El papa Francisco resumió su "peregrinación de fe y penitencia" a Iraq con el siguiente rezo:

"Si Dios es el Dios de la vida, porque así es, entonces está mal que matemos a nuestros hermanos y hermanas en su nombre.

"Si Dios es el Dios de la paz, porque así es, entonces está mal que hagamos guerra en su nombre.

"Si Dios es el Dios del amor, porque así es, entonces está mal que odiemos a nuestros hermanos y hermanas".

La visita del papa Francisco comenzó el 5 de marzo en Bagdad, donde se reunió con funcionarios del gobierno en el opulento palacio presidencial -- que una vez fue el hogar de Saddam Hussein y que luego pasó a ser la sede de las fuerzas de la coalición, liderada por Estados Unidos, que invadió el país en 2003.

Con los preceptos de protocolo tratados en menos de tres horas, el Santo Padre continuó con el objetivo de su peregrinaje: visitar lugares de fe y sufrimiento, rendir homenaje a los inocentes fallecidos, y abrazar a los sobrevivientes.

El Sumo Pontífice echó la culpa de la muerte y la destrucción directamente a la tendencia humana pecaminosa de definir a algunas personas como "nosotros" y a otras como "ellos".

Esa inclinación, a la que todos los creyentes deben resistir, explica por qué el papa dijo a funcionarios del gobierno y a líderes cívicos el 5 de marzo: "Vengo como penitente, pidiendo perdón al cielo y a mis hermanos y hermanas por tanta destrucción y crueldad. Vengo como un peregrino de paz en el nombre de Cristo, príncipe de paz".

Durante el viaje, el papa Francisco no mencionó la invasión de Iraq, liderada por Estados Unidos, y el derrocamiento del gobierno. Y, aunque habló de "terrorismo" y guerra, refiriéndose a la destrucción de 2014-2017 provocada por los militantes del Estado Islámico, no nombró al grupo hasta que estuvo en el avión de regreso a Roma.

Incluso en ese entonces, su objetivo no era condenar al Estado Islámico, sino honrar a los cristianos, yazidíes, y musulmanes que se resistieron a sus esfuerzos por establecer una visión retorcida y estrecha de un califato islámico.

"La vida de los cristianos en Iraq es una vida difícil, pero no solo la vida de los cristianos. Acabo de hablar sobre los yazidíes y otras religiones que no se sometieron al poder de Daesh", dijo a los periodistas, utilizando las siglas en árabe de los militantes.

Esta resistencia, expresó, "les dio una fuerza muy grande".

La fuerza para avanzar, reconstruir, y restaurar las relaciones de parentesco y respeto a través de las fronteras religiosas y étnicas fue un tema constante durante el viaje del papa Francisco.

Este tema fue aun más impactante en medio de las ruinas.

Con representantes de comunidades musulmanas, cristianas, yazidíes, y mandeanas, entre otras, el papa Francisco hizo una peregrinación el 6 de marzo a Ur, una excavación arqueológica en una llanura desértica, a unas 10 millas de la ciudad actual de Nasiriyah.

Allí, en el lugar de nacimiento del patriarca Abraham, la primera persona en creer en el único Dios y padre de todos, el Santo Padre llamó a todos los creyentes a demostrar su fe, tratándose unos a otros como los hermanos y hermanas que son.

“Desde este lugar, donde nació la fe, de la tierra de nuestro padre Abraham, afirmemos que Dios es misericordioso y que la mayor blasfemia es profanar su nombre odiando a nuestros hermanos y hermanas”, señaló el papa.

"La hostilidad, el extremismo, y la violencia no nacen de un corazón religioso: son traiciones a la religión", insistió.

El viaje de la paz, dijo, comienza con "la decisión de no tener enemigos".

El 7 de marzo en Mosul, en medio de las ruinas de cuatro iglesias que los combatientes del Estado Islámico habían convertido en una enorme pila de escombros, el papa Francisco no nombró a un enemigo, pero señaló las "trágicas consecuencias de la guerra y la hostilidad".

Con el Estado Islámico desaparecido y el trabajo en marcha para restaurar las iglesias y mezquitas dañadas de Mosul, el papa Francisco proclamó que hoy "reafirmamos nuestra convicción de que la fraternidad es más duradera que el fratricidio, que la esperanza es más poderosa que el odio, que la paz es más poderosa que la guerra".

"Esta convicción habla con mayor elocuencia que las voces pasajeras de odio y violencia", continúo diciendo, "y nunca podrá ser silenciada por la sangre derramada por aquellos que pervierten el nombre de Dios para seguir caminos de destrucción".

Al regresar a Roma, el Sumo Pontífice dijo a los periodistas que había visto fotos del sitio de antemano, pero que no lo habían preparado para la realidad de estar allí.

"Me detuve frente a la iglesia destruida y simplemente no tenía palabras. Es algo que no puedes creer, no puedes creerlo", acotó. "Es increíble nuestra crueldad humana".

La primera noche del viaje, el papa se había reunido con los obispos iraquíes y representantes de los sacerdotes y religiosos del país en la restaurada catedral católica siríaca de Nuestra Señora de la Liberación, también conocida como Nuestra Señora de la Salvación.

Es una iglesia, dijo, "santificada por la sangre de nuestros hermanos y hermanas" asesinados en un ataque terrorista que sacudió al mundo. Cuarenta y ocho miembros de la iglesia, incluidos dos sacerdotes y un niño de 3 años, murieron el 31 de octubre de 2010, cuando militantes pertenecientes a un grupo vinculado a al-Qaida interrumpieron un servicio, detonaron explosivos, y dispararon a personas.

La memoria de los mártires cristianos de Iraq, dijo, debe "inspirarnos a renovar nuestra propia confianza en el poder de la cruz y su mensaje salvador de perdón, reconciliación, y renacimiento".

"Los cristianos están llamados a dar testimonio del amor de Cristo en todo momento y lugar", dijo el papa a los líderes católicos. "Este es el Evangelio que debe ser proclamado y encarnado también en este amado país".

Las campanas resonaron en Qaraqosh el 7 de marzo para dar la bienvenida al papa a otra parroquia católica siríaca, la Iglesia de la Inmaculada Concepción, que fue profanada durante su uso como base por los combatientes del Estado Islámico, quien convirtieron el patio en un campo de tiro.

Si bien gran parte de la ciudad aún necesita ser reconstruida, el papa Francisco dijo que la presencia de las multitudes jubilosas dentro y fuera de la iglesia "muestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra".

"La última palabra pertenece a Dios ya su hijo, el vencedor del pecado y la muerte", dijo el Santo Padre. "Incluso en medio de los estragos del terrorismo y la guerra, podemos ver, con los ojos de la fe, el triunfo de la vida sobre la muerte".

Con los invitados musulmanes y yazidíes uniéndose a los católicos en la iglesia, el papa Francisco dijo a la gente que "este es el momento de restaurar no solo los edificios, sino también los lazos de comunidad que unen a las comunidades y familias, a los jóvenes y a los ancianos".