Tony Palomino continúa ocupado recogiendo donaciones y organizando cestas de productos alimentarias para entregar en su distrito de Lima, la capital de Perú.
Palomino dirige un centro para ancianos vulnerables en la Parroquia San Martín de la Caridad en el distrito de Villa El Salvador en Lima. La nueva cuarentena, que comenzó a fines de enero para frenar la segunda ola de la pandemia de COVID-19, ha cerrado la entrada al centro, por lo que Palomino está entregando alimentos en lugar de servir comidas. El no está seguro de cuándo o si las cosas volverán a la normalidad.
Perú tuvo la tasa de muerte per cápita más alta por COVID-19 en América Latina en la primera semana de febrero y ocupó el puesto 17 a nivel mundial, según informa el rastreador de COVID-19 de la Universidad Johns Hopkins. La economía del país se contrajo aproximadamente un 12 por ciento el año pasado, la más significativa de las grandes economías de la región, y el desempleo se mantiene por encima del 13 por ciento.
Una solución sería la vacunación, pero Perú solo recibió el primer lote de 300,000 dosis de una vacuna fabricada en China el 7 de febrero, y el lanzamiento nacional será lento. Muchas de las personas en el programa de Palomino son migrantes internos que viven en pobreza extrema, a menudo ignorados incluso en el registro del país para programas sociales.
"Para ser honesto, no creo que ni siquiera estén considerando a los adultos mayores aquí para la vacuna. Antes recibían poca atención médica, pero hoy es peor. Simplemente han sido olvidados", manifestó Palomino.
Perú no es el único en esta situación en América Latina, donde los países han tenido dificultades para obtener vacunas, ya que las naciones más ricas han asegurado la mayor parte de las dosis ya producidas y las que están en proceso -- a menudo mucho más de las que necesitan -- y donde programas nacionales han sido criticados por las desigualdades internas.
Los retrasos también han generado resistencia y abunda información falsa sobre las vacunas y curas "milagrosas". En Perú, el 75 por ciento de la población expresó que quería vacunarse en agosto del año pasado, cuando el gobierno habló por primera vez sobre el tema. En enero, sin embargo, cuando el gobierno continúo hablando de la vacuna, la misma empresa de encuestas, Ipsos Perú, descubrió que solo el 48 por ciento de la población aun quería vacunarse.
"La pandemia ha dejado al descubierto el peor lado de la humanidad. Los países ricos no están interesados en la solidaridad con sus vecinos, y mucho menos con los países más pobres. Esto ha frenado la respuesta global", expuso Maria Rothe, especialista en salud pública y directora de Gestión Nacional del Sistema Único de Salud de Bolivia, que está ejecutando el programa de vacunas del país.
Las organizaciones religiosas y conferencias episcopales de la región han estado pidiendo a los gobiernos no solo asegurar las vacunas, sino priorizar a los más vulnerables. También están pidiendo a los ciudadanos que se vacunen y se mantengan alejados de la información falsa.
La Pastoral de Salud de la Conferencia Episcopal Mexicana emitió una carta el 9 de febrero en la que alentaba a la población a vacunarse. En la carta, los obispos hablaron de las preocupaciones sobre la vacuna y afirmaron que inmunizarse "es una acción auténtica para salvaguardar el bien común y promover una verdadera cultura de la vida".
México tuvo 1.9 millones de casos y ocupó el puesto 18 en la lista de naciones por muertes per cápita, justo detrás de Perú en el rastreador de Johns Hopkins. Fue el tercero en número total de muertes, detrás de Estados Unidos y Brasil.
Brasil, el país con mayor población de la región, ha tenido desarrollos similares en el proceso de vacunación -- el lanzamiento por parte del gobierno ha sido lento y plagado de problemas. Sin embargo, el Instituto Butantan público, situado en el estado de São Paulo, está comenzando a producir vacunas creadas por la compañía china Sinovac y la sueco-británica AstraZeneca, lo que podría convertir a Brasil en un centro regional para combatir el virus en el futuro. El país vecino, Argentina, también producirá vacunas.
Los obispos de Brasil han pedido al gobierno que acelere la campaña de inmunización, diciendo que es la única forma de detener el virus. Brasil registró más de 230,000 muertes, con 9.4 millones de casos del virus en la primera semana de febrero. El país solo sigue a Estados Unidos e India en casos totales.
La ciudad selvática de Manaos, en el norte de Brasil, se ha visto particularmente afectada por la segunda ola y su propia cepa del virus que invadió rápidamente el sistema de salud a fines de enero. Los pueblos indígenas del país se encuentran entre los más vulnerables, pero no se los considera una prioridad, señaló el arzobispo de Porto Velho, Roque Paloschi, a Catholic News Service.
El arzobispo dijo que el gobierno de Brasil tardó demasiado en diseñar una estrategia adecuada para controlar la pandemia y comenzar a vacunar. El también sostuvo que hay un problema "con la práctica brasileña de que la gente 'salta adelante en la fila'. Muchas personas que no están en un grupo de alto riesgo han sido vacunadas y esto es un ataque directo a los pobres. Necesitamos aumentar la conciencia ética individual y comunitaria sobre nuestras responsabilidades", dijo.
El arzobispo Paloschi dijo que todas las iglesias -- y la iglesia católica en particular -- tenían un papel importante "para alentar a la gente a confiar en la ciencia y combatir la mentalidad de negación que ha ido aumentando con la pandemia".
Los obispos del Paraguay, una nación sin salida al mar que aún no ha recibido ninguna vacuna, han tomado una posición similar, pidiendo a los paraguayos que sigan la ciencia y eviten ser atraídos por noticias falsas.
"Existe una gran cantidad de información falsa y (eso) tiene a la gente preocupada. Por eso la conferencia episcopal publicó una carta sobre la vacunación, señalando que vacunarse no solo es necesario, sino un acto de caridad. Tenemos una obligación con nosotros mismos y con los demás de ser inmunizados”, expresó el obispo de Ciudad del Este, Wilhelm Steckling.
El gobierno paraguayo anunció a principios de febrero que tenía un acuerdo con Rusia para recibir 3 millones de dosis de la vacuna Sputnik V; dos de sus países vecinos, Argentina y Bolivia, ya recibieron dosis de esa misma vacuna. Paraguay ha registrado 138,955 casos y 2,846 muertes al 9 de febrero, lo que hace que tenga una de las tasas per cápita más bajas de la región.
Ravi Tripptrap, director ejecutivo de Malteser International Americas, una agencia de ayuda de la Soberana Orden de Malta, dijo que las iglesias y las organizaciones religiosas pueden desempeñar un papel fundamental, especialmente con las poblaciones vulnerables, para ayudar a los gobiernos con el lanzamiento de vacunas.
"Las redes (que) tienen las organizaciones religiosas y la confianza que han construido a lo largo de los años es el punto de acceso más importante a estas comunidades", dijo.
Malteser opera programas en los departamentos de Magdalena y La Guajira en Colombia, puntos clave de entrada para los refugiados venezolanos. Colombia es el hogar de más de 1.7 millones de venezolanos, más de la mitad de los cuales tienen estatus "irregular".
Tripptrap manifestó que los problemas que afectan a la población vulnerable con campañas de vacunación se agravan para los refugiados. En Colombia, donde la campaña de inmunización aún no ha comenzado, el gobierno anunció el 8 de febrero que revertiría su política e incluiría a los inmigrantes en situación irregular en su plan nacional de inmunización. Con 2.16 millones de casos de COVID-19, Colombia ocupa el segundo lugar después de Brasil en casos en América Latina.
"Los refugiados migrantes allí tienen miedo, están traumatizados. Se trata de confianza y debemos tener un historial de ser un amigo confiable. Estamos al servicio de nuestros hermanos y hermanas, y ese es el punto de partida", dijo.
Tripptrap dijo que debe haber un enfoque más equitativo de las vacunas no solo en Colombia, sino a nivel mundial, y que las exclusiones son lo contrario de lo que se debería hacer.
El arzobispo Paloschi hizo eco de la necesidad de una mayor equidad.
"Sin equidad, nos convertimos en sociedades que excluyen, que impiden que millones de personas se acerquen a la mesa. La vacuna no debe ser propiedad registrada de esta empresa o ese laboratorio, sino un bien común para toda la humanidad", dijo.