Mientras la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, sigue luchando por contener la violencia, los líderes religiosos han hecho pública una declaración en la que subrayan que los actos de terrorismo no deben atribuirse al Islam.
"Nuestra provincia está sumida en una profunda crisis humanitaria provocada por la violencia terrorista, mientras los indicadores de desarrollo integral disminuyen, lo que se ve agravado por las consecuencias de las medidas preventivas restrictivas contra la pandemia", reza la declaración publicada por varios líderes religiosos esta semana.
En su lamado, los líderes cristianos y musulmanes rechazan que "los actos terroristas se atribuyan a la religión musulmana y cualquier afirmación que vincule dichos actos a los principios del Islam".
"Repudiamos y nos distanciamos de los actos y de las personas que tergiversan las doctrinas religiosas para justificar cualquier tipo de violencia", se lee.
El programa de 15 puntos que proponen es el resultado de un encuentro de una semana celebrado a finales de diciembre, en el que los líderes religiosos, inspirados por la declaración de Abu Dhabi sobre la fraternidad humana, se reunieron a pesar de sus diferencias para trabajar en el diálogo en la reconstrucción de la paz en la región. El seminario se celebró bajo la premisa de que la religión es parte de la solución del conflicto regional.
Los dirigentes recuerdan que la provincia vive "una profunda crisis humanitaria provocada por la violencia terrorista", en la que el desarrollo está fuertemente condicionado por las medidas restrictivas para evitar la pandemia del COVID-19 y por otros varios factores preocupantes, "como las desigualdades sociales, los altos índices de analfabetismo, la crisis de valores ético-morales y la polarización étnica y religiosa que amenazan el contexto actual y la convivencia social, que atentan contra la dignidad humana".
La religión, se subraya, no es causa de conflicto y se alude especialmente al Islam, "la religión más afectada por los prejuicios". La religión -escriben los dirigentes- "pretende crear felicidad, reconciliación y paz en la sociedad".
De ahí la apuesta por el diálogo con otras confesiones, la superación de la desconfianza y el fomento del entendimiento mutuo porque "todas las religiones forman parte del designio de Dios Altísimo" y "ningún verdadero líder religioso o profeta ha enseñado jamás la violencia."
Los insurgentes con vínculos con el Estado Islámico han sido cada vez más activos en la provincia de Cabo Delgado desde 2017, cuando comenzaron a atacar pueblos en la región.
Los militantes se autodenominan Al Shabab, pero no está vinculado con el grupo somalí del mismo nombre.
Según Naciones Unidas, los combates en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, se intensificaron durante 2021, con al menos 3.100 muertos y más de 815.000 personas obligadas a huir de sus hogares.
Aunque a menudo se califica a los agresores de "yihadistas" por su vinculación con musulmanes extremistas del extranjero, los lugareños insisten en que el conflicto no es de naturaleza religiosa, sino una representación más de la codicia de la humanidad. Entre las riquezas naturales de la región hay una serie de proyectos de gas natural valorados en 60.000 millones de dólares.
Las comunidades religiosas dijeron que están dispuestas a "colaborar con el gobierno, las instituciones y las organizaciones de bien dedicadas a la causa de establecer la Paz en la Provincia de Cabo Delgado."
"Declaramos nuestra firme unidad frente a cualquier amenaza de ruptura y nuestro repudio unánime a los actos terroristas y extremistas, así como nuestro compromiso de caminar juntos hacia la paz y la fraternidad", escriben los líderes cristianos y musulmanes.
La declaración conjunta enumera varios "factores preocupantes" para la población, como "las desigualdades sociales de las que históricamente ha dado fe la provincia, el alto nivel de analfabetismo, la crisis de valores ético-morales y las polarizaciones étnicas y religiosas".
Los dirigentes piden también la difusión de mensajes que "desalienten la adhesión al extremismo y a cualquier tipo de violencia" y subrayan la necesidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes que han sufrido el impacto de la violencia, "para lograr su reconciliación y reinserción social".
Al calificar la militancia islamista en África como uno de los 10 conflictos que hay que vigilar este año, la revista Foreign Policy dijo en diciembre: "El gobierno de Mozambique, que se resistió durante mucho tiempo a la participación exterior en Cabo Delgado, aceptó finalmente el año pasado dejar entrar a las tropas ruandesas y a las unidades de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC), un bloque regional. Estas fuerzas han revertido los avances de la insurgencia, aunque los militantes parecen estar reagrupándose. Las fuerzas ruandesas y de la SADC se arriesgan a una guerra prolongada".