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La Iglesia continúa acompañando a los camboyanos 50 años después del genocidio de los Jemeres Rojos

En el 50 aniversario de la toma del poder por parte del régimen de los Jemeres Rojos (Khmer Rouge) en Camboya, que dejó cerca de 2 millones de muertos, la Iglesia Católica en ese país -- aunque sigue siendo una minoría incipiente -- está logrando avances, según misioneros religiosos que han dedicado varios años de servicio en el país del sudeste asiático.

Más de la mitad de los católicos del país -- incluyendo casi todos los sacerdotes que no evacuaron antes de los trágicos acontecimientos -- perecieron junto con budistas, musulmanes, y otras minorías étnicas bajo la visión completamente agraria del gobierno de los Jemeres Rojos, que forzó a la población urbana a trasladarse al campo. El régimen ubicó a los ciudadanos junto con comunistas disidentes, sectores moderados, y grupos de resistencia en campos de concentración y trabajos forzados en granjas, donde murieron por hambre, agotamiento, o ejecución. El genocidio comenzó el 17 de abril de 1975.

El historiador francés Henri Locard estimó, siguiendo al demógrafo Marek Sliwinski, que, en 1975, cuando comenzó el genocidio, había unos 100.000 católicos en el país, en su mayoría de origen vietnamita.

Si bien algunos lograron huir, "la tasa más alta de exterminio" -- 49% -- "fue la de los católicos", manifestó Locard a UCA News el 7 de abril.

Hoy en día, en esta nación predominantemente budista, solo alrededor del 0.2% de la población total es católica.

El obispo Enrique Figaredo Alvargonzález, prefecto de la provincia de Battambang, en el extremo occidental de Camboya, llegó por primera vez a los campos de refugiados camboyanos en la frontera sureste con Tailandia en 1988. El jesuita señaló que su llegada ocurrió nueve años después de la caída de los Jemeres Rojos, que dejó un conflicto interno con cuatro facciones, incluyendo al régimen comunista vietnamita que derrocó al notorio líder de los Jemeres Rojos, Pol Pot.

"Mi misión era trabajar por la reconciliación entre todas las facciones, y en ese momento también estábamos trabajando para eliminar las minas terrestres. Fuimos muy, muy claros en que la guerra tenía que terminar, que había que detener la violencia, y una forma de hacerlo era eliminando las armas y las minas", expresó el obispo Figaredo, de 65 años, a OSV News.

El prefecto relató que ayudaba a más de 20 víctimas de accidentes de minas por día en esos primeros años, describiendo las dificultades logísticas para prestar servicios de emergencia. Hoy, la Iglesia asiste a víctimas de minas terrestres y artefactos explosivos sin detonar cada cinco días.

En 1990, los misioneros empezaron a regresar gradualmente a Camboya, incluso en medio de conflictos y tensiones políticas, y el Vaticano estableció relaciones diplomáticas con el país en 1994. Pero solo se les permitió ingresar como trabajadores de organizaciones no gubernamentales. El obispo, originario del noroeste de España, explicó que incluso la orden de la Madre Teresa, las Misioneras de la Caridad, tuvo que registrarse como ONG para poder entrar. Figaredo agregó que la estabilidad solo llegó tras la muerte de Pol Pot en 1998.

El obispo señaló que actualmente Camboya tiene una población joven, con la mitad de sus 17 millones de habitantes nacidos después de décadas de conflicto.

"Pero tienen las cicatrices de la guerra. Como la falta de comunicación, la falta de confianza, la mentalidad de aquellos que han sido sobrevivientes. Eso todavía está presente. Así que la comunidad tiene una función muy sanadora. Hablar, compartir … y también buscar el bien común es algo muy sanador. Así que ahí estamos", manifestó el obispo Figaredo.

Explicó que el acompañamiento es una parte fundamental del ministerio de la Iglesia con la población local.

El obispo también afirmó que los budistas, mayoría religiosa en el país, "son muy abiertos" hacia la fe católica y que con regularidad reciben bendiciones. El director de Cáritas Camboya indicó que algunos de sus empleados, al trabajar con la Iglesia y aprender sobre la doctrina social católica, se han convertido.

El padre Kevin Conroy, de la Diócesis de Cleveland, vive en Phnom Penh, la capital. Relató que, cuando llegó a Camboya en 2005, era el único doctorado en salud mental clínica en el país. El padre Conroy estableció el programa de maestría en psicología clínica y terapia de trauma en la Universidad Real de Phnom Penh, en un país cuya población sufrió profundamente los estragos mentales del conflicto.

El padre Conroy explicó a OSV News: "El genocidio destruyó los sistemas. En 1979 solo había unas 370 personas con educación secundaria en el país. No es mucha gente, y tu sistema de salud está vinculado a tu sistema educativo, así que básicamente fue destruido. Era inexistente … en lo que respecta a salud".

El padre Conroy dirige un proyecto que atiende a personas con enfermedades mentales, cuyas familias empobrecidas los encadenan para evitar que se hagan daño a sí mismos o a otros. Su equipo retira las cadenas, realiza visitas, ofrece consejería, y otros tipos de ayuda.

El padre Conroy también celebra misas para una población católica que, agregó, está creciendo, pero sigue siendo "una Iglesia muy joven." Mencionó que solía ir a 14 aldeas, pero ahora otros sacerdotes, incluyendo algunos locales, atienden esas comunidades.

El padre Will Conquer, de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, lleva cinco años en Camboya. Conquer, de 35 años, comentó que en este país con un 97% de población budista, está observando un "pequeño, pequeño" crecimiento de la Iglesia. Enfatizó que este año todas las provincias celebrarán Misas de Pascua. Sin embargo, remarcó que, en su parroquia, ubicada en un destino turístico costero, puede haber hasta 500 extranjeros en Misa, mientras que en una aldea más pequeña pueden asistir solo 10 locales.

"Es un momento hermoso para estar aquí, pero hay que ser honestos. Es difícil porque estamos luchando por llegar al corazón de la gente con la buena noticia. Es fácil dar una bolsa de arroz. Es mucho más difícil dar la fe … Entonces, ¿cómo compartes la fe? Eso es lo que queremos discernir," añadió.

El padre Conquer explicó que compartir la fe es un desafío en un país donde el budismo es prácticamente la religión oficial, y el débil sistema educativo implica que algunos aldeanos en sus pequeñas y remotas iglesias rurales no saben leer.

Según varios miembros del clero entrevistados por OSV News, la Iglesia en Camboya está fuertemente involucrada en el diálogo interreligioso y en asociaciones con los budistas. Al mismo tiempo, el obispo Figaredo expresó que la Iglesia es una invitada bienvenida por el gobierno, contribuyendo al fortalecimiento de las escuelas públicas con su énfasis en la participación, la disciplina, y la dignidad humana. También afirmó que el enfoque actual está en formar líderes laicos dentro de la Iglesia y catequistas sólidos entre los conversos.

La hermana Maryknoll María Leonor Montiel llegó a Camboya en 1997 para ayudar a pacientes con VIH cuando el país era el más afectado por la epidemia de SIDA en Asia. Volvió a la sede de Maryknoll en Ossining, Nueva York, en 2019. La hermana Montiel explicó que su ministerio consistió principalmente en empoderar a los pobres para que alzaran su voz y buscaran servicios sociales.

"Lo que hizo el Khmer Rouge fue tratar de borrar el alma, la cultura, la educación," señaló. "Y literalmente dijeron: ‘Año cero, reiniciamos todo.’ ¿Cómo se reconstruye desde ahí, o se recupera o se reconcilia? No hemos encontrado esa respuesta. En los 20 años que estuve allí, no creo que los camboyanos la hayan encontrado. Yo no la encontré, todavía estoy aprendiendo … Aún estamos en ese camino. (Pero) la fe cristiana es una fe de esperanza. Hay Pascua."

El obispo Figaredo añadió que, en la prefectura de Battambang, 140 adultos y unos 200 del Vicariato Apostólico de Phnom Penh serán bautizados esta Pascua.

Camboya reconoció oficialmente la presencia de cristianos en el país el 7 de abril de 1990. Siete días después, se celebró Misa por primera vez en 15 años. La celebración de aquella Vigilia Pascual es recordada como el signo del renacimiento de la Iglesia en Camboya, según la organización pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. En aquel entonces, el obispo Figaredo estimó que había varios miles de católicos, y aunque hoy el número oficial es de 20.000, el prelado expresó a OSV News que la cifra podría ser el doble.

El país también contará con su primera catedral en 50 años, cuya construcción en la zona de Phnom Penh concluirá este julio. Con una mezcla de diseño tradicional del sudeste asiático y estilo occidental, la iglesia, con capacidad para 700 personas, está programada para ser consagrada en noviembre.

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Simone Orendain escribe para OSV News desde Chicago.

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