ROMA - Cuando se trata de luchar contra los abusos sexuales en la Iglesia católica a nivel nacional, pocos papeles son tan clave como el del representante papal del país. Como intermediario entre los obispos del país y el Vaticano, el embajador del Papa desempeña un papel clave tanto en el nombramiento de obispos como en su destitución.

Observando los países más afectados en los últimos años por los escándalos de abusos sexuales -sobre todo Estados Unidos, Australia, Irlanda, Polonia y Chile-, un elemento común se hace evidente: en un momento u otro, el nuncio fue acusado de no manejar las cosas adecuadamente.

Sin embargo, poco a poco, una nueva generación de diplomáticos de la Iglesia ha demostrado ser capaz de manejar la crisis de los abusos sexuales de manera diferente: tomando en serio las acusaciones, abriendo investigaciones contra los obispos y siendo más transparentes sobre las verdaderas razones de la destitución de un obispo, en lugar de la excusa habitual de que ha alcanzado la edad de jubilación. En resumen, esta cosecha de nuncios trata los abusos sexuales como un delito y una plaga, en lugar de un pecado o una deficiencia.

Un ejemplo de estos es el nuncio en Polonia, el arzobispo Salvatore Pennacchio, que en los últimos nueve meses ha supervisado la destitución de 10 obispos de ese país. El prelado italiano decidió hacer público el motivo de la destitución, algo que la oficina de prensa de la Santa Sede, por orden directa de la Secretaría de Estado, se ha negado a hacer.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es que el nuncio puede convertirse en una figura impopular entre los obispos con los que se relaciona. Tal es el caso del ahora ex nuncio en México, el arzobispo italiano Franco Coppola, que fue recientemente trasladado a Bélgica.

El arzobispo Coppola cumplió los cinco años habituales en el país con la segunda población católica más grande del mundo, después de Brasil, y como tal, su traslado ha pasado casi desapercibido. Sin embargo, los engranajes de la máquina que puso en marcha su traslado se engrasaron a principios del año pasado, apenas unas semanas antes de que el COVID-19 pusiera en jaque a la mayor parte del mundo.

Fue el 6 de febrero de 2020. El arzobispo Coppola estaba en Roma, donde se reunió con el Papa Francisco. Aunque no se ha publicado el contenido de su conversación privada (como es habitual), se puede suponer que la cuestión de los abusos sexuales del clero en México, lugar de nacimiento del difunto padre Marcial Maciel, ocupó un lugar destacado en la agenda.

Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fue acusado de manera creíble de abusar de niños e instituir un ambiente de culto entre los miembros de la institución. Fue sancionado en 2006 y murió dos años más tarde. Desde entonces, la orden se ha sometido a una renovación estructural supervisada por la Santa Sede.

Menos de tres semanas después de la reunión de febrero de 2020, se conoció la noticia de que el Papa Francisco enviaba a México al arzobispo maltés Charles Scicluna y al monseñor español Jordi Bertomeu. La misma dupla había sido enviada a Chile dos años antes para investigar una serie de acusaciones de abuso y encubrimiento. En el 2018, volvieron a Roma con un dossier de 2.600 páginas que llevó al Papa a disculparse por el mal manejo de la situación en Chile. El episodio llevó a que todos los obispos chilenos presentaran su renuncia al Papa.

El arzobispo Charles Scicluna (centro) y el padre Jordi Bertomeu Farnos (derecha) durante una visita a Chile en 2018. A la izquierda, el obispo Jorge Concha Cayuqueo, actual obispo de Osorno, Chile. (Foto CNS/cortesía Arquidiócesis de Santiago)

La misión en México estaba programada para la semana del 20 al 27 de marzo. En su anuncio, los obispos mexicanos la caracterizaron no como una investigación en sí misma, sino como una misión de asistencia para la Iglesia local en la lucha contra los abusos, ya que el país recién en ese momento comenzó a reconocer lo que muchos consideran décadas de abuso sexual del clero y encubrimiento. En un mensaje de vídeo enviado a un centro de formación en prevención de abuso en la Iglesia de la Ciudad de México, el Papa Francisco reconoció que los que trabajan para limpiar la Iglesia se enfrentan a las amenazas de algunos dispuestos a "contratar sicarios" para evitarlo.

Pero la embajada del arzobispo Coppola atribuyó públicamente dos motivos a la visita: "ayuda" sí, pero también una investigación. Por esta razón, la nunciatura pidió expresamente a las víctimas que se presentaran a hablar con el arzobispo Scicluna y monseñor Bertomeu, subrayando que estarían a "disposición de todos los que quieran compartir sus experiencias o recibir orientación o ayuda".

Con el inicio de la pandemia de COVID-19, la visita fue oficialmente "pospuesta" y aún no se ha materializado. Fuentes en México han dicho a Angelus que, a pesar de que el coronavirus fue la razón oficial, varios obispos mexicanos habían viajado a Roma y pidieron al Papa Francisco y a los jefes del Arzobispo Coppola en la Secretaría de Estado que lo cancelaran todo - y que quitaran al Arzobispo Coppola de la nunciatura.

Crux informó en ese momento que se estima que el 50% de los obispos del país han manejado mal las denuncias de abuso, y algunos continúan haciéndolo hoy.

Entre quienes reconocen encubrimiento por parte de los obispos mexicanos está el arzobispo Rogelio Cabrera López, presidente de la conferencia episcopal. A finales de 2019 dijo en un seminario organizado por el CEPROME que "los obispos tenemos que reconocer los errores del pasado: No fuimos conscientes de la gravedad del asunto y las soluciones que dimos no fueron las adecuadas."

El arzobispo Coppola ha sido la otra voz que ha dado la sonado la alarma, diciendo a los periodistas que muchos obispos en México habían encubierto el "asesinato psicológico" que es el abuso. Coincidencia o no, tres semanas antes de que se anunciara su traslado a Bélgica, dijo a los periodistas que una docena de obispos estaban siendo investigados por encubrimiento, y que, de 328 denuncias de abusos sexuales, 134 sacerdotes habían sido declarados culpables y apartados del sacerdocio.

Algunos observadores creen que el arzobispo sabía que la reasignación se avecinaba cuando dio la entrevista, mientras que otros afirman que un grupo de obispos mexicanos citó la entrevista como "la gota que colmó el vaso" para justificar su destitución.

Durante los últimos cinco años, el arzobispo Coppola fue considerado un aliado por supervivientes de abusos y los periodistas. Pero fuentes del Vaticano, interpretando su destitución, dicen que el éxito de la presión para remover al diplomático se basó en un irónico defecto explotado con maestría por el grupo de obispos mexicanos que presionaron por su traslado: su falta de diplomacia.