ROMA - Durante su asamblea general, los obispos colombianos aprobaron un nuevo conjunto de directrices para la protección de los menores.
Una de las expertas laicas detrás del texto, Ilva Hoyos, dijo que es un reconocimiento por parte de los obispos de que necesitan una nueva perspectiva, "centrada no en la disciplina sino en la cultura del cuidado".
"La adopción de las nuevas directrices es un paso más en el camino de la prevención de los abusos", dijo Hoyos, ex procuradora colombiana de la infancia, la adolescencia y la familia. "En la cultura del cuidado, todos somos responsables. En nuestra condición de pueblo de Dios, debemos actuar con caridad y sinodalidad."
Hoyos es el jefe del grupo de trabajo de los obispos para la protección de los menores y coordinó la redacción de las directrices de 22 páginas.
Dijo a Crux que si bien la redacción implicó un esfuerzo conjunto, la aplicación será un "enorme desafío para los fieles en Colombia".
Sin embargo, Hoyos señaló que no basta con tener las directrices escritas y aprobadas: "Ahora debemos dar más pasos para que el texto cobre vida. Debemos, como iglesia, convertirnos en profetas y apóstoles de la cultura del cuidado amoroso, respetuoso y atento al otro".
Las directrices entrarán en vigor el 1 de enero de 2023, pero fueron acogidas por los obispos durante su asamblea de esta semana. El objetivo del documento, según el texto, es "poner en práctica la erradicación de todo tipo de abuso (de poder, de conciencia, espiritual y sexual) que se genere en los ambientes eclesiales por parte de los miembros de la iglesia en el país, sean laicos, religiosos o sacerdotes".
El texto es mucho más amplio en su alcance que las directrices originales que los obispos colombianos publicaron en 2013: "Orientaciones para la elaboración de decretos diocesanos de protección de menores". La nueva edición se titula "Cultura del cuidado en la Iglesia católica colombiana"
"Es precisamente la coherencia con el Evangelio y la opción radical por la protección y el cuidado de todos -y en particular de los más pequeños y de las más pequeñas- lo que nos enfrenta a la necesidad ineludible de reconocer que, a pesar de todos los esfuerzos de la Iglesia por exhortar a los fieles a vivir en un constante camino de santidad, existen dolorosos hechos de abuso y maltrato dentro de la Iglesia", se lee en la introducción de las directrices.
Las nuevas directrices tienen en cuenta los recientes documentos y la legislación del Vaticano, así como la normativa del gobierno colombiano.
Los lineamientos señalan que la cultura del cuidado dentro de la iglesia se lleva a cabo a través de una red entretejida de personas, instituciones y oficinas tanto de la iglesia como de la sociedad civil, y como tal, van más allá de una mera colección de protocolos y procedimientos, introducidos como un "Sistema para la Cultura del Cuidado".
"Se trata de erradicar la 'pseudocultura' de la indiferencia, el rechazo y la violencia, con la conciencia de que los abusos son el resultado de una acción recíproca y compleja de momentos vitales críticos y de factores interpersonales, institucionales, culturales y sociales", dicen las directrices.
El sistema para la cultura de la atención es el "garante" de la transparencia; supervisa la aplicación de los protocolos a la vez que analiza su éxito -o fracaso- para adaptarlo si es necesario; garantiza la accesibilidad a una oficina de denuncias; y facilita el acceso a la justicia, tanto civil como canónica, a las personas contra las que se ha cometido un delito.
Las víctimas de actos delictivos deben recibir asistencia "espiritual, psicológica y jurídica" y el sistema está llamado también a "evitar el encubrimiento y la negligencia de las autoridades eclesiásticas".
Los obispos reconocen en las directrices que "la autoridad que hemos recibido es un servicio, y una forma errónea de entenderlo ha permitido las conductas de abuso sexual, de poder y de conciencia, entre otras, por parte de miembros de la Iglesia."
También piden que se ponga a las víctimas en el centro; que haya transparencia; que haya empatía y misericordia con las víctimas, sus familias y sus comunidades, pero también con el agresor; y que se forme constantemente en la prevención, pero también en otras áreas que muchas veces se pasan por alto cuando se instituyen sistemas de atención en todo el mundo, como la comunicación, para que se den a conocer las acciones de la iglesia a favor de la creación de una cultura del cuidado.
Los obispos se comprometieron a adoptar estas normas dentro de cada circunscripción eclesiástica, y permitir que todos los creyentes y la sociedad en general las conozcan, para promover una "mayor conciencia del cuidado amoroso que también requieren los pastores y los ambientes pastorales eclesiales, cada vez que trabajan, se encuentran y conviven con niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas vulnerables".