ROMA - Con todos los líderes de la oposición encarcelados y sus partidos políticos prohibidos, Daniel Ortega y Rosario Murillo ganaron las elecciones presidenciales nicaragüenses celebradas el domingo. Sólo votó un obispo católico de los 13 que hay en el país.
Al amanecer del lunes, el Consejo Supremo Electoral de Nicaragua anunció que, con aproximadamente la mitad de las boletas escrutadas, Ortega había ganado con cerca del 75% de los votos. Con esta victoria se aseguró su cuarto mandato consecutivo, aunque el quinto en su vida, ya que gobernó el país en la década de 1980.
Washington había calificado las elecciones como una farsa debido a la supresión de la oposición por parte del veterano líder, y la Unión Europea las había calificado de "falsas".
En un comunicado emitido antes de que se anunciara el resultado, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que Ortega y su esposa, la vicepresidenta Murillo, habían orquestado una "pantomima de elecciones que no fueron ni libres ni justas."
En las semanas previas a las elecciones del 7 de noviembre, los obispos católicos publicaron varias declaraciones en las que argumentaban que la democracia del país estaba en peligro porque no se respetaban los derechos básicos. También dijeron que estaba "en la conciencia de cada uno" de los ciudadanos decidir si votaban o no.
El obispo René Sándigo, de la diócesis de León, fue el único obispo católico que participó en las elecciones.
Ortega es un exlíder guerrillero marxista que ayudó a derrocar la dictadura derechista de la familia Somoza a finales de la década de 1970, y en las últimas décadas se ha convertido en el dictador que ayudó a derrocar.
El sábado, un día antes de las elecciones, las familias de unos 150 presos políticos enviaron una carta al Papa Francisco en la que le pedían que alzara su voz instando a que se respetaran los derechos humanos básicos en Nicaragua.
"Solicitamos su intervención humanitaria", escriben. "Todos nuestros familiares han sido detenidos y encarcelados sin el debido proceso, como han atestiguado las organizaciones internacionales y de derechos humanos".
También escriben que se estima que unas 150.000 personas opositoras al régimen han tenido que huir, ya sea a Estados Unidos o a Costa Rica, y que los que aún permanecen en Nicaragua apenas han podido ver a sus familiares encarcelados, “constatando el grave estado de desnutrición en el que se encuentran, el aislamiento, la incomunicación, la insalubridad”.
“Su Santidad, esto no es un asunto político, es un asunto humanitario”, escribieron. “Nuestras familias están sufriendo. La iglesia está siendo acosada, desde sacerdotes hasta alta jerarquía han tenido que esconderse, exiliarse y también temen por su vida”.
Entre los que han tenido que abandonar el país está el obispo Silvio Báez, que vive su exilio en Miami, después de que el Papa Francisco le ordenara salir de Nicaragua para salvar su vida.
"Hoy no es un día de victoria para nadie en Nicaragua", dijo el prelado durante su homilía, celebrada en el Santuario Nacional de Washington, por invitación de monseñor David Malloy, presidente de la comisión internacional de Justicia y Paz de los obispos estadounidenses.
"Hoy es un día más del doloroso camino de lágrimas y muerte que ha vivido nuestro país y que ha dejado tantas víctimas inocentes, a quienes no podemos ni queremos olvidar”, dijo Báez. La misa fue televisada y difundida a través de las redes sociales.
“El mundo entero tiene puesto los ojos en nuestro país a causa del ilegítimo evento que hoy allá se realiza”, dijo en referencia a las elecciones presidenciales.
El obispo auxiliar de Managua, en el exilio desde 2019, dijo que era imposible no pensar en Nicaragua, instando a los presentes, pero sobre todo a sus compatriotas, a no pasar la página, "ignorando la verdad y burlando la justicia".
“Hoy parecen imponerse las oscuras ambiciones de poder de quienes han hecho añicos nuestro país y sus cínicos discursos con los que han intentado distorsionar la historia y ocultar la verdad. Sin embargo, hoy no termina la historia de Nicaragua. Hoy no es el final, sino el inicio de una etapa llena de retos y esperanzas, de luchas y compromisos, de unidad y de generosidad”, dijo Báez, quien llamó a la esperanza.
Recordó a los asesinados por la represión, a los que se han visto obligados a exiliarse y a “quienes han sido encerrados injustamente en la cárcel y son tratados con crueldad simplemente por querer un país mejor”.
Los obispos y sacerdotes están entre los acosados por el poder Ejecutivo, y aunque los prelados han sido tiroteados, torturados y encerrados en sus iglesias sin agua ni electricidad, el gobierno ha evitado hasta ahora encarcelar a los obispos.
En sus apariciones públicas de este año, Ortega y Murillo han acusado a los obispos de ser "golpistas", de ser "hijos del diablo", de ser "agentes extranjeros" y de predicar un falso cristianismo.
Ortega también ha enviado a la policía para intimidar a obispos y sacerdotes, con una caseta policial instalada frente a la casa del cardenal Leopoldo Brenes, que ha estado prácticamente ausente de la escena pública desde finales de septiembre, recuperándose de COVID-19.
Aunque el gobierno afirma que más del 70% de la población votó, el observatorio independiente Urnas Abiertas informó que hubo un 81% de abstención en todo el país.
El padre Pedro Méndez, de la diócesis de Masaya, cercana a la capital, fue torturado por el gobierno en 2018 como parte del "operativo de limpieza" que siguió al levantamiento social de abril de ese año. En su iglesia, con el apoyo de sus feligreses, colgó una pancarta que dice que su "dedo quedará limpio", porque no lo mancharán para confirmar que votaron, como tienen que hacer los nicaragüenses. En este país centroamericano no hay voto electrónico ni por correo.
La parroquia no votará porque "la Iglesia es perseguida", porque "los obispos y los sacerdotes no son los resortes del diablo, ni los golpistas ni los terroristas", por los que están "encarcelados, exiliados y desempleados" y por los que "han muerto pidiendo libertad".