ROMA – Habiendo encarcelado a prácticamente todos los líderes de la oposición, y con los ojos del mundo enfocados en Afganistán y Haití, el gobierno de Nicaragua continúa su embestida contra el único obstáculo que le queda para asegurarse la reelección: la Iglesia Católica.
El presidente Daniel Ortega este fin de semana, durante el acto por el 41 aniversario de la cruzada nacional de alfabetización, acusó a los obispos de “celebrar” el “analfabetismo”.
Según el mandatario, entre 1990 y 2007- el único período en las últimas cuatro décadas durante el cual no lideró el país, "durante los tres Gobiernos, alimentados, mantenidos por el imperio yanqui, alentados, mantenidos y bendecidos por las cúpulas religiosas y otras personas que visten el hábito” tanto los políticos como los religiosos “alegremente celebraron el crecimiento de la riqueza para los más ricos, el crecimiento de la pobreza para el pueblo pobre trabajador y el crecimiento del analfabetismo”.
Ortega también acusó a la iglesia y países europeos de ser parte de la esclavización de los pueblos en el mundo "los que se preciaban de ser los más dedicados a Dios a tal grado que ocupaban en nuestra América la cruz, manipularon la cruz de Cristo para con la espada volar la cabeza y la vida de millones de seres humanos".
Según Rosario Murillo, vicepresidenta del país, los obispos y sacerdotes de la Iglesia católica son los "hijos del diablo" y apoyaron activamente los “crímenes de lesa humanidad” supuestamente cometidos por los cientos de miles de nicaragüenses que en abril de 2018 se levantaron en contra del gobierno.
La revuelta civil iniciada en abril de 2018 se prolongó durante varios meses, dejando al menos 320 muertos, miles de heridos, decenas de miles de exiliados. La violenta respuesta del gobierno para sofocar las manifestaciones profundizó aún más las crisis política, social y económica Nicaragua.
"Fue una interrupción diabólica de unas semanas en las que nos quisieron arrebatar todo para volver a robar, para volver a instalarse allí, con bendiciones, que son verdaderamente insólitas, bendiciones inauditas de personas cuya santidad está en duda, cuya intermediación ante los poderes espirituales de Jesucristo están completamente en duda", dijo Murillo el fin de semana del 15 de agosto.
Murillo, que ha sido sancionada por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea cuestionó: "¿cómo puede alguien ser pastor si bendice los crímenes? ¿cómo puede alguien ser pastor si bendice y aprueba que la gente siga muriendo en los paros, que la gente siga perdiendo todo lo que tiene, que a las mujeres que van a dar a luz no las dejen pasar en la ambulancia?"
En sus declaraciones, emitidas durante el fin de semana mientras el gobierno conmemoraba el 41º aniversario del Ejército de Nicaragua, la vicepresidenta culpaba a los obispos por los incidentes del 2018. Los prelados abrieron las puertas de las iglesias para atender a los civiles heridos que no podían recibir atención en los hospitales públicos por orden del gobierno. Así, las catedrales fueron refugio para los miles que no tenían defensa contra los tanques desplegados por el gobierno para acallar las protestas.
Murillo también definió lo ocurrido en 2018 como "crímenes terroristas", y culpó a los obispos de ser "falsos pastores" que realizan "ritos satánicos" y practican "brujería", supuestamente para intentar derribar al gobierno.
"Perdemos la confianza en una institución que no nos defendió como hijos de Dios, y en cambio defendió crímenes de lesa humanidad a decir verdad, por eso con mucho dolor, el comandante (Ortega) y yo decimos con verdad que son hijos del diablo", dijo el vicepresidente.
A petición del gobierno, la conferencia episcopal intentó mediar entre el presidente y quienes pedían su renuncia y la de su esposa, pero cuando las conversaciones resultaron infructuosas, la pareja gobernante no tardó en culpar a los prelados católicos del fracaso.
Nicaragua tiene previsto celebrar elecciones presidenciales el 7 de noviembre, pero no está claro quién se presentará contra Ortega y Murillo, ya que en los últimos 50 días han encarcelado a 30 líderes de la oposición, incluidos todos los aspirantes a la presidencia.
Lejos de llamarse al silencio ante las amenazas de Ortega y Murillo, los obispos continúan sonando la voz de alarma. Sin ir más lejos, este fin de semana los obispos Silvio Báez y Rolando Álvarez criticaron en sus homilías a los poderosos que "quieren sustituir a Dios" y "hacen su pseudorreligión" dijo Álvarez, y que quisieran que "la iglesia fuera como los perros mudos" agregó.
En su homilía Báez expresó que "la Iglesia permanece fiel a Dios con confianza inquebrantable, sin temor, sin doblegarse ante ningún poderoso de este mundo, sin negociar la verdad, ni preocuparse de perder privilegios en la sociedad” quien añadió que "la defensa de la dignidad de la persona humana y la denuncia de la injusticia, que son parte esencial de su labor evangelizadora, casi siempre le acarrean a la Iglesia amenazas y persecución de parte de los poderosos de turno" denunció el obispo.
Independientemente de la valentía de los obispos para condenar la violencia desde el púlpito, más de un sacerdote en Nicaragua hoy teme por su vida, y no sin razón. Baez, por ejemplo, se vio obligado al exilio en 2019, a pedido expreso del Papa Francisco, debido a la alta cantidad de amenazas de muerte que el prelado estaba recibiendo.
"Nos está acusando de avalar los crímenes de lesa humanidad que supuestamente cometieron los manifestantes", dijo un sacerdote, hablando bajo la condición de anonimato. "Independientemente de que fueran ellos los criminales que abusaron del poder, el hecho de que se nos acuse de un crimen les da carta blanca para hacer con nosotros lo que quieran. La gente ha ido a la cárcel por mucho menos en este país".
El padre Carlos Avilés, vicario de la Arquidiócesis de Managua, dijo recientemente que es solo “cuestión de tiempo” antes de que el gobierno ataque físicamente o encarcele a miembros de la jerarquía eclesiástica.
También reconoció que ante la continúa embestida, algunos sacerdotes optaron por llamarse al silencio, no porque hayan cambiado su visión en contra del régimen, sino porque “necesitamos continuar con nuestro trabajo, incluso si eso significa que tenemos que asumir un perfil más bajo.”
En los próximos meses, de cara a las elecciones de noviembre pero también pensando a futuro, la Iglesia de Nicaragua tendrá que manejar la tensa relación entre seguir siendo profética y mantenerse, literalmente, viva.
Sigue a Inés San Martín en Twitter: @inesanma