ROSARIO, Argentina - Si alguna vez se encuentra en Italia, tendrá dificultades para encontrar un taxista que no conduzca con una imagen del Papa Francisco. Y si tiene la oportunidad de visitar el sur, particularmente la ciudad de Nápoles, encontrará que hay otro argentino igualmente omnipresente: Diego Maradona, la estrella del fútbol que murió el 25 de noviembre a los 60 años.
Son radicalmente diferentes en muchos aspectos, comenzando con su habilidad futbolística: uno era posiblemente el mejor jugador de la historia y el otro un dueño confeso de “dos pies izquierdos” que solo podía jugar como portero. Lo mismo puede decirse respecto as sus cuentas bancarias: a su muerte, Maradona tenía un patrimonio neto que la revista Forbes no pudo estimar, mientras que el Papa Francisco, un jesuita, hizo un voto de pobreza hace muchas décadas.
Sin embargo, también tenían algunas cosas en común que van más allá de su nacionalidad y el hecho de que ambos alcanzaron la fama internacional cuando dejaron su Argentina natal con destino Italia. Siguiendo con el ejemplo de los conductores de taxi italianos que llevan la imagen de sus argentinos favoritos, todos ellos elogian a ambos sin fin, y sin embargo, al referirse a ellos ofrecen voluntariamente un "pero".
En el caso de Maradona, su estilo de vida no siempre fue virtuoso. Luchó con adicciones a las drogas y al alcohol; tuvo hijos con varias mujeres a quienes en ocasiones se negó a reconocer; y elogió el comunismo como sistema político, con una larga trayectoria de apoyo tanto al régimen cubano como al venezolano, quienes le pagaron millones por ese apoyo.
En el caso del Papa Francisco, los taxistas y los católicos italianos de clase trabajadora a menudo discrepan de su simpatía por las causas pro-inmigración; su aparente intromisión en la política italiana; y el hecho de que rara vez se dirige a los católicos de clase media, lo que reconoció cuando habló con periodistas durante uno de sus viajes internacionales en 2015.
Pero, habiendo nacido en un barrio pobre, Maradona nunca olvidó sus humildes comienzos: siempre estaba allí para echar una mano, o sus piernas, y no tenía miedo de meter los pies en el barro para hacerlo.
En 1985, poco después de unirse al equipo de fútbol de Nápoles, fue invitado a jugar un partido benéfico en uno de los “potreros” de la ciudad, con el estado de la chancha muy distinto al que están acostumbrados los futbolistas profesionales. Su entrenador se negó a dejarlo jugar, pero Maradona se presentó de todos modos, con todo el equipo del Napoli a cuestas. Ganaron 4-0, y cuando el dinero recaudado resultó insuficiente, cubrió el resto de su bolsillo.
A menudo se decía que “El 10” desbordaba una alegría infantil cuando jugaba esos partidos, donde las condiciones del campo se parecían a la de los campos improvisados en los que él creció. Por su parte, durante sus días como arzobispo de Buenos Aires, el futuro Papa era conocido por sentirse más cómodo caminando por las “villas miseria” de la ciudad que recorriendo las zonas más elegantes de la Paris del Sur.
Nacido y criado en un barrio de chabolas, Maradona cultivó una personalidad de hombre del pueblo y, al igual que el Papa, le atribuye a una mujer el haberle transmitido la fe (en el caso de Maradona, su madre; en el caso del Papa Francisco, su abuela).
A pesar de su formación, el jugador luchó públicamente con su fe. En 1987, tuvo un famoso enfrentamiento con el Papa Juan Pablo II sobre el tema de la disparidad de riqueza.
“Discutí con él porque estaba en el Vaticano y vi todos estos techos dorados y luego escuché al Papa decir que la Iglesia estaba preocupada por el bienestar de los niños pobres”, relató una vez Maradona. "¡Vende tu techo y hacé algo amigo!"
Fue necesaria la elección de un argentino como Papa para que Maradona resolviera sus diferencias con la Iglesia.
En 2014, Maradona jugó en el primer partido de fútbol benéfico organizado por el Vaticano. Durante una conferencia de prensa, dijo: “Todos en Argentina pueden recordar 'la mano de Dios' en el partido contra Inglaterra en el Mundial de 1986. Ahora, en mi país, la 'mano de Dios' nos ha traído un Papa argentino.”
(La "Mano de Dios" es el apodo que obtuvo luego del infame partido de la Copa del Mundo de 1986 contra Inglaterra, en el que Maradona convirtió un gol con su mano que el árbitro no anuló.)
“El Papa Francisco es incluso más grande que Maradona”, dijo Maradona. “Todos deberíamos imitar al Papa Francisco. Si cada uno de nosotros le diera algo a alguien más, nadie en el mundo pasaría hambre.”
Dos años más tarde, al finalizar una encuentro privado en el Vaticano, Maradona le dio crédito al Papa Francisco por el renacimiento de su fe y su regreso a la Iglesia Católica.
“Cuando me abrazó, pensé en mi madre y dentro de mí, recé. Me alegro de haber vuelto a la Iglesia,” dijo Maradona en ese momento.
Su fe, según le dijo a un sacerdote argentino en 2019, era “sencilla,” arraigada en lo que le había enseñado su madre. El padre Gustavo Rubio dijo que la leyenda lamentaba los muchos errores que había cometido en la vida.
“Me impresionó que Diego pudiera reconocer sus fallas, los errores que todos cometemos, y me dijera: 'No soy un ejemplo para nadie',” dijo el sacerdote. “Era importante que quisiera reconocer sus límites y su pequeñez.”
Las diferencias entre los dos ciertamente eclipsan las similitudes. Sin embargo, en los días posteriores al fallecimiento de Maradona, el Papa Francisco, a menudo descrito como un jugador de ajedrez que siempre planifica varios movimientos, parece haber tomado una página del libro de jugadas de la estrella para el "partido" en curso que es el debate de Argentina sobre la legalización del aborto.
El segundo gol que marcó Maradona en ese polémico partido de 1986 contra Inglaterra fue considerado el más grande de todos los tiempos, la combinación perfecta de su capacidad de visión, control de balón y creatividad.
Ahora, su compatriota en el Vaticano espera que los mensajes creativos, las llamadas telefónicas sorpresa y su "pasar el balón" a una coalición ecuménica argentina liderada por laicos ayuden a lograr una victoria contra los partidarios del aborto legal, un equipo que incluye al presidente Alberto Fernández, a Amnistía Internacional y otras organizaciones internacionales.