Mientras el gobierno de Daniel Ortega sigue reprimiendo a la oposición antes de las próximas elecciones, la jerarquía católica en Nicaragua camina en la cuerda floja entre ser profética y sobrevivir.

En diciembre de 2018, el Mons. Silvio Báez, auxiliar de Managua, se vio obligado a exiliarse a petición explícita del Papa Francisco, después de que él y su familia fueron amenazados de muerte.

Desde el exilio, el obispo continuó hablando en contra del gobierno. Sin ir más lejos, durante la misa del 20 de junio llamó al pueblo de Nicaragua a no tener miedo en estos momentos "aunque la fuerza del mal parezca una tempestad insuperable".

"También hay pueblos enteros que sufren dolorosas tormentas desatadas por la crueldad de los tiranos", dijo Báez. "En esos momentos no debemos dejar que el miedo nos domine, porque podemos sentirnos solos, y esta es la peor tragedia. La fe nos asegura que Dios está con nosotros en el momento trágico, aunque la fuerza del mal parezca una tormenta insoportable."

"Cuando el barco de la sociedad navega por la tormenta de la represión y la injusticia, hay que enfrentarse a los fuertes vientos y a las grandes olas", dijo Báez. "Para enfrentarlas, necesitamos políticos abnegados que amen al pueblo, empresarios sólidos que antepongan el bien común a sus propios intereses, periodistas valientes que sirvan a la verdad y a la justicia, jóvenes que sueñen con un mundo nuevo y contagien confianza a los demás, personas que defiendan la vida y sirvan a sus hermanos."

Por su parte, Mons. Rolando Álvarez, de la diócesis de Matagalpa y presidente de la Conferencia Episcopal Nacional, llamó al pueblo de Nicaragua a no tener miedo, porque el temor hace que los problemas que la sociedad debe enfrentar parezcan aún más difíciles.

"Compañeros nicaragüenses, no tengamos miedo", dijo. "El miedo nos lleva a mirar las dificultades, los problemas, y no a mirar al Señor. Puede ser por la tarde o la noche, pero no tengamos miedo a la fuerza del amor, la fuerza del amor es indestructible e invencible."

Durante su homilía dominical en la Iglesia Catedral de Matagalpa, Álvarez llamó a sus compatriotas a no perder la esperanza y a seguir trabajando por un país en paz.

"No podemos vivir excluyendo al otro, no podemos negarnos el derecho a construir un país para todos", dijo. "Debemos aprender a ser tolerantes, a respetar a los demás. Debemos seguir insistiendo en que los problemas de Nicaragua deben ser resueltos por los nicaragüenses. Tengamos esperanza, incluso contra las peores adversidades, y trabajemos incansablemente por la justicia y la paz."

Sin embargo, a pesar de los fuertes mensajes que estos y otros obispos de Nicaragua están dispuestos a pregonar durante sus homilías dominicales, se vuelven más cautelosos cuando hablan en privado. Ángelus habló con varios miembros del clero local desde que se exacerbó la represión contra la oposición hace dos semanas, y todos han expresado temor no solo por sus propias vidas, sino también por las de sus familiares e incluso la de los fieles que asisten a Misa.

"Estamos viviendo días muy difíciles como sociedad y como Iglesia, y permanecemos expectantes ante tanta maldad", dijo un clérigo. "Rezamos por la gente, los obispos y los sacerdotes. Nuestra única defensa es Dios. En medio de la angustia, descansamos en Él, esperamos en Él y nos ponemos bajo la protección de María Santísima y San Miguel Arcángel".

Al menos 15 líderes de la oposición han sido detenidos y acusados de supuestas violaciones de las llamadas leyes de "seguridad nacional", aprobadas el año pasado. Diversas organizaciones de derechos humanos han advertido que su única finalidad es eliminar la disidencia y aplastar cualquier oposición antes de las elecciones presidenciales programadas para el 7 de noviembre.

Según los abogados de los detenidos, entre los que se cuentan políticos, empresarios y periodistas que de una manera u otra se perfilan como posibles candidatos a la presidencia, el gobierno no ha respetado los derechos a la presunción de inocencia y al debido proceso.

Si Ortega gana las elecciones presidenciales, comenzaría su cuarto mandato consecutivo como presidente.

El miedo del clero a hablar no se basa en amenazas vacías: Durante la revuelta social de 2018, el régimen llamó a los obispos "golpistas", y la ley aprobada el año pasado estipula que prácticamente cualquiera que hable públicamente contra el gobierno o que reciba fondos extranjeros -digamos, por ejemplo, de la fundación papal Caritas Internationalis- puede ser acusado de traición a Nicaragua.

Hace diez días, la vicepresidenta Rosario Murillo -esposa de Ortega- dijo estar "contenta" porque los líderes de la oposición están siendo juzgados: "Cuántos de ellos dicen sentirse perseguidos, pero perseguidos por la justicia, perseguidos por sus atropellos, por sus crímenes. ¿Cuántos de ellos se llaman a sí mismos honestos? La honestidad es una cualidad y un don de Dios".

La vicepresidente también acusó a los sacerdotes católicos de robar y recaudar fondos para "matar", diciendo que ningún "representante eclesial" nicaragüense es libre de "pedir recursos para la muerte, para derramar sangre en las comunidades nicaragüenses que aman la paz, que quieren la paz, piden [dinero] y luego se lo reparten alegremente entre ellos".

La persecución por parte del gobierno y de las milicias pro-Ortega no son ajenas para los líderes de la Iglesia Católica en Nicaragua. De hecho, desde las protestas sociales del 2018, el gobierno prácticamente les ha declarado enemigos. Hasta el momento, ningún obispo ha sido encarcelado, pero varios sacerdotes extranjeros radicados en Nicaragua debieron dejar el país cuando el gobierno decidió quitarles sus permisos de residencia sin motivo aparente.

Pero los obispos, sacerdotes y religiosos de este país Centroamericano sí han vivido en carne propia la violencia perpetrada por personas cercanas al régimen. Por ejemplo, en julio de 2018, un grupo de paramilitares disparó contra el auto en el que viajaba Mosn. Abelardo Mata Guevara, obispo de Estelí. Ese mismo fin de semana, fuerzas progubernamentales asediaron a un grupo de estudiantes en una iglesia en Managua, matando a dos de ellos.

Desde el principio de las protestas contra Ortega, que comenzaron el 18 de abril de 2018, los obispos intentaron mediar entre el gobierno y la oposición. Sin embargo, el diálogo de paz fracasó rápidamente, y el gobierno no ha hecho más que incrementar su hostilidad contra la jerarquía católica.

En 2018, la Iglesia se encontró en el centro de las protestas, y ha permanecido en este lugar desde entonces. En las palabras de un sacerdote de Estelí: "no porque estuviéramos liderando la revuelta, sino porque rápidamente nos pusimos donde teníamos que estar, junto a la gente".

"Yo había bautizado a muchas de estas personas, las había casado, las veía en la iglesia todas las semanas, no podía dejarlas solas", dijo a Ángelus este fin de semana.

Uno de los grandes desafíos que enfrentaba la oposición de Nicaragua en 2018 cuando intentó dialogar con el gobierno era el temor de los potenciales líderes ante las esperables represalias de Ortega y Murillo. El tiempo ha demostrado que tenían razón: la presión internacional y la amenaza de sanciones contra el gobierno no han hecho más que envalentonar a quienes están en el poder.

La pregunta que hoy se hacen muchos católicos locales es ¿por cuánto tiempo más los obispos y sacerdotes estarán a salvo de los avances del gobierno, en particular cuando estos continúan predicando en favor de la democracia ante un líder autoritario que busca asegurar su cuarto mandato consecutivo?