Después de ridiculizar la Cienciología, los textos de rap y a los estudiantes de actuación de la generación del milenio, la comedia dramática de viejos gruñones de Netflix llamada “El método Kominsky” abordó las luchas de género.
En una escena dentro de otra escena, Morgan Freeman retoma el papel de “Quincy, M.E.”, pero interpreta al patólogo que resuelve crímenes como un personaje “de género fluido”. Mientras disecciona un cadáver, él instruye a su —cada vez más confundido— joven asistente, sobre los pronombres y el lenguaje no sexista de la ideología transgénero.
No se dice “hija”. Hay que decir “infante” y el abuelo se convierte en abue (lo cual es un menor indicador de género, explica Quincy). En cuanto Buzz Lightyear, el astronauta de “Toy Story”, es “totalmente cisgénero, ginosexual por no decir más”.
Después de la escena, Morgan Freeman le pregunta a Sandy Kominsky (interpretado por Michael Douglas) si entendió de qué estaban hablando. Cuando Sandy dice que, verdaderamente, no, Freeman culpa a los escritores, llamándolos “hostigadores”.
Cuando se trata de luchas transgénero, en estos tiempos todos se sienten un poco acosados.
Por una parte, quienes experimentan problemas de identidad de género se sienten hostigados por la violencia dirigida a las personas transgénero, así como también por una reacción política que quiere prohibir el uso de pronombres no relacionados con el sexo biológico y por el uso de baños que se ajusten a su identidad de género.
Por la otra, los críticos transgénero no sólo se sienten un poco hostigados por los pronombres y el argot de los que se burlaba “Kominsky”, sino que también están cada vez más preocupados por la inserción en la legislación del lenguaje relacionado con los derechos transgénero, lo cual puede eliminar la reserva de conciencia de los médicos y de otras personas que se niegan a realizar o a respaldar una cirugía de reasignación de género.
Cuando Amazon se negó a vender la crítica del movimiento transgénero, “Cuando Harry se convirtió en Sally: Respondiendo al tiempo transgénero”, de Ryan Anderson, esto dio la voz de alarma.
A este peligroso campo de batalla ideológico, los eclesiásticos católicos han entrado con cautela, tratando de equilibrar la preocupación por las personas a las que ellos ven que están sufriendo de “disforia de género” y, al mismo tiempo, rechazando la disponibilidad a usar hormonas y cirugía para cambiar el “género asignado en el nacimiento”.
En términos más generales, los líderes de la Iglesia ponen sobre aviso acerca de los peligros de una “ideología de género”, es decir, de una separación intelectual del concepto de género con respecto al sexo biológico, lo cual hace que la identidad de uno sea fluida y se vuelva una cuestión de elección más que de un don que Dios nos ha otorgado.
El Obispo Michael Burbidge, de la Diócesis de Arlington, es el que ha abordado este tema más recientemente, al publicar “Una catequesis sobre la persona humana y la ideología de género” (Diócesis de Arlington, Virginia), el Obispo Burbidge expresa su simpatía hacia aquellos que sufren de disforia de género, que él define como “una condición psicológica en la que un hombre o una mujer, biológicamente hablando, llega a sentir que su identidad emocional y / o psicológica no coincide con su sexo biológico y ‘experimenta una angustia significativa’ como resultado de esto”.
Aunque el Obispo Burbidge dice que estos casos “siempre deben ser abordados con caridad pastoral y con compasión”, dice también que esta respuesta debe estar “arraigada en la verdad”. Y advierte que “la creencia en una identidad ‘transgénero’ rechaza el significado del cuerpo sexuado”, en lugar de buscar “la validación de la identidad autodefinida por la persona”.
El Obispo Burbidge critica la ideología transgénero “como parte de una confusión más extendida en nuestra cultura acerca del cuerpo, de la sexualidad, del hombre, de la mujer, etc.” Asimismo, el Papa Francisco ha criticado la teoría de género, llamándola una “colonización ideológica”.
Tanto el Papa como el Obispo Burbidge advirtieron sobre los peligros de que las escuelas sean utilizadas para propagar la ideología de género, una situación que la Congregación para la Educación del Vaticano ha llamado una “crisis educativa”. Sin embargo, tanto el Papa como el Obispo Burbidge hacen un apremiante llamado al cuidado pastoral y al acompañamiento de las personas que luchan contra la disforia de género.
A pesar de que tanto las mesas directivas de las escuelas como los gobiernos estatales se disputan por las implicaciones políticas de las luchas de género, existe una batalla similar sobre las implicaciones médicas de este asunto. Ha surgido una especie de mini-industria que ofrece tratamientos de “afirmación de género”, tales como cirugías y medicamentos, para abordar la confusión interna que una persona que sufre de disforia sexual puede estar experimentando. Los críticos citan estudios que dicen que la mayoría de los niños que experimentan problemas de identidad de género los superan en la edad adulta temprana, y advierten contra las intervenciones tempranas que no sean reversibles.
“Los padres de familia no deben buscar, bajo ninguna circunstancia, una ‘terapia de afirmación de género para sus hijos’ ”, aconsejó el Obispo Burbidge.
Sin embargo, culturalmente hablando, el movimiento transgénero está viviendo su auge. Estrellas del pop tales como Demi Lovato confiesan ser “no binarios” y piden ser identificados con el pronombre “ellos”. Según informes, la nueva Victoria’s Secret contrató a una modelo transgénero, y Rachel Levine, oficial de salud transgénero, fue asignada en marzo como subsecretaria de salud de la administración de Biden.
En este entorno, la Iglesia (como es habitual, dirían algunos) se encuentra en una situación difícil. El Obispo Burbidge invita insistentemente a los padres a “resistir las soluciones simplistas presentadas por los defensores de la ideología de género”, pero enfatiza también que “la Iglesia no enseña que la gente que experimenta disforia o confusión de género sea inmoral o mala”, y que es “esencial” que quienquiera que trabaje con gente que experimenta tal confusión “escuche y trate de comprender las experiencias de estas personas”.
Como el mismo Papa Francisco lo reconoce en “Amoris Laetitia” (“La alegría del amor”), “una cosa es comprender la debilidad humana y las complejidades de la vida, y otra aceptar ideologías que intentan desunir lo que son aspectos inseparables de la realidad”.