Los obispos católicos que lideran las diócesis de Estados Unidos y México a lo largo de la frontera que los separa, junto con el presidente del comité de migración de los obispos estadounidenses, emitieron una declaración conjunta el 1 de abril instando a los gobiernos, los líderes políticos y la sociedad civil a "trabajar juntos para acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes".

Los prelados también pidieron a estos líderes que "trabajen con otros países de la región para eliminar las condiciones que obligan a sus ciudadanos a recurrir a la migración peligrosa e irregular".

Emitieron la declaración en respuesta a la crisis humanitaria que se vive en la frontera entre México y Estados Unidos desde hace semanas, cuando cientos de migrantes de Centroamérica y de muchos otros lugares llegan cada día buscando refugio en Estados Unidos.

Los obispos dijeron que son "testigos a diario del dilema que encaran nuestros hermanos y hermanas migrantes. Para la mayoría de ellos, la decisión de emigrar no está motivada por una indiferencia hacia su patria o la búsqueda de prosperidad económica. Es cuestión de vida o muerte. La situación es aún más difícil para los niños".

Dijeron que los retos que se plantean en la frontera, que lleva tantos a buscar refugio en Estados Unidos, requieren soluciones humanitarias.

"Sin duda, las naciones tienen derecho a mantener sus fronteras. Esto es vital para su soberanía y autodeterminación", escribieron los obispos. Al mismo tiempo, "existe una responsabilidad compartida de todas las naciones para preservar la vida humana y proporcionar una inmigración segura, ordenada y humana, incluyendo el derecho al asilo", dijeron.

Los obispos también citaron al papa Francisco: "El diálogo persistente y valiente no genera titulares, pero ayuda silenciosamente a que el mundo viva mucho mejor de lo que imaginamos".

Dijeron que la unidad familiar debe ser una parte vital de cualquier respuesta a lo que está sucediendo en la frontera y pidieron que "se brinde especial atención a las poblaciones particularmente vulnerables, como los niños".

"Pedimos encarecidamente que se establezcan estructuras y se realicen reformas en nuestras leyes tanto para promover una cultura de acogida para nuestros hermanos y hermanas como para respetar la soberanía y la seguridad de nuestros países", añadieron.

Los obispos estadounidenses y mexicanos dijeron que se comprometen a seguir apoyando los esfuerzos de sus gobiernos para proteger y cuidar a las personas y familias que se sienten obligadas a emigrar. Para lograrlo, afirmaron su compromiso con "el trabajo continuo de las organizaciones católicas en la frontera y en otros lugares, las cuales son generosamente atendidas por los laicos, las personas consagradas y el clero".

También señalaron que su declaración debe tomarse en el contexto del momento en que se emitió: durante la Semana Santa.

"Nos sentimos animados a seguir adelante, ayudando a los migrantes, conscientes de que, aunque el camino que tenemos por delante es largo y arduo, no es imposible si lo recorremos juntos", dijeron.

La carta fue firmada por los siguientes prelados estadounidenses: monseñor Mario E. Dorsonville, obispo auxiliar de Washington y presidente del Comité de Migración de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos; monseñor Mark J. Seitz, obispo de El Paso, Texas; monseñor James A. Tamayo, obispo de Laredo, Texas; monseñor Edward J. Weisenburger, obispo de Tucson, Arizona; monseñor Daniel E. Flores, obispo de Brownsville, Texas; monseñor Peter Baldacchino, obispo de Las Cruces, Nuevo México; monseñor Robert W. McElroy, obispo de San Diego; monseñor Michael J. Sis, obispo de San Angelo, Texas; y el arzobispo Gustavo García-Siller de San Antonio.

Los siguientes obispos mexicanos firmaron la carta: monseñor José Guadalupe Torres Campos, obispo de Ciudad Juárez, Chihuahua; monseñor Jesús José Herrera Quiñones, obispo de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua; monseñor Alonso Garza Treviño, obispo de Piedras Negras, Coahuila; monseñor Enrique Sánchez Martínez, obispo de Nuevo Laredo, Tamaulipas; monseñor Eugenio Andrés Lira Rugarcía, obispo de Matamoros, Tamaulipas; y monseñor Hilario González García, obispo de Saltillo, Coahuila.