Paulo Agostinho Matica es un joven catequista de la parroquia San Benito, ubicada en la ciudad de Palma (Mozambique), que arriesgó su vida durante un ataque terrorista a su población para salvar los libros de registro de la iglesia local, considerados un “tesoro” porque resguardan la memoria histórica de la comunidad católica.
En una reciente nota, Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) relató que el 24 de marzo de este año, un grupo de terroristas atacó Palma, provincia de Cabo Delgado (Mozambique), y tomaron el control de la ciudad de 50 mil habitantes, dejando decenas de muertos.
El 29 del mismo mes, el grupo yihadista del Estado Islámico (ISIS) reivindicó el ataque y dejó una masacre sin precedentes, con personas decapitadas y cuerpos mutilados. Luego de 11 días del ataque, el 4 de abril, Domingo de Resurrección, las fuerzas armadas del país realizaron con éxito un ataque al grupo islámico recuperando el control de la ciudad.
En declaraciones a la fundación ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), Paulo relató que estaba trabajando en la parroquia cuando ocurrió el ataque.
“El día de los ataques yo estaba en la parroquia trabajando. Estaba dentro, en la casa del sacerdote, serían las dos de la tarde. Los insurgentes de Al Shabaab llegaron y atacaron la parroquia de Palma”, dijo.
La fundación dijo que “desde el momento en que se escucharon los primeros disparos y las primeras detonaciones de bombas”, Paulo se propuso salvar los libros que resguardan la memoria histórica de la comunidad católica de la ciudad, pues contienen los registros matrimoniales y los nombres de los católicos bautizados y confirmados.
Paulo guardó el libro y en medio de personas huyendo y ante los constantes disparos y explosiones, permaneció escondido en la casa parroquial durante los dos primeros días de la toma de la ciudad de Palma.
Al tercer día, el valiente catequista decidió arriesgarse, abandonó su refugio y partió a casa de un amigo, desde donde viajó a Quitunda, una pequeña aldea ubicada en las afueras de Palma, que está vinculada a un megaproyecto de exploración de gas.
La fundación señaló que “toda la región era un escenario de guerra” y de “caos y miedo”. Explicó que los terroristas que decían “pertenecer a Daesh” (ISIS), estaban realizando uno de los peores ataques en la provincia, y que “circulaban noticias de que Palma había personas asesinadas y decapitadas, con cientos de personas huyendo”.
Posteriormente, Paulo viajó y llegó a Senga en la víspera del Domingo de Ramos, donde “se encontró con una pequeña comunidad cristiana”. La fundación explicó que en Cabo Delgado es común que los catequistas celebren la Liturgia de la Palabra cuando no hay sacerdotes, y que los cristianos de Senga vivieron así el Domingo de Ramos.
Paulo relató que en medio de ese contexto de violencia habían personas confundidas sin saber qué hacer ni hacia dónde huir, entre ellos algunos cristianos, que al enterarse que era catequista le pidieron ayuda para orar. “Me dijeron: ‘Queremos rezar’. Así que fui a la iglesia y rezamos”, dijo.
Como necesitaba encontrar un lugar más seguro para no perder los preciados libros parroquiales, el joven catequista viajó a Mwagaza, otro pueblo cercano donde tiene algunos parientes, y se quedó hasta el 11 de abril.
Luego, tras enterarse que el ataque terrorista en Palma había terminado, Paulo decidió arriesgarse y regresó a la parroquia “para ver cómo estaba”. Cuando llegó, se “entristeció profundamente”, pues la iglesia estaba saqueada, con la puerta rota y otros rastros de destrucción por todas partes.
“Los terroristas habían prendido fuego a muchas cosas, a las imágenes, a algunos bancos, a los altavoces, incluso unas ventanas nuevas que iban a sustituir las viejas”, señaló ACN. Además, dijo que los terroristas se llevaron unos 400 euros, monto que guardaban para cubrir los gastos de la parroquia, un televisor plasma y la moto.
Luego de dos meses y once días después del ataque, Paulo viajó a la ciudad capital de Cabo Delgado, para participar en la ceremonia de entrega de los libros parroquiales al Administrador Apostólico de la Diócesis de Pemba, Mons. Antonio Juliasse.
Según ACN, el Prelado elogió la valentía y determinación de Paulo. “Ya sabía de la dedicación de este animador nuestro de la parroquia de San Benito de Palma, pero me produce una gran admiración que se haya preocupado por salvar los libros de registro de la parroquia”, dijo.
Destacó que el catequista arriesgó su propia vida para salvar estos libros “en un momento difícil de ataques, tiroteos, muertes y huidas”. “En medio del sufrimiento está este testimonio de amor a la Iglesia de Dios, una Iglesia que Paulo ama y cuida”, señaló.
Para la fundación pontificia, los documentos que salvó Paulo “son más que simples libros”, pues “en esas páginas manuscritas están los recuerdos de la comunidad cristiana”.
Sin la valentía de Paulo, los libros “habrían servido para alimentar la hoguera del odio que los terroristas encendieron en el suelo de la iglesia”. Gracias al testimonio de un catequista, “ahora son parte del legado histórico de la diócesis”, concluyó.