Mientras el mundo conmemoraba el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria el 19 de agosto, las últimas cifras sobre las terribles circunstancias a las que se enfrentan los trabajadores humanitarios en primera línea ponen de relieve el alarmante aumento de los ataques en su contra y su labor para aliviar el sufrimiento de los civiles atrapados en el fuego cruzado.
Humanitarian Outcomes, un grupo de defensa de la investigación sobre la ayuda humanitaria publicó el 15 de agosto su Informe 2024 sobre la seguridad de los trabajadores humanitarios, en el que se afirma que “2023 fue el año más mortífero para los trabajadores humanitarios jamás registrado, con víctimas mortales que duplicaron con creces la media anual”.
Humanitarian Outcomes cuenta con el apoyo de la Oficina de Ayuda Humanitaria de USAID. Según el informe, elaborado por la base de datos Aid Worker Security Database (AWSD), 595 trabajadores humanitarios fueron víctimas de atentados graves en 2023, de los cuales 280 perdieron la vida en 33 países. Más de la mitad de estas muertes (163) fueron trabajadores humanitarios asesinados en los tres primeros meses del conflicto en Gaza, en su mayoría como consecuencia de ataques aéreos, declaró el grupo.
Citando datos del Informe SCORE de Acceso Humanitario, la ONU afirmó que el número de trabajadores fallecidos en Gaza era “una cifra sin precedentes para un solo contexto en un periodo tan corto”.
En un editorial publicado en el sitio web de Caritas Internationalis, Jean-Yves Terlinden, director de la Unidad de Cooperación Internacional y Humanitaria de Caritas Europa, culpó a la “continua complicidad de la Unión Europea y Estados Unidos en las violaciones del Derecho Internacional Humanitario, el doble estándar y la creciente politización de la ayuda humanitaria” del creciente recuento de muertos en Gaza.
Entre los muertos, según Terlinden, había dos trabajadores de Cáritas: Viola, una técnica de laboratorio de 26 años que fue asesinada junto con su marido y su pequeña hija cuando las fuerzas israelíes atacaron en octubre la iglesia ortodoxa de San Porfirio, en Gaza, donde se refugiaban civiles; e Issam Abedrabbo, de 35 años, farmacéutico que fue asesinado junto con sus dos hijos, dejando huérfana a una niña.