Me divierte ver a esas “feministas militantes” que, a la vez quereciben el apoyo desus adineradosmaridos, sermonean a sus congéneres solteras y autosuficientes sobre la necesidad de derrocar al patriarcado.

Me impresionan mucho más las mujeres que realmente viven solas, que se abren su propio camino, que buscan una salida creativa en la cual canalizar sus energías y que avanzan a toda velocidad sin el menor interés en instruir a los demás sobre cómo han de vivir sus vidas.

Así pues, he encontrado una figura convincente: Maria Reiche (1903-1998).

Reiche, una matemática y geógrafa alemana que se fue a vivir al desierto de Perú, dedicó su vida a una serie de extraños y misteriosos geoglifos —animales, figuras geométricas, criaturas míticas— dibujados en la arena hace aproximadamente 2,000 años, los cuales sólo pueden verse en su totalidad desde el aire.

Las Líneas de Nazca, como se les llama, están ubicadas en la planicie costera peruana, a unas 250 millas al sur de Lima.

La llanura, llamada la Pampa de Ingenio, está cubierta por una fina capa de suelo pedregoso rojo en el que una línea trazada, por ejemplo, con un palo, podría permanecer intacta durante siglos.

“El Colibrí”, que forma parte de las Líneas de Nazca en Perú. (Foto Wikimedia Commons)

Reiche no fue la primera en descubrir las líneas ni en preguntarse sobre ellas. María Reiche fue una pacifista, graduada de la Universidad de Hamburgo, con una licenciatura en matemáticas. Su padre había muerto en el frente durante la Primera Guerra Mundial, y ella se fue a Perú en 1932. Allí, enseñó matemáticas durante siete años en Lima y luego conoció al Dr. Paul Kosok, un profesor e historiador estadounidenseque estaba estudiando las Líneas de Nazca y había quedado fascinado por ellas.

Cuando compartió sus descubrimientos con ella y sugirió que Reiche pusiera en práctica sus conocimientos de astronomíaen esto, ella supo que había encontrado su vocación.

En 1941, Kosok había aventurado una explicación. El día en que él distinguió la primera enorme figura resultó ser el día 21 de junio. Se dio cuenta de que las tres líneas fluctuantes de mayor tamaño de la primera pieza apuntaban en la dirección del solsticio.

Eso, sin embargo, fue solamente el principio. En 1975, Bruce Chatwin, el difunto explorador y escritor de viajes inglés, viajó a Perú y escribió el ensayo “Maria Reiche: Riddle of the Pampa” (“María Reiche, un enigma delapampa”).

Como dijo Chatwin, había “otras cuestiones que preocupaban [a Kosok]. ¿Cuál fue el sentido de esta creación colosal dado que sus creadores, que no tenían aviones, nunca podrían haber visto [las figuras] correctamente? ¿Cómo podría un pueblo de simples campesinos y guerreros haber dominado su superlativa técnica topográfica sin conocimiento de matemáticas superiores?

Aquí entra la espléndida María Reiche. En 1949, ella escribió y autopublicó un libro de texto y fotografías borrosas llamado Misterio en el desierto. Aunque está agotado desde hace mucho tiempo, pude obtenerse un ejemplar usado, que tiene traducciones tanto al inglés como al español a un lado del alemán original.

En él, ella apoyó la teoría del solsticio, señalando que diciembre es un mes de expectativa en Nazca. “La gente mira ansiosamente los lechos secos de los ríos, que se llenarán de agua, la cual puede ser conducida por sobre los campos para que las tierras secas y áridas vuelvan a cubrirse de un verde exuberante”. Los dibujos fueron tal vez, “el libro de astronomía más grande del mundo”, como los llamó el Dr. Kosok.

Según la descripción de Chatwin, Reiche era una especie de Juan Bautista femenino. Su piel estaba arrugada y surcada por el sol. Dormía a la intemperie en una cama de piedras. Comía con moderación: plátanos, dulce de membrillo, leche en polvo, atún.

Reiche tenía la teoría de que los Nazca usaban una medida estándar, tal vez del tamaño de un brazo, para construir sus líneas, pero al cabo de 40 años estaba empezando a admitir, de mala gana, que nunca podría descubrir completamente los secretos y misterios de éstas.

Aun así, “siento cosas que germinan todo el tiempo dentro de mí. ¡A mi edad!" comentó. “Pero yo era muy estéril de joven”.

Nunca se casó y, según todos los informes, se sentía completamente satisfecha y feliz viviendo sola en el desierto, barriendo con una escoba deteriorada y tostándose con el sol. Alcanzó un estatus legendario entre los lugareños peruanos, que la veían como a una excéntrica, posiblemente loca. Era una reclusa, una anciana que se subía en una escalera de aluminio para medir las estrellas.

De hecho, Chatwin descubrió que ella era una de las personas más tenaces y menos místicas que había conocido. “No me importa la Biblia”, decía ella. “Tiene tanto de impenetrable... El mundo estaría mucho mejor sin ella. ¡Si tan sólo pudiéramos abolir la superstición!”

La Pampa es frágil: Incluso en 1975, las líneas estaban en peligro de ser destruidas por autobuses, motocicletas y aviones. Su preservación estaba resultando ser una pesadilla burocrática.

Reiche permaneció en el desierto durante 50 años. Se negó a dejarlo incluso cuando estuvo en silla de ruedas y quedándose ciega. Murió de cáncer de ovarios en un hospital de Lima, a mediados de los años 90 y está enterrada al lado de su hermana, en el desierto en el que vivió y trabajó.

Las Líneas de Nazca fueron catalogadas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1994. La casa de Reiche se ha convertido en un museo. Se ha formado ahí una asociación, sobre la cual no hay mucha información.

Con el tiempo, las Líneas de Nazca desaparecerán por completo. Mientras tanto, no puedo dejar de pensar que su devota curadora se equivocó en una cosa. Quizás el mayor misterio de todos es María Reiche misma.