ROMA - Los católicos que trabajan en la frontera de Perú, Bolivia y Chile se reunieron del 23 al 25 de mayo en Arica, Chile -una pequeña ciudad del norte del país- para reflexionar sobre la realidad de los migrantes en la región. Al final de la reunión de tres días, los participantes afirmaron que ningún país puede hacer frente por sí solo a los retos que plantea la crisis migratoria.

Muchos gobiernos de la región -sobre todo en Chile- han endurecido los requisitos de entrada, pero ni esto, ni la dureza del terreno, ni la duración de los viajes, ni la pandemia del COVID-19, han podido evitar que los latinoamericanos se pongan en marcha para buscar una vida mejor.

La migración en el continente ha aumentado debido a la incertidumbre económica, los problemas de seguridad y las crisis políticas. Sólo la situación en Venezuela ha generado más de cinco millones de migrantes, la mayoría de los cuales, unos 4,6 millones, están siendo aceptados por los países vecinos.

En una declaración final, los reunidos en el encuentro de mayo dijeron que "a la luz de la Palabra de Dios y de los testimonios de los participantes, somos conscientes de la complejidad de la urgente atención pastoral a nuestros hermanos y hermanas en situación de movilidad humana".

En tiempos marcados por las crisis políticas, sociales, económicas y humanitarias que atraviesan los países - agravadas por la pandemia - "es importante reconocer que ningún país de la región puede, actuando solo, hacer frente a los desafíos que presenta la migración".

Según Naciones Unidas, en 2021 había 210 millones de pobres en América Latina, uno de los continentes más desiguales del mundo en cuanto a la distribución de la riqueza.

"Las comunidades católicas, cada vez más libres de todo temor, están llamadas a tender puentes con los recién llegados promoviendo una auténtica cultura del encuentro", escribieron los participantes en el encuentro, citando al Papa Francisco.

"Estas comunidades están invitadas a ver la presencia de muchos migrantes y refugiados no cristianos o no creyentes como una oportunidad providencial para cumplir la misión evangelizadora a través del testimonio y la caridad."

El documento de la reunión hace hincapié en las acciones pastorales y sociales de todos los sectores de la sociedad para evitar que "se profundicen las grietas de la exclusión social" ante una cuestión tan abrumadora.

El grupo también destacó que, para muchas personas, "la migración sigue siendo una pena y un sufrimiento, que se agrava cuando reciben un trato deshumanizado por parte de las organizaciones estatales, civiles y/o eclesiásticas".

La sociedad en general, decía el mensaje del grupo, debe reflexionar y tratar de entender "que estamos ante una situación nunca antes vista en la región, marcada por procesos migratorios forzados que nos urgen a desarrollar acciones que fortalezcan los valores sociales, poniendo siempre a las personas como eje central."

El legítimo derecho de un Estado a defender su soberanía, escribieron, no puede hacerse "de manera indolente". Por el contrario, es "imprescindible humanizar el trato que reciben los migrantes, los refugiados, las víctimas de la trata y el tráfico ilícito, promoviendo procesos de acogida, protección e integración con dignidad, de acuerdo con la ley y respetando los tratados internacionales, sólo así se podrá desalentar la migración irregular."

En un comunicado, el obispo de Arica, Moisés Atisha Contreras, señaló que el encuentro se ha realizado ocho veces en los últimos 15 años.

"El tema siempre ha sido la situación fronteriza, la movilidad humana, la trata de personas", dijo. "Estas últimas dos, tres reuniones con esta, están marcadas principalmente por la migración forzada desde Venezuela, pero también la situación haitiana".