Aunque el mundo sabe que el Dalai Lama vive en el exilio y es el rostro de la represión china en el Tíbet, y los medios de comunicación han arrojado luz sobre la persecución que sufren los uigures en la región musulmana de Xinjiang, el "implacable, aunque silencioso, control" que sufren los cristianos en China también merece atención, según los expertos reunidos en Roma.

El periodista español Pablo M. Díez, que desde hace dos décadas cubre China para el diario español ABC, dijo el martes que la "trágica historia de persecución que sufren los católicos" en los últimos años tiene su origen en la victoria del revolucionario comunista Mao Zedong, que fundó la República Popular China el 1 de octubre de 1949. Señaló que dos años después, el Estado comunista expulsó al nuncio papal en el país, que se desplazó a Taiwán, sede del gobierno nacionalista no comunista expulsado de China.

Habló en un seminario sobre la persecución anticristiana organizado por la Solidaridad Trinitaria Internacional, que trabaja en favor de quienes, por su fe en Cristo, se ven reducidos a la esclavitud, la opresión, la exclusión o la persecución.

Díez dijo a Crux que el Vaticano ha estado tratando de reconstruir las relaciones diplomáticas con China, a sabiendas de que, si lo logra, tendría que romper sus lazos diplomáticos con Taiwán. En las últimas décadas, señaló Diez, la República Popular China ha estado trabajando en la reconstrucción de las relaciones diplomáticas con varios países para ganar credibilidad y también para aislar aún más a Taiwán, que China considera una provincia renegada.

En la actualidad, y con una China cada vez más poderosa, tanto militar como económicamente, el Vaticano es uno de los 14 Estados que sigue reconociendo a Taiwán como país soberano.

Pero todo esto puede cambiar si, finalmente, la Santa Sede establece relaciones diplomáticas con el régimen de Pekín, que impone para ello la condición de aceptar "una sola China"", dijo.

Un ligero "deshielo" se logró con el acuerdo alcanzado en septiembre de 2018 entre el Vaticano y China sobre el nombramiento de obispos. Se renovó en 2020, y está previsto que se renueve de nuevo a finales de este año.

Díez argumentó que China quiere renovar el acuerdo porque fomenta la credibilidad que tiene el país ante el mundo occidental: No sólo es capaz de forjar lazos con naciones que quieren hacer negocios, sino también con el poder moral de la Iglesia Católica.

Dijo que la relación no está exenta de "controversia". Muchos dentro del Vaticano rechazan el reconocimiento diplomático de China, argumentando que daría legitimidad a una dictadura que viola habitualmente los derechos humanos.

"Aunque no se han revelado sus detalles", explicó el periodista, en su estado actual el "acuerdo con China" consiste básicamente en un concordato para el nombramiento consensuado de obispos. Este era el principal escollo entre el Vaticano y el régimen chino debido a la división entre la iglesia oficial y la clandestina, que provocó un cisma de facto en el catolicismo chino.

Los obispos que fueron excomulgados después de haber sido consagrados por la Asociación Católica Patriótica sin el permiso del Papa fueron readmitidos en la iglesia, y del mismo modo, China reconoció a cerca de 30 obispos de la iglesia "clandestina" nombrados por Roma pero no reconocidos por las autoridades chinas. A ellos se sumaron otra treintena de obispados que estaban vacantes y que deberían desbloquearse gracias al acuerdo.

Desde el concordato, ha habido media docena de nombramientos episcopales de mutuo acuerdo.

Sin embargo, el acuerdo no ha servido para atenuar el creciente acoso a los cristianos bajo el mandato del presidente Xi Jinping, al que Díez calificó como "el líder más autoritario desde Mao Zedong".

Dijo que prueba de ello son casos como el de los "obispos mártires encarcelados y torturados José Fan Zhonglian y Cosme Shi Enxiang, que pasaron 14 años bajo arresto domiciliario hasta su muerte", y el de Jaime Su, "desaparecido desde 2003 y del que no se sabe si está vivo o muerto". Si estuviera vivo, "estaría a punto de cumplir 90 años y habría pasado la mayor parte de su vida privado de libertad".

Según Díez, no sólo los obispos católicos pagan el precio máximo por ser cristianos: "Una de las últimas víctimas de la dictadura china" ha sido el activista Li Qiaochu, acusado a finales de febrero de "incitar a la subversión contra el Estado", un delito que, según Diez, "se utiliza habitualmente para retirar a los disidentes de la circulación".

En sus comentarios durante la conferencia, Diez también se refirió a la "campaña masiva contra las iglesias en la industrializada provincia costera de Zhejiang", con la retirada de unas 1.800 cruces y la demolición de decenas de lugares de culto.

Cuando no son demolidos, los lugares de culto son puestos bajo vigilancia por el gobierno, "con numerosas cámaras que rodean las iglesias", a veces de forma descarada, como en el caso de una iglesia que Diez conoce en Shanghai, con hasta una docena de cámaras apuntando directamente a su puerta.

"El objetivo parece claro: no solo grabar a quien se atreva a entrar, sino también disuadir a quien quiera hacerlo", dijo Diez. Asimismo, en noviembre de 2017, el gobierno provincial de Jiangxi "obligó a los católicos del condado rural de Yugan a cambiar las imágenes de Cristo que tenían en sus casas por retratos del presidente Xi Jinping."

Preguntado por si está a favor del acuerdo entre China y la Santa Sede, Díez dijo que no es "nadie" para dar consejos al Papa.

"Como bien sabemos, los caminos del Señor son inescrutables", dijo Díez. "Más aún en China".