El Papa Francisco envió una carta al cardenal venezolano Baltazar Porras Cardoso, en la que expresó su cercanía para con el pueblo de Venezuela, país que en los últimos años ha sido escenario de una grave crisis económica y humanitaria, agudizada por la pandemia del coronavirus.

“Qué Dios te siga dando fortaleza y parresia para que con corazón de padre sepas acompañar y reconfortar a Su Santo pueblo fiel, probado por el sufrimiento causado por el azote de la pandemia, la arrogancia de los poderosos y la creciente pobreza que lo estrangula”, expresa el Pontífice.

La carta fue enviada el 6 de Enero, solemnidad de la presentación del Señor y también día del onomástico del cardenal Porras.

En la fiesta de la Epifanía, “día de la manifestación de la humildad de Dios que se hace luz que derrota las tinieblas que cubren al mundo”, el Papa felicita al purpurado venezolano y eleva su plegaria al Señor por su ministerio episcopal y sus vida personal.

La misiva también acompaña una “cordial felicitación” del Secretario de Estado Vaticano, el cardenal italiano Pietro Parolin, que fue seleccionado por Francisco, quien lo trasladó desde la embajada del la Santa Sede en Venezuela.

Venezuela hoy es uno de los países más pobres de América Latina, después de casi 22 años de gobierno chavista- primero Hugo Chavez, quien murió en el poder, y ahora su sucesor, Nicolás Maduro.

A julio de 2020, casi el 80 por ciento de los venezolanos no tenían recursos suficientes para adquirir productos básicos, muchos de los cuales están en constante falta- desde el pan y el gasoil hasta el papel higiénico. Si bien la necesidad llevó a que los últimos meses el gobierno de Maduro mostrase una cierta apertura económica lo que permite a algunos soñar con una lenta reactivación, miles de empresas y pequeños comercios cerraron en los últimos años y otros tantos han sido expropiados.

A su vez, la oficina de migrantes y refugiados de Naciones Unidas estima que unos seis millones de venezolanos emigraron hacia países limítrofes, con el mayor movimiento ocurriendo entre 2016 y 2017.

En repetidas oportunidades desde el inicio de su pontificado- que ocurrió un mes antes del inicio del gobierno de Maduro, allá por el 2013- el Papa Francisco fue “llamado” a intervenir en la crisis de Venezuela, por diferentes actores. Desde el presidente y la oposición, hasta líderes políticos internacionales y columnistas periodísticos.

Los obispos hicieron lo mismo, sin que les temblara la voz al acusar a Maduro de autoritario, al denunciar la pobreza extrema en la que viven los ciudadanos, y la falta de libertades- tanto de culto como de prensa, que sufren los que no han dejado el país.

Muchos de los dimes y diretes entre la Santa Sede y Maduro se explican en una carta que el Papa Francisco escribió al líder venezolano el 7 de febrero de 2019, en respuesta a una nueva petición del mandatario para que el Vaticano aceptara mediar con la oposición en el contexto de la crisis política que sacudía ya en ese entonces al país.

Sólo trascendió una parte del contenido de la carta, y en ella, el pontífice evita comprometer al Vaticano en un hipotético proceso de diálogo que la oposición venezolana ha rechazado con el argumento de que Maduro solo busca ganar tiempo y ya en anteriores procesos incumplió los compromisos adquiridos.

De hecho, en su carta de dos carillas y media, Francisco recuerda que ya hubo intentos "para tratar de encontrar una salida a la crisis venezolana" y que "desafortunadamente, todos fueron interrumpidos porque lo que se había acordado en las reuniones no fue seguido por gestos concretos para implementar los acuerdos".

Francisco se refiere al proceso negociador llevado a cabo en República Dominicana, que terminó sin éxito pese a los esfuerzos de la diplomacia vaticana y otros mediadores, y de cuyo fracaso se culpan mutuamente gobierno y oposición.

El Papa le recuerda a Maduro que "la Santa Sede indicó claramente cuáles eran las condiciones para que el diálogo fuera posible".

Las condiciones centrales eran la liberación de presos políticos- solo cumplida a medias, a más de dos años de esa carta-, la creación de corredores humanitarios y la declaración del estado de emergencia, para que pudiese entregar ayuda de la comunidad internacional.

Maduro rechazó desde el principio los últimos dos pedidos, ya que se niega a reconocer que su país está en crisis.

Otro aspecto que llamó la atención en la carta del Papa es que dirige su escrito al "excelentísimo señor" Maduro y no se refiere a él como presidente. La misiva había sido enviada a las semanas de que la asamblea nacional nombrara a Juan Guaidó, líder de la oposición, como presidente interino, bajo el compromiso de convocar a elecciones presidenciales.

Desde enero del 2019, Guaidó ha sido reconocido como legítimo jefe del estado por más de 40 países, entre ellos Estados Unidos, la mayoría de los de América Latina y los de mayor peso de la Unión Europea.

A Maduro lo apoyan, entre otros, China y Rusia, así como México y Bolivia.

Aunque la misiva del papa tiene dos años, bien podría haber sido escrita esta semana.

Los obispos de Venezuela mientras tanto, han chocado abiertamente con el gobierno, denunciando una crisis institucional, corrupción en los procesos electorales de los últimos años. Y en diferentes oportunidades han declarado hablar con “pleno apoyo del Santo Padre.”

Muchos prelados han sido más fuertes en sus discursos que el Papa y el Vaticano- que por lo general no se mueven del guión de pedir oraciones y diálogo.

Esta actitud, aunque cuestionada por algunos, tiene una larga tradición dentro de la diplomacia de la Santa Sede: así como el Papa es un líder espiritual, también es un jefe de estado, y su estado dirige una de las “empresas” de caridad más grandes del mundo: Caritas Internationalis, que tiene oficinas en prácticamente todos los países donde hay presencia de católicos.

A través de Cáritas- y con la ayuda de otras ONG’s con sello pontificio, como Ayuda a la Iglesia Necesitada- la iglesia local ha dado de comer a millones de venezolanos en los últimos años. Y Maduro reconoce, a regañadientes, que declararle la guerra a Cáritas, a diferencia de a los obispos, es declararle la guerra al Vaticano, y perder esa ayuda que, aunque no reconoce necesitarla, ha mantenido vivos a miles.