El Congreso Eucarístico Internacional (CEI) 2024, celebrado del 8 al 15 de septiembre en Quito, Ecuador, se consolidó como un evento de gran relevancia para la Iglesia católica. Bajo el lema "Fraternidad para sanar el mundo", reunió a decenas de miles de fieles y líderes eclesiales en una profunda reflexión sobre la Eucaristía y su papel fundamental en la comunidad y la sociedad contemporánea.
Organizado por la Arquidiócesis de Quito, la Conferencia Episcopal Ecuatoriana y el Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos, este congreso no solo conmemoró el 150° aniversario de la consagración de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, sino que también reafirmó el compromiso de la Iglesia de servir y amar a Jesucristo presente en la Eucaristía.
A lo largo de la semana, se llevaron a cabo diversas actividades que no solo invitaron a los participantes a profundizar en su relación con Dios y entre sí, sino que también dejaron una huella profunda en el corazón de los cristianos, fortaleciendo su compromiso de vivir la fe con mayor plenitud.
El Sagrado Corazón de Jesús, exigencia de fraternidad
Durante el tercer día del congreso, el 11 de septiembre, Mons. José Ignacio Munilla, teólogo y obispo de Orihuela-Alicante, España, brindó una conferencia sobre el Sagrado Corazón de Jesús como fuente de amor y fraternidad.
Afirmó que el amor de Dios hacia la humanidad debe ser correspondido, y que cada uno de nosotros está llamado a vivir en fraternidad, no solo entre creyentes, sino también en un contexto más amplio.
"Es un drama que Dios no sea correspondido, que Dios no sea amado, que Dios te esté diciendo 'te quiero' y que nosotros a veces respondamos con indiferencia", dijo el obispo
"Aquí no sobra nadie. En el plan de Dios todos somos necesarios. Hay un Padre que ha creado el mundo y ha pensado en el bien de todos sus hijos", dijo. Añadiendo que es verdad que Dios Padre quiere que todos conozcan a Jesucristo, "y el corazón del Padre sufre porque envió a Su Hijo al mundo para que el mundo conociese el amor de Dios, y muchísima gente todavía no conoce a Jesucristo".
Por otra parte, explicó que la paternidad de Dios, recibida por la gracia redentora de Jesucristo, va mucho más allá de la creación, elevándonos a una filiación divina que nos introduce en el seno de la Santísima Trinidad. Esta relación sobrenatural, sin embargo, debe ser acogida libremente a través de la fe y el bautismo, pues no se trata solo de haber sido creados por Dios, sino de aceptar ser hijos en Cristo.
También destacó que el gran signo del Corazón de Jesús es que existimos porque somos amados. No somos fruto de una evolución ciega, sino del amor divino. Primero somos amados, luego existimos, y eso da forma a nuestras vidas.
Si Dios no hubiera decidido traernos al mundo por amor, dijo, no estaríamos aquí. Este mensaje es crucial, reflexionó, pues define la autoestima del ser humano: saber que Dios lo ama le otorga sentido a su vida. En medio de la crisis que atraviesa la humanidad, es esencial recordar que, al ser amados por Dios, no hay razón para el autodesprecio ni para perder de vista el valor de la vida.
A continuación, Mons. Munilla compartió seis enseñanzas extraídas de los evangelios que forman parte de la "escuela del Corazón de Jesús".
Entre ellas, destacó la necesidad de purificar el corazón a través de un proceso de conversión interior, donde el verdadero amor debe nacer de un corazón transformado.
También enfatizó la importancia de buscar la gloria de Dios en lugar de la vanagloria personal, que nos lleva a ver a los demás como nuestros competidores.
A continuación, habló sobre la corrección fraterna como un signo de amor.
"Necesitamos ser corregidos. Porque muchas veces uno es ciego a sus propios defectos", dijo. "Los defectos de los demás se nos hacen omnipresentes y tus propios defectos no los ves porque te has acostumbrado a ellos. El ejercicio de la corrección fraterna es un signo de verdadera caridad, de verdadera fraternidad... Quien ama corrige".
Mons. Munilla instó a los asistentes a romper la dinámica del desamor y a no devolver mal por mal, promoviendo una cultura de compasión y perdón fundada en la filiación sobrenatural.
"Lo peor del mal es que te haga malo", destacó.
Luego habló sobre la importancia de no confundirse de enemigo, uno de los principales motivos por los que cuesta tanto cumplir el mandamiento de amar al prójimo. Esto se debe a que subestimamos la existencia del demonio y su acción malévola en nosotros y en los demás. Nuestro enemigo no es aquél que nos hace la vida imposible, sino Satanás. Cuando comprendemos esto, pasamos del rencor a la compasión, de la crítica y la acusación a la intercesión.
En la sexta lección enfatizó la necesidad de hacerse pequeños, como los niños, para abrirse al amor divino, explicando que los corazones humildes y sencillos se abren mucho más fácilmente al amor que los retorcidos y complicados.
Recordó la relación intrínseca entre el Corazón de Jesús y la Eucaristía, resaltando cómo esta última transforma nuestros corazones y nos acerca a la verdadera fraternidad. Y cuando nos transformamos aprendemos a amar, cambiando así nuestra familia, nuestro trabajo y nuestra vida entera.
Finalmente insistió en la importancia de conocer la Sagrada Escritura, que debería ser nuestro escudo, citando el Salmo 118,105, "Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero".
La familia a la luz de la Eucaristía, escuela de fraternidad
Durante el cuarto día del congreso internacional, el 12 de septiembre, Mons. Graziano Borgonovo, subsecretario del Dicasterio para la Evangelización, abordó la vital importancia de la familia como el primer lugar donde se educan valores esenciales. Los aspectos distintivos del ser humano, gratuidad, memoria, servicio y alegría, se aprenden en el seno de la familia.
"Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, testimoniando esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma", expresó, citando el Catecismo de la Iglesia Católica.
En un contexto de crisis institucional, argumentó que la familia es la raíz de la educación, donde se forman el carácter y las virtudes a través del amor de los esposos.
Citando al Papa Francisco, Mons. Borgonovo enfatizó que la enseñanza de Jesús busca llegar al corazón humano, lo que implica una responsabilidad compartida en las comunidades educativas.
La Eucaristía, afirmó, transforma a la familia en una escuela de fraternidad. A través de este sacramento, las generaciones futuras aprenden a servir con alegría y amor, convirtiendo el hogar en un espacio de salvación.
Resaltó que la familia actúa como hospital, escuela y refugio, contribuyendo al bien común y formando ciudadanos participativos.
El mensaje central de Mons. Borgonovo es que la Eucaristía es un don supremo de Dios que permite que la familia se fortalezca y enfrente los retos contemporáneos, lo que resulta esencial para un futuro más justo y solidario.
La vida contemplativa y la Eucaristía
Durante el quinto día, el 13 de septiembre, la Madre Verónica de la Santa Faz, Carmelita descalza del monasterio de San José y Santa Mariana de Jesús en Quito, compartió su rica experiencia de más de 36 años en la vida religiosa. Agradeció la oportunidad de reflexionar sobre su camino espiritual, que comenzó a los 7 años, cuando las palabras de Jesús, "Yo soy el pan de vida", resonaron profundamente en su corazón.
Su primer encuentro con la Eucaristía fue transformador; al recibir a Jesús, comprendió que el alimento espiritual era más importante que cualquier otra cosa, contó. A lo largo de su formación en el Carmelo, se identificó con las enseñanzas de Santa Teresa de Jesús, quien describió el alma como un castillo con muchas moradas, enfatizando que la vida contemplativa es una búsqueda del rostro de Dios.
La Eucaristía, para la madre Verónica, no se trata de un rito, sino del "beso de Dios" que transforma a los que se acercan a ella, ya que consiste en el camino hacia la sanación y la unidad en Cristo.
Para concluir, dijo que lo más importante es experimentar el inmenso amor de Dios, un amor tan grande que se ha quedado en la Eucaristía, ese pedacito de pan que los sacerdotes nos ofrecen cada día, y en el Sagrario, donde muchas veces lo dejamos solo. Nos animó a visitar a Jesús con frecuencia, a dedicar un momento para estar a sus pies, porque es ahí, en el silencio, donde nos habla. Y al escucharle, saldremos transformados.
Eucaristía: salmo de fraternidad
También el 13 de septiembre, Pablo Martínez, cantante católico reconocido internacionalmente, catequista, conferencista, escritor y profesor de teología, habló sobre el poder de la música como medio para transmitir la fe y fomentar la fraternidad en un mundo marcado por la violencia y el individualismo.
Subrayó la importancia de escuchar los "cantos" del mundo, reflexionando sobre lo que estos revelan de nuestra realidad. Afirmó que, aunque muchas canciones promueven violencia y degradación, también existe una creciente búsqueda de paz y trascendencia a través de la música.
Explicó que la música y el canto no solo fomentan la unidad, sino que despiertan y evocan la memoria colectiva, transmitiendo la fe de manera profunda. La música tiene el poder de denunciar las heridas del mundo y, al mismo tiempo, anunciar la esperanza y sanar corazones.
"Cuando la Iglesia canta, evoca lo que Dios hizo, hace y va a ser. Cuando la Iglesia canta invita a la fiesta", dijo.
El mensaje central de Martínez fue que la Iglesia no solo debe cantar la fraternidad, sino también encarnarla, evitando caer en la hipocresía. Además, destacó la importancia de apoyar a los músicos católicos en su labor evangelizadora, especialmente en el mundo digital, donde muchas personas buscan un sentido de conexión con la fe.
Procesión Eucarística y Misa de clausura
Uno de los momentos más destacados fue la multitudinaria procesión eucarística del sábado 14 de septiembre en el centro histórico de Quito, donde aproximadamente 13.000 personas se unieron en un recorrido lleno de fe y devoción. Las calles se adornaron con alfombras florales mientras los fieles acompañaban al Santísimo Sacramento.
Esta procesión, culminando en la majestuosa Basílica del Voto Nacional, no solo fue un acto de veneración, sino un símbolo poderoso de unidad y compromiso con la fraternidad, recordando a todos la importancia de caminar juntos en la fe.
La Misa de clausura del domingo 15 de septiembre, que incluyó 25.000 fieles y estuvo presidida por el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo -- legado pontificio para este encuentro internacional -- marcó la culminación del congreso.
En su homilía, el arzobispo emérito de Caracas y Mérida, Venezuela, agradeció a los voluntarios y a todos los que hicieron posible el congreso, reconociendo la labor de quienes transmitieron los mensajes a través de medios digitales.
El cardenal enfatizó que la fraternidad es consustancial a la fe cristiana y se traduce en el servicio desinteresado a los necesitados. A pesar de la propaganda de odio y violencia, el cardenal Porras destacó la cantidad de personas que actúan con generosidad y solidaridad. Habló sobre la necesidad de aceptar la fraternidad de Jesús y de hacer de cada uno un hermano de todos, sin excluir a nadie.
"Para los cristianos la fraternidad no es una opción que puede o no tomarse", afirmó. "Es consustancial a la fe cristiana y además un imperativo evangélico" del servicio desinteresado a los necesitados.
Finalizó su reflexión instando a los participantes a convertirse en constructores de esperanza en un mundo que necesita urgentemente del amor y la compasión. Subrayó que la Eucaristía debe ser el motor que nos impulse a salir al encuentro de quienes sufren, recordando que no solo somos bocas para alimentar, sino también manos que sirven.
Antes de la bendición final, el cardenal, en su calidad de legado pontificio, anunció que la ciudad de Sídney, Australia, acogerá el próximo Congreso Eucarístico Internacional en 2028.
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Milagros San Martín escribe para OSV News desde Argentina.