WASHINGTON - El Salvador anunció el 22 de enero como la fecha para cuatro beatificaciones, incluso la del padre jesuita Rutilio Grande, el padre franciscano Cosme Spessotto y dos laicos, anunció la conferencia de obispos salvadoreños el 27 de agosto.
Los cuatro fueron martirizados durante el conflicto civil del país en las décadas de 1970 y 1980, cuando innumerables católicos, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia del Concilio Vaticano II y el Consejo Episcopal Latinoamericano, comenzaron a hablar a favor de los pobres y los marginados.
Los dos laicos, Manuel Solórzano, un sacristán anciano, y Nelson Rutilio Lemus, un niño en su adolescencia, viajaban en automóvil con el padre Grande cuando escuadrones de muerte el dispararon al sacerdote varias veces mientras manejaba hacía a una novena el 12 de marzo de 1977.
El comunicado de los obispos indicó que el cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez presidirá la ceremonia en el atrio de la Catedral de San Salvador. El atrio también fue el escenario donde los ataúdes del padre Grande y los dos laicos entraron y salieron durante una misa fúnebre, celebrada por san Oscar Romero cuando era arzobispo de San Salvador. Él también fue martirizado tres años después, mientras celebraba la Eucaristía el 24 de marzo de 1980.
El padre Spessotto, un misionero franciscano de Italia, sirvió en la Diócesis de Zacatecoluca y se pronunció contra la injusticia tal como lo hizo el arzobispo. El padre Spessotto murió de manera similar pocos meses después de san Romero: de un balazo a la cabeza el 14 de junio de 1980.
"Damos gracias a Dios y al papa Francisco por esta inmensa bendición: la elevación a los altares de estos cuatro mártires de nuestro país", dijo el comunicado de los obispos salvadoreños.
Normalmente, un milagro debe atribuirse a la intercesión de una persona antes de que pueda ser beatificada, pero no se necesita un milagro para la beatificación de un mártir. Una vez que el mártir es beatificado, se necesita un milagro antes de que pueda ser canonizado como santo.
El obispo salvadoreño Oswaldo Escobar de Chalatenango, en Roma para una reunión de Carmelitas Descalzos, dijo que saludó brevemente al papa Francisco durante su audiencia general del 25 de agosto para darle una copia de un libro que escribió recientemente sobre san Romero y le agradeció por la noticia inminente.
"Me dijo que tenía devoción por Rutilio Grande", dijo el obispo en una llamada de WhatsApp el 27 de agosto con Catholic News Service.
Ana Grande, sobrina del padre Grande, dijo que estaba "más que emocionada" con la noticia.
"Obviamente es una sorpresa tan hermosa. Reúne a nuestro pueblo salvadoreño ... este legado de amarnos unos a otros, es un recordatorio constante de lo que suponemos estar haciendo, que es amarnos los unos a los otros", dijo en una entrevista telefónica con CNS el 27 de agosto.
"Creo que, lamentablemente, tenemos memoria muy corta. Olvidamos que (El Salvador) acaba de pasar por una guerra civil, y el país ha quedado atrapado en esta violencia que sigue dándole forma, pero aquí está esta alternativa, el hermoso legado de mi tío y el padre Spessotto. Aquí hay un reflejo de lo que se supone que debemos hacer".
Los dos sacerdotes intentaron crear un sentido de comunidad para los pobres del país, que a menudo eran explotados por la oligarquía. Pero sus mensajes, como el de san Romero, a menudo fueron menospreciados como políticos en lugar aunque venían de las enseñanzas de la iglesia que les decía a los católicos que se preocuparan por los pobres y marginados.