Después de un año sin peregrinos, turistas, y estudiantes universitarios de Estados Unidos, algunos estadounidenses que vivían en Roma han hecho las maletas y han regresado a casa. Pero otros que enseñan en programas de estudio en el extranjero o trabajan con peregrinos, han ampliado sus servicios a una clientela totalmente nueva: personas que nunca han visitado la Ciudad Eterna y que quizá nunca tengan la oportunidad de hacerlo.

Los viajes a Italia se redujeron casi un 70 por ciento en 2020, y aunque mucha gente espera que las campañas de vacunación permitan algún tipo de recuperación a finales del verano o a principios del otoño, nadie predice una rápida recuperación.

De pie frente a la Plaza de San Pedro el 15 de abril, observando que la policía superaba en número a los turistas -- y las gaviotas a ambos -- el desafío era claro para los ciudadanos estadounidenses cuyo trabajo depende del Vaticano, pero no es pagado por este.

Elizabeth Lev, una historiadora de arte, profesora, y guía turística, tal vez es una de las personas más ocupadas en el confinamiento, pero también ha forjado profundos lazos con guías turísticos italianos que llevan más de un año sin ingresos y se han dedicado a limpiar casas o a repartir comida para llevar.

Sin embargo, en una industria centrada menos en la peregrinación y más en el turismo con "el botón de la fe en velocidad lenta", Lev dijo que ha descubierto la profunda fe de muchos de sus colegas y cómo, "cuando las cosas estaban mal, de repente resulta ser un factor de impulso para ellos".

Ella y otros guías expertos fundaron la Galería de los Maestros de Roma, que ofrece recorridos virtuales y conferencias en internet sobre arte, arquitectura, e historia de la iglesia -- y a menudo las tres opciones en una. Ellos han tenido que aprender de tecnología y tratar de determinar los precios, aunque la Galería de los Maestros ofrece una conferencia semanal gratuita.

"Simplemente pedimos un donativo y hemos comprobado que la gente es muy generosa", expresó.

Aun así, dijo, con la pandemia, mucha gente se está dando cuenta de la importancia de las experiencias "reales", los encuentros cara a cara y las visitas verdaderas a los lugares. "Creo que es algo que entendemos en la Iglesia Católica de una manera muy especial. Después de este año de misas virtuales, creo que todos los católicos que volvieron a entrar en una iglesia y recibieron la eucaristía realmente comprendieron que este asunto importa".

Los estadounidenses que viven en el exterior no son los únicos que han pensado en marcharse o que lo han hecho, señaló Lev. "Hay como una sacudida dramática" debido a la situación económica, las restricciones y, en general, a cómo "la belleza de la vida aquí se ha oscurecido para ellos".

Eso no ha ocurrido para Ashley Noronha y su marido, John. Son fundadores del Proyecto Verdad y Belleza, que ofrece a los visitantes de Roma y el Vaticano experiencias diseñadas para ayudarles a "comprender las raíces de su fe y su identidad cristiana, utilizando el arte y la belleza para enseñar lo que significa vivir una auténtica vida cristiana".

Llegaron a Roma poco después de casarse, en 2008, para realizar estudios de postgrado, pero, según ella, "irse o quedarse en Roma está siempre sobre la mesa". Es algo por lo que rezan, pero también "improvisan" diferentes trabajos para mantenerse.

"Vivir en Roma verdaderamente ayuda a darte cuenta de la belleza de vivir en la providencia y confiar sólo en la gracia de Dios", acotó.

Además de ofrecer excursiones, los Noronha escriben un blog e imparten cursos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, y Ashley es la corresponsal en el Vaticano de Relevant Radio. Esos trabajos han continuado, en persona o en línea, a través de las diversas etapas de confinamiento en Italia.

Mountain Butorac, quien fundó "The Catholic Traveler" (El viajero católico) en 2004, se trasladó a Roma con su esposa y sus hijos hace siete años. Butorac cuenta que organizar y dirigir peregrinaciones es su trabajo y su vocación.

Antes de que se declarara la pandemia en marzo de 2020, dijo, estaba en el proceso de tener su año más ocupado y exitoso. Entonces todo se detuvo.

"Pero me adapté. Pude empezar a compartir la fe cada vez más en las redes sociales, con videos y podcasts, y la verdad es que ha sido un gran año en lo que se refiere al negocio", manifestó. Siempre habrá gente que no pueda viajar, así que los viajes virtuales y las charlas le han ayudado a poder dirigirse a un público mucho más amplio.

Y sus seguidores han sido generosos apoyándole a través de Patreon, un sitio cibernético que alberga servicios de suscripción para una gran variedad de creadores de contenidos.

"Hubo algunos momentos en los que pensamos que tal vez deberíamos volver a Estados Unidos, pero pensamos que aquí es donde teníamos que estar en este momento, así que nos quedamos", dijo.

"He tenido bastantes amigos guías", dijo Butorac, "que han vuelto a Estados Unidos. No hay trabajo, no hay forma de pagar el alquiler, así que se han mudado de nuevo con sus padres".

Cuando se le preguntó si había un lugar en Roma que fuera especialmente significativo para él durante la pandemia, Butorac hizo referencia a "la Scala Santa, la Escalera Santa", que según la tradición son las escaleras por las que subió Jesús cuando Poncio Pilato lo llevó ante la multitud y lo entregó para ser crucificado. La tradición dice que Santa Elena, madre del emperador Constantino, trajo las escaleras a Roma desde Jerusalén en el año 326 d.C.

Las escaleras "nos dan un anticipo de la pandemia, porque es un poco dolorosa", dijo Butorac. "Subes estas escaleras de rodillas y aprendes que la vida no siempre es fácil, aunque sólo sean 28 escalones los que estás subiendo".