El jueves el Papa Francisco recibió en el Vaticano al primer ministro designado del Líbano, Saad al-Hariri, quien dejó la librería del palacio apostólico donde tuvo lugar la reunión con una importante promesa debajo del brazo: en cuanto se forme un gobierno estable, el pontífice visitará la tierra de los cedros.
"Le expliqué a Su Santidad el Papa Francisco los problemas que estamos sufriendo y le pedí a Su Santidad que ayudará al Líbano", Hariri dijo a la televisión libanesa después del encuentro.
"Su Santidad el Papa visitará el Líbano pero después de que se forme un gobierno. Y este es un mensaje para los libaneses, que debemos formar un gobierno para que todos puedan reunirse ... para revivir el Líbano con nuestros amigos", dijo.
La reunión entre los dos líderes duró unos 30 minutos, y posteriormente, Hariri se encontró con el Secretario de Estado Vaticano, el cardenal italiano Pietro Parolin.
Un breve comunicado firmado por el vocero de la Santa Sede, el también italiano Matteo Bruni, confirmó el deseo del argentino de visitar Líbano: “Reafirmando su deseo de visitar el país en cuanto se den las condiciones adecuadas, el Papa Francisco deseó que el Líbano, con la ayuda de la comunidad internacional, vuelva a encarnar la fortaleza de los cedros, la diversidad que pasa de la debilidad a la fuerza en el gran pueblo reconciliado, con su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo".
Según el vocero, el pontífice también "reafirmó su cercanía al pueblo libanés, que vive momentos muy difíciles e inciertos, y habló de la responsabilidad de todas las fuerzas políticas de comprometerse urgentemente con el bien de la nación."
Hariri, tres veces primer ministro, renunció al cargo en 2019 tras las protestas a nivel nacional contra una élite política a la que los manifestantes culpaban de haber llevado al país a la crisis. Pero después de la explosión química del puerto de Beirut en agosto pasado, que dejó al menos 200 muertos y provocó daños por miles de millones de dólares, fue una vez más nombrado primer ministro.
Sin embargo, Líbano tiene que “formar gobierno,” y Hariri está enfrentado con el presidente, Michal Aoun, y desde octubre los intentos de diálogo han fracasado.
Según el sistema de división de poder en Líbano, el presidente debe ser maronita, el presidente del parlamento musulmán chiíta, mientras que el primer ministro debe ser suní. Los escaños del Parlamento y del Gabinete se reparten a partes iguales entre musulmanes y cristianos.
Hace varios meses que Francisco habla de su deseo de visitar este país en Medio Oriente que, como Juan Pablo II solía decir, “es más que un país”. “Líbano es un mensaje de fraternidad,” solía decir el papa polaco, y Francisco recogió ese concepto cuando, en su mensaje de Navidad, prometió viajar.
En un saludo dirigido al Cardenal Béchara Boutros Raï, Patriarca de Antioquía de los maronitas, presidente de la Asamblea de Patriarcas y Obispos Católicos del Líbano, el papa manifestó su “afecto al querido pueblo libanés, al que pienso visitar lo antes posible.”
En su vuelo de regreso a Roma después de la visita a Iraq en Marzo de este año, también dijo a los periodistas que tenía pensado visitar Líbano: “el Líbano es un mensaje, el Líbano sufre, el Líbano es más que un equilibrio, tiene la debilidad de las diversidades, algunas todavía no reconciliadas, pero tiene la fortaleza del gran pueblo reconciliado, como la fortaleza de los cedros. El Patriarca Raï me pidió por favor que durante este viaje hiciera una parada en Beirut, pero me pareció poco... Una migaja ante un problema, ante un país que sufre como el Líbano. Le escribí una carta, le hice la promesa de hacer un viaje. Pero el Líbano en este momento está en crisis, pero en crisis -no quiero ofender- en crisis de vida.”
Pero la incapacidad de los políticos libaneses de formar un gobierno no sólo frena una visita del papa, sino también la ayuda internacional: En las últimas semanas, empresas alemanas presentaron planes para reconstruir el puerto y distritos vecinos, algo que corporaciones francesas también están evaluando. Sin embargo, Francia y Alemania insisten en que la superación del estancamiento político es clave para que se den las reformas económicas que deben producirse para que lleguen ayudas e inversiones.
Una pieza clave en el diálogo entre los políticos es justamente Raï, quien con 81 años se ha convertido en el improbable jefe de un nuevo movimiento que hace malabares para, por un lado, dialogar con el establishment político, y por el otro con los manifestantes antigubernamentales, hastiados de la incapacidad de sus líderes.
En un discurso pronunciado desde el balcón de su residencia de piedra caliza en la ciudad de Bkerke a finales de febrero, Raï dejó claro que cree que su país está al borde del colapso y que la clave para rescatarlo pasa por desarmar a Hezbolá, la organización islámica musulmana chií libanesa que cuenta con un brazo político y otro paramilitar, y que debe ser miembro del nuevo gobierno.
"No existen dos o varios estados dentro de una misma tierra", dijo Raï ante una multitud de cientos de personas que se habían reunido a pesar de la pandemia. "No existen dos o más ejércitos dentro de un solo Estado unido".
No es exagerado decir que la república del Líbano -tal y como se fundó en 1920 y se reconstituyó en los momentos decisivos de 1943, 1958 y 1989- se está desmoronando.
A raíz de la actual crisis económica, que ha hecho metástasis en las esferas políticas y sociales, ha hundido a más de la mitad de la población en la pobreza. El estado se está quedando sin reservas para financiar servicios críticos, como la electricidad, y según el ministro del interior, la seguridad nacional está en “caída libre”.
Una visita del Papa Francisco al Líbano no puede solucionar todos los problemas de esta nación. Sin embargo, puede convertirse en un importante apoyo para este país que hoy acoge, per cápita, el mayor número de migrantes del mundo, con más de un millón y medio de sirios en un país que, antes del comienzo de la guerra en Siria en 2011, contaba con cinco millones de habitantes.
Por otro lado una visita del líder católico podría ayudar a reforzar el mensaje de su viaje a Iraq sobre la importancia de la supervivencia de los cristianos en la región: Proporcionalmente, el Líbano tiene la mayor tasa de cristianos del mundo árabe, con un porcentaje que oscila entre el 36% y el 40%.
Para muchos, este es hoy el único país de la región donde los cristianos no son tratados como “ciudadanos de segunda”, e insistir con la metáfora de Líbano como el mensaje puede ayudar a una comunidad perseguida y en riesgos de extinción allí donde nació.
Aunque sin fecha, el viaje papal puede considerarse como “anunciado”, y la reciente travesía a Iraq demostró que Francisco está dispuesto a realizar una visita aún en tiempos de COVID 19.
La pregunta ahora es, ¿serán capaces los líderes libaneses de dejar sus diferencias de lado y aprovechar la oportunidad, para una vez más demostrarle al mundo que la convivencia pacífica entre un mosaico de etnias y religiones es posible?