LIMA, Perú -- Sor María Agustina Rivas López, quien fue asesinada por terroristas durante la violencia política en Perú, fue beatificada el 7 de mayo durante una liturgia en la misma plaza donde murió a tiros en 1990.

El altar, adornado con plantas y flores tropicales locales, se colocó fuera de la sencilla iglesia católica de techo rojo en La Florida, un pequeño pueblo en el Vicariato de San Ramón, situado en la Amazonía central.

Un relicario, adornado con hojas labradas en plata y que contenía reliquias de la hermana Rivas, a quien cariñosamente llamaban "Sor Aguchita", fue colocado sobre una mesa frente al altar. Los obsequios del ofertorio incluyeron una canasta de pan, una planta de café, tubérculos de yuca, vainas de cacao, y frutas -- todos cultivos típicos de la zona.

Con su vida y su muerte, la hermana Rivas puso su fe en la paz, no en la violencia, expresó el obispo Gerardo Zerdin de San Ramón a Catholic News Service. También deja un ejemplo de "elección a la Amazonía, la naturaleza, el medio ambiente", continuó diciendo, y "un gran afán por servir a los demás, con una total ausencia de interés económico".

En su homilía en la misa de beatificación, el cardenal venezolano Baltazar Porras Cardozo, quien representó al papa Francisco en la ceremonia, destacó la humildad y disposición al servicio de los demás de Sor Rivas, su opción preferencial por los pobres, y su devoción a la Madre de Dios y a San José desde una temprana edad.

Su martirio, acotó, puso de manifiesto "la insensatez de la violencia, el crimen, la injusticia, y la maldad de las ideologías en las que la vida humana no vale nada. El uso indiscriminado de armas sólo deja muerte y desolación, no resuelve los problemas reales de la convivencia humana".

El cardenal Porras agregó: "Que la guerrilla y la guerra desaparezcan para siempre del mundo entero y de esta tierra bendita que es la selva amazónica. Que seamos capaces de sanar el dolor y el desprecio, asegurando, construyendo lentamente la globalización de la solidaridad sin excluir a nadie".

Después de su mensaje "Regina Coeli" del 8 de mayo, el papa Francisco pidió un aplauso para la hermana recién beatificada y dijo: "Aunque sabía que estaba arriesgando su vida, esta heroica misionera siempre permaneció cerca de los pobres, especialmente de las mujeres indígenas y campesinas, dando testimonio del Evangelio de la justicia y de la paz, que su ejemplo suscite en todos el deseo de servir a Cristo con fidelidad y valentía".

Sor Rivas nació en 1920 en Coracora, en la región andina sur de Ayacucho, en 1920. Con la ayuda de los sacerdotes redentoristas de su zona, viajó a Lima a los 14 años para estudiar en una escuela dirigida por las Hermanas de la Caridad del Buen Pastor. Ingresó a la congregación en 1940 e hizo sus votos perpetuos en 1945.

Durante la mayor parte de su vida, trabajó como educadora, catequista, y enfermera en Lima, pero en 1988 se mudó a la misión de la comunidad en La Florida para trabajar con mujeres y niños indígenas, especialmente en salud y educación.

Para ese entonces, la violencia del grupo maoísta Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Marxista Túpac Amaru -- seguida por una violenta represión por parte de las fuerzas de seguridad -- se había extendido por la mayor parte del país. El grupo Sendero Luminoso era conocido por ingresar a las aldeas, obligar a los residentes a reunirse en las plazas, y ejecutar a funcionarios del gobierno local y a otros que consideraban obstáculos en sus esfuerzos por derrocar al gobierno.

Cuando los guerrilleros de Sendero Luminoso llegaron a La Florida el 9 de septiembre de 1990, buscaron a la hermana a cargo de la misión, a quien acusaron de disuadir a los lugareños de seguir la ideología del grupo. Cuando no la encontraron, un miembro del grupo de 17 años disparó y mató a la hermana Rivas y a seis lugareños.

Durante una vigilia de oración la noche antes de la beatificación, la tumba de la hermana Rivas en la iglesia de La Florida fue rodeada de velas y fotos de las otras víctimas de la masacre. En la misa de beatificación, se ofrecieron oraciones por esos hombres y sus familias.

Durante más de una década de conflicto interno, que comenzó en 1980, varios obispos, religiosos, y laicos defensores de los derechos humanos se pronunciaron contra este terrorismo. La Comisión de la Verdad y Reconciliación, que documentó la violencia, señaló que en gran parte del país "la Iglesia Católica fue una voz en la denuncia de los crímenes y violaciones de los derechos humanos, en la proclamación y defensa del derecho a la vida, y a la dignidad de todas las personas".

Los subversivos, especialmente Sendero Luminoso, vieron eso como un desafío a sus planes. Entre 1990 y 1991, guerrilleros de Sendero Luminoso ejecutaron a la hermana Rivas y a la hermana Irene McCormack, miembro australiana de las Hermanas de San José del Sagrado Corazón, en la región central de Junín, y a tres sacerdotes, los padres polacos Michal Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski y el italiano Padre Alessandro Dordi, en la región del altiplano central de Ancash. Los sacerdotes fueron beatificados en 2015.