El miércoles 25, durante su audiencia pública semanal, el Papa Francisco rezó por las víctimas del último atentado yihadista en Niger, que tuvo lugar el domingo. Al menos 137 personas fallecieron en la masacre.
Francisco condenó el ataque desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, en el Vaticano, y pidió a los nigerinos no perder la confianza “en el camino de la democracia, de la justicia y de la paz”.
“He recibido con dolor la noticia de los recientes ataques terroristas en Níger, que han provocado la muerte de 137 personas. Rezamos por las víctimas, por sus familias y por toda la población, para que la violencia no derrote la confianza en el camino de la democracia, de la justicia y de la paz”, dijo el papa.
La violencia ha ido en aumento en este país africano luego de las elecciones presidenciales del 21 de febrero. La comisión electoral declaró a Mohamed Bazoum, candidato del partido del ahora ex – presidente Mahamadou Issoufou, quien dejó voluntariamente el poder después de dos términos de cinco años cada uno.
El reemplazo de Issoufou por su antiguo ministro del interior es el primer traspaso de poder de Níger entre líderes electos desde la independencia de Francia en 1960.
Sin embargo, el candidato opositor Issaka Souna no reconoce el resultado electoral en este empobrecido país que en los últimos años ha sufrido ataques de grupos armados que se han extendido desde Mali en el oeste y Nigeria en el sureste.
Esta disputa electoral ha llevado a Níger a una situación de gran desestabilidad y vacío de poder. La Comisión Electoral insiste en que Bazoum obtuvo más del 55 por ciento de los votos, pero los candidatos opositores continúan denunciando fraude electoral.
Sin embargo, lejos de llamar al diálogo y a que los resultados sean revisados pacíficamente, la oposición ha hecho un llamado a la desobediencia civil indefinida en todo el país, además de pedir la intervención de las fuerzas de defensa y seguridad para defender la soberanía del pueblo y la democracia.
En medio de este vacío de poder, los grupos terroristas encontraron terreno fértil para perpetrar masacres como las del domingo, cuando sujetos armados a bordo de motocicletas abrieron fuego contra varias aldeas ubicadas en la frontera entre Níger y Mali, dejando al menos 137 muertos.
En enero, luego de que el gobierno anunciara que la elección presidencial se definiría en una segunda ronda el 21 de febrero, al menos 100 personas fueron asesinadas en las localidades occidentales de Tchombangou y Zaroumdareye. Hace menos de una semana otro ataque dejó 66 decesos.
Vatican News cita al portavoz del gobierno de Níger, Zakaria Abdourahamane, quien dice que los terroristas islamistas “tratan de forma sistemática a la población civil como objetivos. Estos bandidos armados han dado un paso adelante hacia el horror y la brutalidad”.
El ataque tuvo lugar el día en el que la Corte Constitucional confirmó a Bazoum como el ganador de las elecciones. Tomará posesión del cargo el próximo 2 de abril.
Los asesinatos han sacudido a Níger, uno de los países más pobres del mundo en el corazón de la parte occidental de la región del Sahel golpeada por la violencia, y han provocado la condena internacional.
Esta franja de tierra semiárida es disputada por combatientes vinculados a al-Qaeda y el Estado Islámico, que entre 2014 y 2017 perpetró un genocidio contra cristianos y yazidis en Irak. Sin embargo, después del ataque del domingo, que vio a unos 200 milicianos armados moverse en motocicleta, ninguno de estos grupos se atribuyó la masacre.
La creciente violencia, que tiene una amplia gama de motivaciones que van desde políticas y económicas a étnicas y religiosas, es sin duda el mayor desafío que debe enfrentar el presidente electo. Sin embargo, la historia ha demostrado que, sin la colaboración de la oposición, le será difícil detener la ola de violencia.
La crisis actual de Níger no puede sino leerse en el contexto de la crisis en el Sahel: los cinco países que se suelen incluir en este cordón- Mauritania, Mali, Burkina Faso, Níger y Chad- son parte de un área geográfica mayor que cruza África desde la costa Atlántica en Occidente, pasando por el norte de Nigeria hasta alcanzar a Sudán en el este.
La población del Sahel es la de mayor crecimiento del mundo, y su crecimiento poblacional es diametralmente opuesto a su crecimiento económico: Níger es el cuarto país más pobre del mundo, pero los otros lo siguen de cerca. En Mali, por ejemplo, el ingreso anual per cápita está estimado en $1,953, y es el más alto de la región.
La pobreza en la región es crónica, y según los expertos, el cambio climático está profundizando la crisis, con sequías extremas. Los gobiernos son débiles cuando no corruptos, y las carencias en el desarrollo son muchas.
Y la violencia continúa: para mediados de enero, la región ya había alcanzado un histórico desplazamiento de dos millones de personas que huyen de diversos grupos armados, que no solo matan sin piedad, sino que además queman cosechas y destruyen hogares.
Aún no hay estadísticas actuales, pero lo sucedido en los primeros seis meses del 2020, mientras el mundo luchaba por contener la pandemia del coronavirus, más de 5,000 personas fueron brutalmente asesinadas en el Sahel, y la violencia ha ido en aumento desde entonces.
Diversos observadores internacionales han advertido que si no se comienza a dar una respuesta integral a los problemas que afectan a la región, la crisis puede terminar siendo incluso peor que la de Siria, considerada la mayor catástrofe humanitaria de la actualidad, con 90 porciento de la población en la pobreza.
Estas estadísticas ayudan quizá, a poner en contexto y a explicar la urgencia con la que el Papa Francisco rezó por la paz en Mali, un llamado que tiene una fuerte resonancia en todos lo países de la region.