ROMA - Hay un dicho muy común en Argentina que se asocia con el hecho de votar a un político en vez de a otro: "Es corrupto, pero hace las cosas".

Lo contrario parece aplicarse ahora mismo a la jerarquía católica del país, con el sucesor del Papa Francisco en Buenos Aires, elegido a dedo, envuelto en una saga en desarrollo que implica la venta "irregular" de bienes de la Iglesia.

Aunque no hay nada que sugiera que haya ocurrido algo criminal bajo la vigilancia del cardenal Mario Poli, los movimientos parecen ser tan irregulares que el Papa Francisco ordenó una revisión de las transacciones.

Una auditoría realizada por la Congregación para el Clero del Vaticano no identificó los movimientos que levantaron sospechas, pero descubrió que dos comisiones arquidiocesanas que supervisan los asuntos financieros no estaban operativas o no estaban completamente formadas en el momento en que se enajenaron varias propiedades de la Iglesia de forma controvertida.

También instruyó al cardenal Poli para que sólo realizara "las operaciones económicas que actualmente son estrictamente necesarias", dado que se acerca a los 75 años, edad en la que está obligado a presentar su dimisión según la ley de la Iglesia.

El entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio dirigió la archidiócesis de la capital argentina desde 1998 hasta su elección al papado en 2013. Como tal, conoce bien la iglesia local y sus bienes.

La carta de cinco páginas, fechada el 28 de octubre y publicada por el diario argentino La Nación, pide al cardenal Poli que, "en la medida de lo posible, no disponga de más bienes pertenecientes a la arquidiócesis o a las parroquias, lo que parece haber ocurrido con frecuencia en los últimos tiempos".

El mensaje también solicita la "información contable" que fue prometida por el contable de la archidiócesis, tanto en persona como por correo electrónico, pero que aún no ha sido compartida con el dicasterio. Esto indica que, aunque todavía no se ha descubierto ninguna actividad delictiva real, la archidiócesis aún no está a salvo.

En un comunicado del 3 de mayo, la archidiócesis de Buenos Aires confirmó que funcionarios del Vaticano visitaron la ciudad el pasado octubre: "Durante la visita, la administración arquidiocesana puso a disposición toda la documentación contable, y en ningún caso se detectaron delitos o negociaciones".

El comunicado continúa: "Son muchas las obras de caridad que se llevan a cabo, sobre todo en los últimos años debido a la pandemia, que requieren recursos para sostenerlas en el tiempo."

Ante la reciente revisión, más de 250 sacerdotes de Buenos Aires firmaron una carta de apoyo al cardenal.

"Los sacerdotes de Buenos Aires siempre te hemos conocido como hermano, instructor del seminario y como obispo y pastor", dice la misiva. "Somos testigos de su honestidad e integridad moral, así como de su humildad, sencillez y austeridad".

No es la primera vez que el Papa Francisco presta mucha atención a las finanzas de su patria vinculadas a él. En 2016, envió una carta a los líderes de Scholas Occurentes, advirtiendo que "como padre y hermano, [temo] que comiencen a deslizarse por el camino de la corrupción." La carta llegó poco después de que les prohibiera aceptar una subvención de un millón de dólares que habían solicitado al gobierno argentino.

(Scholas es una especie de proyecto favorito del Papa Francisco, una iniciativa que comenzó como arzobispo de Buenos Aires. Su objetivo es construir "puentes de diálogo y encuentro" en las escuelas de todo el mundo, a través de la cultura, el deporte y las tecnologías, aunque muchos observadores se esfuerzan por comprender del todo lo que realmente hace).

Aunque sólo el tiempo dirá si la enajenación de las propiedades de la Iglesia en Buenos Aires supuso una mala gestión o corrupción, no deja de ser revelador que el Papa Francisco haya tenido la mente y el corazón para poner en duda las transacciones. Su interés y sospecha, sin embargo, llevan a otra pregunta formulada tanto por amigos como por enemigos locales desde los primeros días de su papado: "¿Por qué el Papa no viene a Argentina?"

Desde que fue elegido el 13 de marzo de 2013, el Papa ha visitado 55 países. Según su propio recuerdo, la vez que más cerca estuvo de volver a su país fue en 2017, durante el gobierno del centroderechista Mauricio Macri, en una visita que también lo habría llevado a Chile. Sin embargo, a petición de este último, el viaje se pospuso a enero, y visitar Buenos Aires en pleno verano se asemeja a visitar un pueblo fantasma. En su lugar, optó por ir a Perú.

Muchos argentinos que esperan ansiosamente la visita papal esperan que ayude a forjar la unidad en un país cada vez más dividido políticamente. Por supuesto, es plausible creer que si el Papa Francisco viera un interés honesto, y no un grupo de cuervos tratando de reclamarlo como propio para algún beneficio político, estaría en el primer avión hacia el sur.

En su patria, al Papa Francisco se le reprocha prácticamente todo: desde estar vinculado a mezquinas discusiones políticas hasta ser un hereje declarado. Las críticas, como han señalado los obispos del país, a menudo tienen más que ver con lo que se dice que ha dicho el Papa que con lo que realmente ha dicho. Sus expresiones han sido seleccionadas para que encajen en la narrativa de los creadores de opinión que han hecho un deporte olímpico al dar vueltas a sus palabras.

Prácticamente todos los viajes de Francisco han tenido un lema o tema fuerte. Fue a la República Centroafricana para predicar la paz en medio de una sangrienta guerra civil, y a Corea del Sur para animar a la disminución de las tensiones en la península. Incluyó a Cuba en su gira por Estados Unidos (un viaje originalmente previsto para el Papa Benedicto XVI) después de que ambos países le atribuyeran el mérito de ayudar a normalizar sus lazos diplomáticos.

Ha viajado a la isla griega de Lesbos y a México para llamar la atención sobre la crisis migratoria, y ha ido a Suecia, Georgia, Azerbaiyán, Albania, Irak, la Península Arábiga y Egipto para fomentar el ecumenismo, el diálogo interreligioso y la reconciliación.

Y en julio, si su rodilla maltrecha se lo permite, visitará Sudán del Sur y la República Democrática del Congo para arrojar luz sobre los conflictos en el rincón más pobre del planeta, en gran parte olvidado por el resto del mundo.

Aunque es un país en constante crisis política, Argentina no está al borde de una guerra civil o un conflicto armado; históricamente ha acogido a los inmigrantes; no ha visto una crisis de abusos clericales de una escala como la de Chile; y a pesar de tener el 50 por ciento de la población bajo el umbral de la pobreza, su gente está lejos de la hambruna generalizada.

Teniendo en cuenta todo esto, la pregunta es: "¿Por qué querría el Papa ir a Argentina?"