La fe es un regalo gratuito para nosotros los hombres. Nos da un impulso espiritual único, nos permite confiar en la santa voluntad de Dios, sabiendo que todo lo que Él disponga será para nuestro bienestar.
Esta mañana leí la reflexión del día que hace el Arzobispo Robert Barron sobre el encuentro de Jesús con la mujer cananea extranjera que le se acerca para pedirle que sane a su hija poseída por el demonio.
El Señor al principio parece ignorarla. Pero ella no se cansa ni se desanima, e insiste. Cuando ella persiste en su pedido, Jesús dice: «He venido sólo para las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella se postra a sus pies y Jesús y responde: «No está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros».
La mujer responde entonces con una de las mejores frases de las Escrituras, donde casi todas pertenecen al propio Jesús:
«Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos». Y en ese momento, Jesús la alaba por su fe y cura a su hija. (Marcos 7:24,30)
El Obispo explica que lo que sucede aquí no es que Jesús esté teniendo un mal día o se sienta de mal humor, sino que lo que Él quiere es que la mujer viva como una discípula y que la fuerza de su fe se manifieste.
Esto es la fe. Esa terquedad santa de que aún y cuando no se ve lo que uno quiere, el corazón decide creer.
Este es el requisito de la fe. No abandonar, persistir, insistir, esperar, vivir intensamente el presente mientras llega el milagro esperado. Tal y como sucede en este pasaje de la escritura.
Y quizá te preguntarás: “¿Cómo voy a seguir esperando cuando la casa se me cae encima porque no consigo trabajo?”
Puede preguntarse alguien. “¿Se sigue en esa casa? ¿se sigue teniendo que vestir o qué comer?” Si la respuesta es “sí”, posiblemente Dios está probando tu fe. Podría estar purificándola.
¿Se pierde la casa? ¿se queda uno sin nada? Posiblemente Dios ahí está probando nuestra fidelidad.
¿Por qué Dios actúa así? ¿Por qué me ignora? Con toda seguridad quiere que la fe se manifieste de verdad. Esto es ser cristiano.
La persona que sigue a Cristo ha de tomar en cuenta que Él es alguien exigente. Con Cristo no se pueden hacer meditaciones cuánticas de esas en las que la persona se alinea con el universo para atraer a su vida lo que se quiere. Vivir así es escoger otro camino. El de Cristo no es así. Vivir siguiendo sus pasos y su propuesta es una decisión que muchas veces lleva a uno al punto de postrarse como lo hizo esta mujer e insistir: “Señor respóndeme”. Insistir siempre.
Pienso en mi propia vida de fe. Miro hacia atrás y comprendo muchas cosas que antes no pude. No somos iluminados repentinamente, porque antes debemos ser probados.
Se es probado en el sufrimiento y en cómo uno se soporta. Entonces, cuando Él en su infinita sabiduría, ve que será para tu bien espiritual, te da lo que tanto le pides y te regala la paz. O quizá nunca te de lo que le pides y morirás esperando, persistiendo, sin rendirte, confiando y aceptando su voluntad. Eso es la fe.
Que el ejemplo de esta mujer extranjera nos ayude a ti y a mí a fortalecer nuestra fe.
¡Dios te bendiga y te illumine!