Ya sea que la gente lo admita o no, el cambio climático y la destrucción ambiental están obligando a millones de personas a abandonar sus hogares, y los católicos tienen la responsabilidad de ayudarlos, escribió el papa Francisco en el prefacio de un nuevo documento.
"Cuando la gente es expulsada porque su entorno local se ha vuelto inhabitable, puede parecer un proceso de la naturaleza, algo inevitable", escribió el Santo Padre. "Sin embargo, el clima en deterioro es muy a menudo el resultado de malas decisiones y actividades destructivas, del egoísmo y la negligencia, que ponen a la humanidad en desacuerdo con la creación, nuestro hogar común".
El prefacio papal aparece en "Orientaciones pastorales sobre desplazados climáticos", un documento publicado el 30 de marzo por la sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral.
Además de ofrecer a las parroquias, diócesis, y conferencias episcopales nacionales sugerencias para ofrecer atención pastoral a las personas que se ven obligadas a trasladarse debido al aumento del nivel del mar, la desertificación, y las tormentas, que son cada vez más fuertes, el documento alienta a los católicos a estudiar y rastrear el cambio climático y cambiar sus estilos de vida para ayudar a mitigar algunos de sus efectos.
"La crisis climática se ha estado desarrollando desde la Revolución Industrial", escribió el Sumo Pontífice. "Durante mucho tiempo, se desarrolló tan lentamente que permaneció imperceptible excepto para unos pocos clarividentes".
"Incluso ahora tiene un impacto desigual: el cambio climático ocurre en todas partes, pero los que menos han contribuido a él sienten el mayor dolor", escribió el papa. "El enorme y creciente número (de personas) desplazadas por las crisis climáticas se está convirtiendo rápidamente en una gran emergencia".
Según el documento, "Solo en el transcurso de 2019, más de 33 millones de personas fueron desplazadas, lo que eleva el número total a casi 51 millones, el número más alto jamás registrado; y de estos, 8.5 millones (fueron desplazados) como resultado de conflictos y violencia y 24.9 millones por desastres naturales".
"En la primera mitad de 2020, se registraron 14.6 millones de nuevos desplazamientos; 9.8 millones como resultado de desastres y 4.8 millones asociados con conflictos y violencia", expone el documento, citando estadísticas del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos con sede en Ginebra.
Además, dijo, el cambio climático es "un multiplicador de amenazas, que intensifica los conflictos existentes donde los recursos son escasos".
Responder a las necesidades de las personas desplazadas, ya sea dentro de sus países de origen o aquellas quienes han sido forzadas a migrar debido a catástrofes relacionadas con el clima, está "en el corazón de ser una iglesia creíble y de testimonio, una comunidad eclesial solidaria e inclusiva", manifiesta el documento.
Mucha gente no conoce el costo humano del cambio climático o se niega a creerlo, dice el texto. "La ceguera sobre estos temas es muy extensa y sus causas son principalmente: a) la ignorancia pura; b) la indiferencia y el egoísmo frente a fenómenos que ponen en peligro el bien común; c) la negación intencionada de la realidad para proteger los intereses personales; d) la incomprensión".
"Dios da los medios para ver, pero los seres humanos deben estar dispuestos a pasar de la ceguera a la conciencia", señala el documento, razón por la cual muchas de las sugerencias en el texto involucran la educación en todos los niveles de la iglesia, la cooperación ecuménica e interreligiosa en sensibilizar a las personas sobre los problemas, y responder a las necesidades de las personas desplazadas por las crisis climáticas, escuchando y defendiendo las necesidades reales de las personas desplazadas y amenazadas de desplazamiento.
Al presentar el documento durante una conferencia de prensa en línea el 30 de marzo, el padre salesiano Joshtrom Kureethadam, funcionario del dicasterio, dijo: "La crisis climática y otros peligros ecológicos se están convirtiendo en los principales impulsores del desplazamiento y podrían reconfigurar los patrones de migración en las próximas décadas".
La crisis, expresó, "es en última instancia un problema moral. Las comunidades pobres y vulnerables cuyas emisiones de carbono son sólo una fracción de las del mundo rico son ya las primeras y desproporcionadas víctimas de la crisis".
Cuando se le pidió que aclarara la enseñanza moral detrás del documento, el cardenal Michael Czerny, subsecretario para migrantes y refugiados, dijo: "No creo que el argumento moral deba ser más complejo" que el de que todos los seres humanos fueron creados por Dios, son hermanos y hermanas entre sí y viven en el mismo planeta. Tienen una obligación el uno con el otro y con la tierra.
"Realmente parece que estamos a punto de decidir, activa o pasivamente, si cuidaremos la única casa que tenemos o la destruiremos", sostuvo el cardenal.
Maria Madalena Issau, una viuda de 32 años y madre de cinco hijos, que también cuida a sus dos sobrinos huérfanos, se unió a la conferencia desde Mozambique, donde vive en un campo de desplazados en las afueras de Mutua. Ella y los niños han vivido en el campamento desde marzo de 2019 cuando el ciclón Idai azotó Beira, donde vivía en la playa, comprando y revendiendo pescado para mantener a su familia.
Una organización no gubernamental está comenzando a construir casas de un dormitorio para reemplazar las carpas en el centro de reasentamiento, ella dijo, pero "no hay trabajo ni negocios, no hay proyectos para educar a los jóvenes o para ocupar a la gente, y para trabajos ocasionales, la gente debe viajar muchos kilómetros".
El arzobispo Claudio Dalla Zuanna de Beira dijo a los periodistas: "El cambio climático no es una amenaza hipotética, sino una realidad que requiere una acción inmediata, incluyendo la creación de las condiciones necesarias para acoger a los desplazados por el creciente número de catástrofes".
Las respuestas de emergencia, "a veces motivadas por emociones que desaparecen rápidamente", no son suficientes, señaló el arzobispo. Tampoco es correcto simplemente reasentar a las personas sin pensar en cómo proporcionar los servicios esenciales.
Donde las comunidades están particularmente en riesgo de tormentas severas, inundaciones o desertificación, agregó, la planificación de contingencia obligatoria exigida por el nuevo documento obviamente se aplica a los gobiernos, pero "también a la iglesia en su vocación de ser un hogar acogedor, la familia de Dios"