Un vídeo de 1979 muestra a San Óscar Romero con tres religiosas visitando a una familia cerca de casas de lámina y cartón. Captado por periodistas suizos que visitaron al prelado ese año en El Salvador, las imágenes muestran a dos grupos de personas que nunca estuvieron lejos de la vida del mártir salvadoreño: los pobres y las religiosas.

"Es una novedad. Al estar en lo de la Iglesia, no se ve que los que están en esas esferas de poder sean capaces de bajarse a esa realidad", dijo la hermana Sandra Margarita Sierra Flores, religiosa de Notre Dame, a Global Sisters Report. "Digo esto con el debido respeto … pero la realidad es que los obispos, entre más alto suben, más lejos están de la gente", expresó.

Pero monseñor Romero no era así, dijo. Y ese estilo, aseguran religiosas como la hermana Sierra -- sus palabras, sus acciones y su cercanía a las hermanas -- ha influenciado a una generación nueva de religiosas de América Latina que dicen que el santo inspiró sus vocaciones y guía sus ministerios.

"Fue en mi noviciado, cuando más me acerqué a él", dijo la hermana Claudia del Rosario Zaldaña, de las Carmelitas de San José en Heredia, Costa Rica, y agregó: "Es sorprendente su convicción en la defensa del desposeído y vulnerable de su tiempo. Y siempre es una invitación a asumir el Evangelio con esa radicalidad".

Esa convicción, dijo la hermana Sierra, acercó a monseñor Romero a los pobres y a los sin poder, junto a quienes se suele encontrar a las religiosas. Aunque es originaria de Honduras, Sierra estudió en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, administrada por los jesuitas en San Salvador, donde conoció la imagen de San Romero desde el punto de vista teológico.

Ahora ella trabaja en Chalatenango, una zona rural en el norte de El Salvador que en el tiempo de San Romero formaba parte de la Arquidiócesis de San Salvador, donde el mártir fue arzobispo desde 1977 hasta su asesinato en 1980. Esa "tierra martirial", un lugar donde se cree que se llevaron a cabo más de 50 masacres, le ha enseñado mucho sobre lo que San Romero experimentó, afirma la hermana.

La hermana Sierra dice que ha encontrado mucha inspiración en los escritos y homilías del santo, que ponen nombre a las víctimas y denuncian los abusos cometidos. A pesar de que es un santo latinoamericano, es un ejemplo para toda la Iglesia por su "opción por los pobres, su gran compromiso", que debería servir de motivación para todos, dijo la hermana.

"Me gusta porque es un santo que es bastante cercano a nuestros tiempos y que, desde esa realidad, uno se puede sentir identificado con él, y desde ahí, con una opción clara por el Evangelio y por los pobres, y por los marginados", dijo. "En un contexto de guerra, él era la voz de los sin voz…; para mí, Monseñor Romero es un modelo de compromiso cristiano en tiempos de conflicto", acotó.

San Romero, el arzobispo de San Salvador, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 en la capilla de un hospital oncológico donde hermanas de la congregación Carmelitas Misioneras de Santa Teresa cuidaban a pacientes pobres, un ministerio que todavía sigue en marcha.

Su martirio ocurrió después de que el arzobispo públicamente suplicó a soldados que dejaran de matar a civiles. Las hermanas corrieron a su lado después del disparo que le quitó la vida mientras celebraba Misa en la capilla.

Incluso después de su muerte, religiosas permanecieron visiblemente unidas al santo. Un vídeo histórico antes de su funeral muestra a 11 hermanas cerca de su ataúd, como si lo estuvieran cuidando, mientras miles de personas hacían fila para pasar a ver a su pastor una última vez en la catedral de San Salvador.

Aunque no vivió para ver lo peor del conflicto de 12 años que dejó a más de 75.000 civiles muertos, la violencia contra los salvadoreños forma parte del diario de San Romero. Las hermanas aparecen a menudo en ese diario en momentos difíciles.
El 11 de septiembre de 1979, el ahora santo documenta una conversación con una de las carmelitas, quien le pidió que buscara otro lugar para dormir esa noche, preocupada por su seguridad tras una llamada telefónica amenazadora que las hermanas que vivían cerca de él recibieron.

El 21 de febrero de 1980, monseñor Romero documenta una visita a una hermana encargada de una casa de retiros donde una bomba causó daños, cerca de la emisora de radio que transmitía sus homilías. San Romero grabó su diario en casetes y dijo el 5 de noviembre de 1979 que una hermana salesiana le entregó una carta de un oficial del Vaticano advirtiéndole de amenazas creíbles de asesinato dirigidas contra él desde la "extrema derecha".

"Me cautivaron los escritos de su diario. Es como dar una mirada a la esencia de su persona y cómo asumió su llamada y consagración", dijo la hermana Zaldaña.
Tras ver sacerdotes de varios lugares del país asesinados, Romero sabía que las religiosas también corrían peligro. Sin embargo, incluso en ese peligro, se acercó más a ellas.

El libro "Romereando por Chalate", sobre el caminar de San Romero por la zona de Chalatenango, habla de sus visitas y cercanía con las Oblatas del Corazón de Jesús, a las que visitó después de que les colocaran "un artefacto explosivo" en su residencia en 1979. El arzobispo se preocupaba por visitarlas cuando la superiora general llegaba, y resaltaba el "protagonismo" de las hermanas en la comunidad, dice el libro.

Esa vida de cercanía, incluso ante el peligro, no ha pasado desapercibida para las hermanas que han leído sobre ella.

"Para mí, hubo mucha influencia (de la vida de Romero), sobre todo en mi decisión para la consagración", dijo a GSR el 4 de marzo la hermana Zaira Gutiérrez, de las Apostólicas del Corazón de Jesús.

La religiosa llegó a El Salvador desde México en 2012, algo que dice que fue "una alegría enorme", ya que presentaba la oportunidad de crecer más cerca al santo, a menudo llamado simplemente "monseñor" en su tierra natal. Pero aprendió también sobre otros católicos en El Salvador que precedieron y siguieron a Romero en el martirio, incluyendo dos hermanas Maryknoll y una Ursulina de los EE.UU. que junto a una laica fueron violadas y asesinadas el 2 de diciembre de 1980.

"Monseñor, los y las mártires y el pueblo salvadoreño me hicieron reflexionar, pensar en mi vocación y mi compromiso", dijo la hermana Gutiérrez.

La comunidad La Chacra, donde la hermana Gutiérrez vive ahora en las afueras de la capital de San Salvador, es el lugar donde San Romero fue filmado por la televisión suiza con las hermanas mientras visitaban a los pobres. Tras el conflicto civil de El Salvador, la zona fue controlada por pandillas. La comunidad religiosa de la hermana Gutiérrez ha estado allí desde 1990, en una casa que tiene un gran mural del santo al lado de la calle.

Conocer a San Romero, cómo ofreció su vida y cómo eligió seguir a Jesús en acciones y palabras, impactó a la hermana Gutiérrez, quien dijo que monseñor Romero le enseñó cómo, en su vida de religiosa, podía ofrecer su vida "en la cercanía, en el aprender a estar, en el poder acompañar a la gente en sus luchas, en sus esperanzas, en sus tristezas también, y miedos compartidos, pero también en esas alegrías de saber que no vamos (los religiosos y religiosas) caminando solos".
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Rhina Guidos es corresponsal regional para América Latina de Global Sisters Report.