misioneros.
Frente a esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores, que llevaba en brazos a un bebé, los indígenas dejaron las armas y ofrecieron su hospitalidad y amistad. Ellos cooperaron con los misioneros y juntos forjaron una nueva cultura y un nuevo modo de vida.
Durante la mayor parte de los últimos 250 años, esa pintura de Nuestra Señora de los Dolores estuvo colgada en el bautisterio de la iglesia de la misión.
Cuando un fuego devastador arrasó con la misión el verano pasado, esta pintura sobrevivió, por un milagro de la gracia. Semanas después del incendio, el 15 de septiembre, día de la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, los trabajadores la descubrieron enterrada bajo los escombros e ilesa en su mayor parte.
No tengo ninguna duda de que esta misteriosa obra de arte estará completamente restaurada cuando inauguremos el año jubilar en septiembre.
Cada jubileo es un tiempo de misericordia, una temporada para abrir nuestro corazón para recibir el don de la misericordia de Dios, un tiempo para proclamar la misericordia de Dios al mundo y para compartir su misericordia unos con otros.
Le pido a Dios que todos los que formamos parte de la Iglesia aprovechemos este nuevo momento que se nos ofrece para compartir el amor y la salvación de Dios y para ser una luz para nuestra nación.
En este tiempo, tan dividido y polarizado en nuestra sociedad, creo que la historia de la Misión San Gabriel le trae un “mensaje” a Estados Unidos.
Las primeras familias de Los Ángeles que llegaron de la misión, incluían a hombres y mujeres de ascendencia africana, hispana, nativa y europea. De estos inicios nació una Iglesia radiante, una Iglesia que hoy celebra el culto y presta sus servicios en alrededor de 40 idiomas.
Durante este jubileo, comprometámonos nuevamente a hacer de nuestra Iglesia un signo de la misericordia de Dios y de los planes de él para la familia humana.
Proclamemos lo que los primeros misioneros proclamaron: el amor que Dios tiene por cada persona; la dignidad y la igualdad de todas las razas y de todos los pueblos; la verdad de que todos somos hijos e hijas de Dios, hechos a su imagen y destinados a compartir su gloria.
Oren por mí y yo oraré por ustedes. Y encomendémonos a la Reina de los Ángeles y también en su advocación de Nuestra Señora de los Dolores.
Nuestra ciudad y nación y todo el continente americano, nacieron bajo el cuidado y la protección maternal de María.
En el mes de diciembre de este año jubilar, celebraremos el 490 aniversario de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, que fueron el verdadero fundamento espiritual del continente americano.
Pidámosle a Nuestra Señora que ella nos dé a todos un corazón nuevo para la misión y la misericordia.