Dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados en una región escarpada de México plagada de violencia mientras daban refugio a una persona perseguida por un pistolero, según la Compañía de Jesús y las autoridades estatales.

Los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar murieron defendiendo su parroquia en la comunidad de Cerocahui, en las Barrancas del Cobre del estado de Chihuahua, que atiende a la población indígena tarahumara.

El Papa Francisco habló al respecto durante su audiencia general el miécoles, expresando su "dolor y consternación" por el asesinato de los dos sacerdotes y un laico.

"¡Cuántos asesinatos en México! Estoy cerca con afecto y oración a la comunidad católica afectada por esta tragedia", dijo. "Una vez más, repito que la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento innecesario."

Los sacerdotes habían abierto la parroquia a una persona no identificada el 20 de junio, según los jesuitas, pero un individuo armado irrumpió en el interior y mató a esa persona junto con los padres Campos y Mora, según un comunicado en las redes sociales del padre jesuita Gerardo Moro Madrid, provincial en México.

"Condenamos estos actos violentos y exigimos justicia y la recuperación de los cuerpos de nuestros hermanos, que fueron sacados de la parroquia por personas armadas", dijo la provincia mexicana de los jesuitas en un comunicado del 21 de junio.

"Hechos como estos no son aislados. La Sierra Tarahumara, como muchas otras partes del país, enfrenta condiciones de violencia y abandono que no se han revertido. Todos los días, hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida como nuestros hermanos fueron asesinados."

La curia jesuita también confirmó los asesinatos del 21 de junio. El padre Arturo Sosa, superior general de los jesuitas, dijo a través de Twitter: "Estoy conmocionado y triste por esta noticia. Mis pensamientos y oraciones están con los #jesuitas en #México y las familias de los hombres. Tenemos que parar la violencia en nuestro mundo y tanto sufrimiento innecesario."

Los asesinatos reforzaron la reputación de México como uno de los países más asesinos del mundo para el clero católico. Al menos siete sacerdotes mexicanos han sido asesinados desde diciembre de 2018, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador asumió el cargo, según el Centro Católico Multimedial de la Ciudad de México.

López Obrador ha promovido una política de seguridad de "abrazo, no de balas", aunque la violencia sigue desgarrando muchas regiones de México.

"En medio de tanta muerte y crimen en el país, condenamos públicamente esta tragedia y exigimos una pronta investigación y seguridad para la comunidad y todos los sacerdotes del país", dijo la conferencia episcopal mexicana en un comunicado del 21 de junio.

Los jesuitas tienen un largo historial de trabajo en la diócesis de la Tarahumara, que abarca las escarpadas Barrancas del Cobre, una región empobrecida en la que abundan el narcotráfico y la violencia de los cárteles de la droga. La región es también el hogar del pueblo indígena rarámuri, también conocido como tarahumara.

El padre Campos, apodado "El Gallo", nació en Ciudad de México y se unió a los jesuitas a los 16 años. Llevaba 34 años trabajando en la misión jesuita de la Sierra Tarahumara, como vicario de la pastoral indígena de la diócesis y asesor regional de las comunidades eclesiales de base.

El padre Mora, apodado "El Morita", nació en Monterrey y también ingresó a los jesuitas a los 16 años. Sirvió en la Sierra Tarahumara durante 23 años y trabajó durante un tiempo en la misión jesuita del sur del estado de Chiapas.

El padre jesuita Javier Ávila, destacado defensor de los derechos humanos en el estado de Chihuahua, tuvo que recibir protección del Estado tras denunciar la impunidad duradera de una masacre de 2008 que se cobró 13 vidas en una fiesta en el municipio de Creel, punto de partida para los turistas que visitan las Barrancas del Cobre.

Un mensaje del padre Ávila compartido en las redes sociales por la periodista mexicana Marcela Turati el 21 de junio hablaba de los asesinatos ocurridos alrededor de las 12 del mediodía del día anterior.

"Hay muchos detalles, pero este es el momento de compartir mi dolor, mi rabia y también mi fe en el Dios de la vida, que nos sigue llamando a dar la vida por los demás y a no detener nunca el paso, porque nos queda mucho camino por recorrer", escribió el padre Ávila.

"Los jesuitas de México no nos quedaremos callados ante la realidad que lacera a toda la sociedad", dice el comunicado de los jesuitas mexicanos. "Seguiremos presentes y trabajando por la misión de justicia, reconciliación y paz, a través de nuestros proyectos pastorales, educativos y sociales."