ROMA - El obispo nicaragüense Silvio José Báez, auxiliar de Managua que vive exiliado en Miami desde 2020, dijo el domingo que "cuando alguien se arrepiente y decide cambiar, hay que apoyarlo con cariño".
Báez llamó el domingo a la iglesia a no rechazar ni "juzgar con ligereza" a los trabajadores del Estado, dentro y fuera de Nicaragua, que decidan denunciar y salir de la estructura de poder de la administración de Daniel Ortega y su mujer, Rosario Murillo. El prelado calificó al gobierno como una dictadura.
El obispo habló durante una homilía sobre la parábola del hijo pródigo, que narra el arrepentimiento de un hijo que abandonó a su padre pero que luego regresa pidiendo perdón.
El prelado destacó las similitudes entre el hijo pródigo y Arturo McFields Yescas, ex embajador de Nicaragua ante el Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), que acusó al gobierno de Ortega de violar los derechos humanos en Nicaragua. El jueves, el ex embajador también se refirió a la situación de vulnerabilidad de los más de 170 presos políticos que enfrentan serios problemas de salud.
McFields, que ocupó el cargo desde noviembre de 2021, dijo que hablaba en nombre de los presos políticos de Nicaragua y de los asesinados desde que estallaron las protestas antigubernamentales en la nación centroamericana en 2018.
Durante sus declaraciones, publicadas por la OEA en Twitter, el embajador dijo que "denunciar la dictadura en mi país no es fácil, pero seguir callando y defendiendo lo indefendible, es imposible."
"Tengo que hablar, aunque tenga miedo. Tengo que hablar aunque mi futuro y el de mi familia sea incierto", añadió.
También denunció la falta de libertad de expresión en Nicaragua y dijo que las elecciones que aseguraron el cuarto mandato consecutivo de Ortega "no eran creíbles."
McFields cerró su intervención diciendo a la OEA que la gente dentro y fuera del gobierno está "cansada de la dictadura y de sus acciones."
Poco después de su intervención, el Ministerio de Asuntos Exteriores nicaragüense emitió un comunicado en el que decía que "el señor Arturo McFields no nos representa y, por tanto, ninguno de sus comentarios es válido."
Báez, por su parte, defendió al embajador.
"A veces somos muy duros con los que, después de vivir mal, deciden encauzar su vida por los caminos del bien y la justicia", dijo el obispo. "No sabemos perdonar. La parábola nos invita a ampliar el horizonte de nuestro corazón a la medida de la misericordia del padre. Cuando alguien se arrepiente y decide cambiar, debemos apoyarlo con afecto. Cuando alguien que se ha equivocado, reconoce sus pecados y rectifica, siempre se avergüenza y necesita nuestra cercanía y nuestra comprensión", dijo el obispo durante la misa en la iglesia de Santa Águeda de Miami.
"No permanezcamos indiferentes ante estos hermanos, ni seamos rígidos de corazón pensando que hay personas que no son dignas de recibir el abrazo y el perdón de Dios", añadió.
"En nuestra sociedad puede haber personas que, por la razón que sea, han colaborado con el sistema injusto dominante, pero que un día entran en razón y deciden cambiar", dijo el obispo. "No es fácil para ellos. Temen las represalias del régimen y la incomprensión de la sociedad. Hay que valorar su decisión".
El líder religioso recordó que muchos funcionarios cómplices del régimen de Ortega "deciden salir de la cárcel ideológica en la que han vivido, liberarse de la humillación a la que han sido sometidos, denunciar la injusticia y colocarse en el lado correcto de la historia."
"Apoyemos a estos hermanos y hermanas. No nos preguntemos: ¿Por qué no lo hizo antes, es sincero, merece ser abrazado? No nos detengamos en los errores pasados de los demás, no sigamos señalando con el dedo las cosas malas que han hecho. Sintonicemos con el corazón de Dios y ofrezcamos a estas personas comprensión, apoyo y perdón", continuó.
Báez también recordó que "la casa del padre de la parábola es el mundo, es nuestra sociedad. Estamos llamados a alegrarnos de poder vivir todos juntos en la gran casa del padre, la casa del amor y de la vida. Que la imagen de Dios que Jesús quiso revelarnos quede grabada en nuestros corazones para siempre. Dios es un padre escandalosamente bueno y misericordioso, para el que no hay puros ni impuros, ni cercanos ni lejanos, ni buenos ni malos".
"Dios es un padre que nos acoge a todos y nos perdona, hace fiesta por nosotros y nos ayuda a todos a levantarnos si nos dejamos abrazar por él", dijo el obispo.