El padre Noel Ortiz ayudó a feligreses del norte de Honduras con comida y alojamiento --y convirtió su parroquia en un refugio improvisado para sus mascotas-- después de que huracanes simultáneos azotaran Centroamérica dos veces en sólo dos semanas en noviembre.

También escuchó sus frustraciones cuando las inundaciones arrasaron con sus hogares y medios de subsistencia y los funcionarios del gobierno proporcionaron poca ayuda para la reconstrucción. Muchos de los trabajadores de las fábricas de ropa de su parroquia, en la ciudad de Choloma, azotada por las pandillas, pensaban emigrar y aprovecharon la oportunidad de unirse a las caravanas que salían del país.

"No es sorpresa", dijo sobre las caravanas.

"Son efectos de los huracanes que vienen a detonar todo el sistema colapsado que hay en Honduras".

"Seguirán más caravanas", dijo.

Los huracanes agravaron la miseria de la pandemia del COVID-19, que llevó a millones de personas a la desesperación económica y dejaron a muchos con una sensación de desesperanza, ya que las respuestas del gobierno estaban plagadas de ineptitud y corrupción. La percepción de que los políticos estaban más preocupados por las elecciones del 2021 que por la reconstrucción del país no hizo sino reforzar la sensación de abandono, según los observadores.

Dos grandes caravanas han partido desde que los huracanes Eta e Iota sumergieron Centroamérica, provocando inundaciones generalizadas, dejando a residentes sin hogar y cobrando más de 250 vidas.

Las caravanas partieron de San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande de Honduras, y en enero superaron los 7,500 viajeros. Ambas caravanas fueron disueltas por fuerzas de seguridad antes de llegar a México.

Pero la formación de caravanas y la desesperación por salir reflejan la dura realidad de la vida en los países del triángulo norte de Centroamérica: Guatemala, Honduras y El Salvador.

La desesperación ya era agravada debido a la pandemia y luego llegaron los huracanes. Una encuesta entre los migrantes atendidos por los albergues de Guatemala entre octubre y diciembre reveló que el 90% de los encuestados había abandonado su hogar por razones económicas, según un informe del 12 de febrero del ministerio de migrantes del episcopado guatemalteco y el Consejo Danés para los Refugiados.

La Agencia de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos reportó casi 78,000 detenciones en la frontera suroeste en enero del 2021. Esa cifra fue más del doble que la del año anterior, y los funcionarios estadounidenses lo atribuyen en parte a las dificultades en Centroamérica y a "percepciones incorrectas de los cambios en las políticas de inmigración y seguridad fronteriza".

Esas percepciones están relacionadas con la toma de posesión de un nuevo presidente en Estados Unidos, pero los católicos que trabajan con los migrantes en Centroamérica no creen que ese es el motivo que los impulsa al norte.

Los éxodos masivos producen una ilusión de llegar a Estados Unidos durante este nuevo cambio del presidente Biden, dijo el padre franciscano Gabriel Romero Alamilla, director del refugio para migrantes "La 72" en el sureño estado mexicano de Tabasco, y con esa ilusión se van pensando que se abrirán las puertas de Estados Unidos para todos los migrantes centroamericanos.

"La gente ya no tiene miedo a contagiarse (con COVID-19), no tienen miedo a morir de una pandemia, escogen entre morir de hambre o morir sin trabajo, morir sin tierra, o ser masacrados o buscar el destino con un futuro a una esperanza mejor", dijo el padre Romero.

Rick Jones, ex asesor de migración de Catholic Relief Services en El Salvador, le dijo a Catholic News Service: "La gente se va en función de lo que ocurre sobre el terreno y se imagina: Nos enfrentaremos a la frontera y a cualquier otra cosa cuando lleguemos".

Y añadió: "El estado de excepción que se creó bajo el COVID también ha provocado una gran corrupción en los tres países: El Salvador, Honduras y Guatemala. Los tres gobiernos han sido acusados de corrupción en las grandes ligas. La gente simplemente se desespera en ese punto".

Biden ha prometido revisar la política de inmigración de Estados Unidos. Ha firmado una serie de órdenes ejecutivas sobre inmigración y ha comenzado a deshacer las políticas implementadas por su predecesor, Donald Trump. Su administración también ha advertido a los migrantes que ahora no es el momento de venir a Estados Unidos.

"Es decir, hay signos positivos pero creo yo que a nosotros nos toca tener un optimismo con cautela", dijo el padre jesuita Ismael Moreno, director de Radio Progreso en Honduras. "Creo yo que la gran oportunidad que tenemos con la nueva administración de Estados Unidos es que se abran espacios de diálogos que antes no los teníamos".

Los gobiernos de la región --especialmente en Guatemala y Honduras-- han desmantelado los esfuerzos anticorrupción previamente respaldados por Estados Unidos, y han aceptado de buena gana las iniciativas para frenar la inmigración y firmar acuerdos de países seguros recientemente abandonados por Biden.

El gobierno de Trump "cortó la ayuda extranjera a Centroamérica, quitaron el apoyo al esfuerzo anticorrupción... que realmente estaba funcionando, y eso envió un mensaje a la gente: La ayuda no está en camino y tu única opción es irte", dijo Jones.

"Tenemos que pensar que el desarrollo y la migración van de la mano. No se trata sólo de detener el flujo de personas", dijo.