En una basílica de San Pedro extraordinariamente vacía a causa de las restricciones para detener el aumento de casos del coronavirus, el Papa Francisco el jueves Santo advirtió a los sacerdotes que renovaron las promesas del día de su ordenación que la cruz estará represente en sus días, como estuvo en la de Jesús, y que la misma “no se negocia.”
Francisco también advirtió a los sacerdotes que participaron en la tradicional Misa Crismal, que ante las amarguras no deben escandalizarse como tampoco “se escandalizó Jesús en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien”.
El Papa se ha referido al dolor “en esta época de escándalos” por el mal comportamiento de algunos sacerdotes y obispos, pero sin olvidar que “el anuncio del Evangelio siempre está ligado al abrazo de alguna Cruz concreta”. El motivo es que “la Palabra genera claridad en los corazones bien dispuestos”, pero “confusión y rechazo en los que no lo están”.
Unos 70 sacerdotes, representativos del clero de Roma, más unos 35 cardenales que viven en la Ciudad Eterna participaron de la misa en la que, tradicionalmente, el clero renueva las promesas realizadas el día de su ordenación. La celebración tuvo lugar en el altar de la Cátedra de San Pedro, ubicado en el ábside de la basílica.
Durante su homilía, el papa afirmó que la “la persecución y la Cruz están ligadas al anuncio del Evangelio” y que por lo tanto, “la hora del anuncio gozoso y la hora de la persecución y de la Cruz van juntas”.
Dirigiéndose específicamente a los sacerdotes, el Santo Padre dijo que “nos causa estupor comprobar que la Cruz está presente en la vida del Señor al inicio de su ministerio e incluso desde antes de su nacimiento”.
Sin embargo, esta observación “nos lleva a comprender que la Cruz no es un suceso a posteriori, ocasional, producto de una coyuntura en la vida del Señor. Es verdad que todos los crucificadores de la historia hacen aparecer la Cruz como si fuera un daño colateral, pero no es así: la Cruz no depende de las circunstancias –ni la gran Cruz de la humanidad ni, por decir, las pequeñas nuestras de cada día”.
“Si lo circunstancial afectara el poder salvador de la Cruz, el Señor no habría abrazado todo,” dijo. “Pero cuando fue su hora, Él abrazó la Cruz entera. ¡Porque en la Cruz no hay ambigüedad! La Cruz no se negocia.”
Francisco también dijo que la paradoja de la aceptación de la palabra de Dios en los corazones bien predispuestos y rechazo en los que no lo están se observa cuando “la cercanía de Jesús, que va a comer con los pecadores, gana corazones como el de Zaqueo, el de Mateo, el de la Samaritana..., pero también despierta sentimientos de desprecio en los que se creen justos.”
El anuncio de Jesús, dijo Francisco el jueves por la mañana hora de Roma, “no resonaba puro, sino en medio de los gritos y amenazas de los que no querían oír su Palabra”.
“Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que sanar enfermos y liberar prisioneros en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien”, dijo el papa. “Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que dar la vista a los ciegos en medio de gente que cerraba los ojos para no ver o miraba para otro lado. No nos escandalizamos porque el anuncio del Evangelio no recibe su eficacia de nuestras palabras elocuentes, sino de la fuerza de la Cruz”.
Como ha hecho en otras oportunidades, el papa citó a San Francisco de Asis para invitar a los sacerdotes a anunciar el Evangelio con obras, “y si es necesario, con palabras,” sin dejarse intimidar cuando aparezca el sufrimiento al hacer el bien, algo que, les advirtió, es inevitable.
“Es verdad que hay algo de la Cruz que es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad. Pero también es verdad que hay algo, que sucede en la Cruz, que no es inherente a nuestra fragilidad, sino que es la mordedura de la serpiente, la cual, al ver al crucificado inerme, lo muerde, y pretende envenenar y desmentir toda su obra. Mordedura que busca escandalizar, inmovilizar y volver estéril e insignificante todo servicio y sacrificio de amor por los demás. Es el veneno del maligno que sigue insistiendo: sálvate a ti mismo”, les dijo el papa a los sacerdotes.
El pontífice decidió cerrar su homilía con una anécdota, en la que durante un retiro espiritual que predica a un grupo de religiosas, le pide a una de ellas “que tenía los ojos llenos de luz,” que como penitencia luego de la confesión, rezara por él, porque necesitaba una gracia.
Según Francisco, ella le contestó diciendo: “Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque: se la dará a su modo divino”.
“Esto me hizo mucho bien: sentir que el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo hace a su modo divino. Este modo implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final”, dijo el papa.
La Misa Crismal en la Basílica de San Pedro incluyó la bendición de las tres ánforas con el óleo que serán utilizadas por los sacerdotes que están en Roma durante el año cuando celebren los sacramentos de la unción de los enfermos, el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal.
Según la Sala de Prensa del Vaticano, el Papa Francisco no va a celebrar la Misa de la Cena del Señor en la tarde del jueves, que será presidida por el cardenal Giovanni Batista Re, decano del colegio cardenalicio.
Sin embargo, sí participará en los oficios de Pasión a las seis de la tarde y en el Vía Crucis a las nueve de la noche, en una plaza de San Pedro que, al igual que el año pasado, estará absolutamente vacía en una Italia nuevamente confinada por el avance del coronavirus.