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En la frontera con Rusia, cerca del Círculo Polar Ártico, Finlandia es un país conocido por sus gélidas temperaturas, sus eficientes sistemas educativo y sanitario y su alta calidad de vida. Este año, una encuesta de las Naciones Unidas lo ha clasificado como el país más feliz del mundo.

También alberga una de las poblaciones católicas más pequeñas y dispersas del mundo: una diócesis para todo un país del tamaño de Italia, con sólo ocho parroquias y unos 30 sacerdotes. Y hasta el otoño pasado, la diócesis de Helsinki -que atiende a unos 17-18.000 católicos- había estado sin obispo desde 2019.

La espera terminó el 29 de septiembre de 2023, cuando el Papa Francisco nombró para ocupar el cargo al sacerdote español de 54 años Raimo Goyarrola Belda, miembro del Opus Dei y médico que fue enviado a Finlandia hace 17 años como misionero. Como ninguna iglesia católica tiene capacidad para más de 100 personas, su ordenación episcopal tuvo lugar el pasado noviembre en una iglesia luterana de Helsinki.

¿Cómo es ser católico en uno de los países más ricos del mundo, pero en una de las diócesis más pobres? La siguiente es una versión traducida de nuestra conversación, editada en aras de la brevedad.

¿Puede describir cómo es la Iglesia en Finlandia?

Finlandia es parecido a Italia en tamaño, pero solo tiene 5 millones y medio de habitantes. Entonces las distancias son enormes. Sin embargo, gracias al ecumenismo, aquí en Finlandia tenemos mucho cariño entre los cristianos, especialmente la Iglesia Luterana y la Iglesia ortodoxa, que nos permiten utilizar sus templos para celebrar la Santa Misa. Entonces, durante un mes, en 25 ciudades donde no hay Iglesia Católica, tenemos misa católica en templos crisitianos no católicos.

Es una iglesia muy pequeñita, pero una iglesia muy viva, con muchos niños y bautismos, que crece. Desde hace años han estado llegando muchos inmigrantes y refugiados. Han venido muchos de Polonia y Vietnam. De Latinoamérica antes habían de Cuba, Argentina, Chile, ahora llegan más de Nicaragua y de Venezuela.

Ahora también hay una ola migratoria muy importante proveniente de África, de sitios en donde hay mucha violencia, especialmente Nigeria y Camerún.

Entonces somos una iglesia que cuenta con bautismos locales y también con los de inmigrantes y refugiados. Y estamos creciendo muchísimo.

Somos una iglesia muy pobre, porque el Estado no nos ayuda. El apoyo viene de las colectas, y las colectas nuestras son pequeñas porque la gente no tiene dinero. E imagínate que aquí necesitamos tener la calefacción encendida prácticamente todo el año, y esto es muy costoso. Osea, el país es rico, está desarrollado, pero tiene precios muy altos.

Yo estoy convencido que somos la iglesia más pobre de Europa y quizás de las más pobres del mundo. Después, mi diócesis es muy joven. Estamos creciendo y yo intento ahora que tengamos una infraestructura diocesana, incluso una curia. Sueño con una casa para hacer ejercicios espirituales, con un terreno para hacer campamentos con jóvenes. Sueño con un colegio católico, que no tenemos. Sueño con una casa para ancianos donde haya también cuidados paliativos. ¡Tengo una lista muy larga de sueños!

Luego, aquí tenemos la guerra con Ucrania cerca. Siendo un país vecino a Rusia, los precios de la electricidad han subido muchísimo. La pobreza tiene sus ventajas. Pero es verdad que a veces estamos al borde.

El entonces padre Goyarolla celebra un bautizo de adulto en la catedral de San Enrique de Helsinki. (Foto de cortesía)

¿A qué se refiere cuando dice que la pobreza, en el sentido de ser una iglesia pobre, tiene sus ventajas en el caso de Finlandia?

La ventaja de una iglesia pobre es que te tienes que fijar en Dios. Porque a veces tenemos la tentación de pensar que cuando tienes medios, cuando tienes dinero, cuando construyes, pues que somos nosotros quienes hacemos las cosas.

¿Tú piensas que eres tú el que ha hecho este colegio? ¿El que ha hecho esta parroquia? En la lista de sueños necesitamos más parroquias, más capillas porque ahora hay 25 templos no católicos que usamos, pero en el futuro necesitamos 25 templos católicos. Cuando no tienes dinero, ¡pues te fías más de Dios, claro!

En un viaje que hice a Alemania me dijeron: “Mira, nosotros tenemos mucho dinero, y quizás poca fe. Ustedes en Finlandia tienen poco dinero y mucha fe. ¡Ustedes tienen futuro!

Eso tiene sus ventajas. Por ejemplo, ahorras muchísimo. Cuando compras algo, lo piensas tres veces…¿esto es necesario? Bueno, esto si, esto no. Comprar una camisa, lo piensas dos veces. Beber una cerveza, te lo piensas. Pero no es un agobio… ¡al revés! La pobreza te da libertad interior para no atarte a muchas cosas. Cuando tienes mucho dinero, buscas más dinero. Cuando tienes poco dinero, te das cuenta de lo que es necesario. Y no te llenas de cosas superfluas. A mí eso me ayuda.

¿Cómo hace un católico para evangelizar en un país secularizado como Finlandia?

Como dice el Papa Francisco: es el testimonio de cada uno, ahí donde uno está. Y la evangelización comienza primero en uno mismo, dejando espacio a Jesús: esto es la propia conversión y la vida de oración, la vida de sacramentos.

¿Cómo vamos a llevar a Jesús a los demás si está en nosotros? Lo primero, tener cuidado y ser buenos Cristianos. El evangelio empieza dónde estás tu: Tu marido, tu mujer, tus hijos, tu abuela, tus papás, es el primer círculo.

Y después, vivir como buenos cristianos ante los vecinos, los compañeros de deporte, el equipo de fútbol en la escuela donde estás, el lugar de trabajo, pues a veces el testimonio es que estás en el “lunch” y haces la señal de la cruz antes de comer.

Está en el consejo que das a uno que ves que está triste, que te ha dicho que ha muerto alguien. Lo que me ayuda en Finlandia es pensar en los primeros cristianos: gente normal, que no hacian cosas raras con su vida sino que llevaban una vida de cariño, de trabajo, de familia. Su vida era, básicamente, un testimonio.

Ahora ya hemos pasado la pandemia del coronavirus pero hay muchos otros virus aquí cada invierno. Pues hay también un virus, el de la nueva evangelización, que es un virus contagioso que produce unos efectos positivos, como la alegría, la paz. Es un virus divino. Y nosotros somos portadores de esa paz y hay que contagiar con el cariño, la amistad, el consuelo, el consejo a los que están a nuestro alrededor.

También está el mundo digital: ¡ahí también se puede contagiar con programas y otras cosas!

Pienso en los primeros cristianos: en esa época no había Internet, ni móviles, ni grandes proyectos o estructuras. Entonces, ¿cómo creció la Iglesia al principio en un mundo págano? Las familias, los laicos, un sacerdote que iba por ahí…¡era toda la Iglesia!

Ahora estamos con la sinodalidad, y pues yo lo veo: todos somos iglesia. El lunes por la mañana en el colegio, o en el trabajo, o en el gym haciendo deporte tú eres la Iglesia. Es una responsabilidad muy bonita y muy grande.

El obispo Goyarrola con alumnos de secundaria en un campamento de verano. Ha sido capellán de escuela y profesor durante su estancia en Finlandia. (Foto de cortesía)

¿Cómo fue que usted terminó en Finlandia?

Llegué hace 17 años. En el año 2005, era la fiesta del 50 aniversario de la diócesis y el obispo invitó a varios obispos del mundo, incluyendo el prelado del Opus Dei. Y le pidió: por favor, envíeme un sacerdote. Pero le dijo: a mí no me sobran los sacerdotes. Insistió, yo necesito un sacerdote. Pensaron en mí y yo dije que sí.

Estoy enamorado de Finlandia. Soy finlandés ya, de pasaporte, de cabeza, y de corazón. Este es mi país y aquí quiero vivir y morir.

¿Y qué es lo que le ha hecho enamorarse de este país tan frío, con una iglesia materialmente tan pobre?

Yo llegué un día soleado en verano, hacían 23 grados. Todo verde, muy bonito el mar. Eso me ayudó.

Y después conocí a los finlandeses, y pronto hice muchos amigos. Me sentí acogido, me encantó el idioma y empecé a aprenderlo. Los finlandeses son gente honrada, gente trabajadora y gente sencilla.

Eramos 7-8 mil católicos cuando llegué, y ahora ya somos 17-18 mil. Me enamoró también la posibilidad de hacer la Iglesia aquí, en un país grande en el fin del mundo: Finlandia, de algún modo, quiere decir “fin del mundo”, y me vi como los primeros cristianos que se fueron muy lejos, al “Finisterre”, el fin del mundo.

Y sí me enamoré por las circunstancias. Es verdad que en mi caso, cuando Dios te llama, Dios también te ayuda. Y noto que Dios me ha dado mucha gracia para vivir en este país y amarlo con todo mi corazón.

Durante su tiempo en Finlandia, ¿alguna vez se ha desanimado con la situacion?

Sinceramente, nunca me he desanimado. Es una gracia de Dios, pero nunca he pensado qué hago aquí, qué madre mía, en qué lío me he metido!

Ha sido así desde el principio. Nada más llegar tuve una ilusión enorme, con un cariño, una emoción, un soñar con hacer la Iglesia en todo Finlandia. Y esa ilusión continúa y ahora siendo obispo, con la gracia del episcopado creo que ha crecido.

Comenzando este 2024, ¿qué es lo que ve usted por delante como el futuro de la Iglesia en tu diócesis en Finlandia?

Yo veo una iglesia joven, dinámica, en crecimiento y misionera, en el sentido que es responsable de llevar la Palabra de Dios a toda Finlandia.

Eso significa llevar a Jesús también como sacramento. Yo sueño con tener más misas en toda la geografía donde puedan también alimentarse del Cuerpo de Cristo. En el fondo llevar a Jesús a todo el mundo, que en cualquier rincón de este país donde hay un católico, se puede recibir la Palabra de Dios y la Eucaristía. Ese es mi sueño como pastor.

Estuve con el Papa Francisco hace tres semanas antes de la ordenación episcopal. El suele repetir que le gusta los pastores que huelen a oveja. Yo dije que en mi caso, aquí no hay ovejas, hay más renos. Y dije que yo quiero ser un pastor que huele a reno, y se rió, se río bastante.

Esa es mi misión: llevar a Jesús a los católicos y que los católicos tengan a Jesús, para que lleven a Jesús a otros. Es una cadena que no se corta, la Iglesia!

¿Qué es lo que puede aprender la Iglesia universal de la experiencia de la Iglesia en Finlandia?

Primero, yo diría la responsabilidad personal de cada católico. En muchas escuelas aquí hay niños que son el único católico en la escuela. Lo mismo para muchos que trabajan: vas a la fábrica, miras a tu derecha e izquierda, y eres el único Catolico.

Es una aventura, una cosa positiva, porque si yo soy el Católico aquí, tengo esa responsabilidad personal de anunciar el Evangelio. Otra posibilidad sería el camuflaje, ser “low-profile,” que nadie se entere que eres católico. ¡No! Si eres católico, eres el único, y lo que tú no hagas no lo va a hacer nadie.

La segunda cosa que ofrece Finlandia es el ecumenismo. Aquí hay una confianza, una amistad, un cariño, entre los cristianos y queremos evangelizar juntos. Queremos llegar a esa unidad para que el mundo crea, como dice Jesús cuando reza en la última cena. (Jn 17,21)

Para que la gente crea en una sociedad tan secularizada, hemos de ser uno. Hemos de ser una iglesia. Por eso el ecumenismo, yo creo, es la clave para el futuro de la humanidad. En América quizás no están tan fuertes las velocidades de despegue fuera de Dios, pero en Europa, el espíritu cristiano europeo está muriendo. Y más a velocidades increíbles.

San Juan Pablo II dijo que el tercer milenio será cristiano o no será cristiano. Él ha sido profeta en muchas cosas y yo creo que en el tercer milenio efectivamente, los cristianos todos tenemos una misión que es maravillosa. Es llevar a Jesús al mundo. Porque si no, este mundo va a acabar.

Mons. Goyarrola con estudiantes católicos de la Universidad de Helsinki. (Foto de cortesía)

Aunque la dinámica sea bastante diferente, es interesante que la diócesis de Helsinki se parece a la de Los Angeles en una cosa: son iglesias de inmigrantes. ¿Qué papel tienen los inmigrantes católicos en Finlandia?

Es una pregunta importante y difícil. Ahora en Finlandia tenemos más de 100 nacionalidades distintas. En la iglesia Católica, yo creo que la diversidad de cultura, de idioma es una riqueza porque somos la Iglesia Católica (“universal”).

Estamos llamados a todos los pueblos, todas las culturas, todos los idiomas. Entonces la clave es: Qué es la auténtica catolicidad en este mar de diversidad? Yo pienso que lo que une es católico, lo que separa no es católico. Si alguna actividad, algún pensamiento, algo que hacemos va a unir a la gente de otras razas y de otros idiomas y de otras culturas, pues eso es católico. Y si es católico, eso dura.

Uno que viene de fuera aporta primero la propia cultura. Aporta también una visión de la vida distinta. Por ejemplo, la cultura africana aporta la familia, la vida, y eso oxigena la cultura Europea donde el individualismo es lo que se lleva: El yo, yo, yo. Si, pero no hay familia!

En fin, yo creo que otras culturas pueden enriquecer lo que es la cultura de Finlandia. Ahora es verdad que aquí el idioma finlandés es muy difícil. De hecho, muchos inmigrantes refugiados prefieren Alemania o Suecia por eso. Finlandia tiene un idioma que es complicado y eso es un freno a los mayores. ¿Y qué sucede? Que si vienen personas mayores con hijos, los hijos que aprenden finlandés se integran. Ya son finlandeses. Yo creo que el Católico en general se integra muy bien con la sociedad, con el trabajo, amigos, en las escuelas. Y ya esa segunda generación son finlandeses.

Entonces el desafío es la primera generación que llega. Y cuando llegan aquí, muchos huyen de las guerras, de la persecución …y es un labor muy bonita social. La Iglesia aquí ayuda también socialmente a esas personas que llegan.

Luego no es como América, porque aquí no se encuentra trabajo fácil. Entonces cada uno que llega a Finlandia, quizás es porque no ha tenido otras posibilidades de irse a otros sitios. En ese sentido, eso también lo valoramos, y somos conscientes de que esa persona necesita más ayuda que otros.