ROMA - El arzobispo de San Juan (Argentina), Jorge Lozano, no parece una de las personas más influyentes de la Iglesia católica: Su cruz pectoral es de madera, hecha a mano para él por un preso. La "cadena" es de yute en lugar de un metal precioso.
Sin embargo, el antiguo obispo auxiliar del entonces cardenal Jorge Bergoglio -ahora más conocido como el papa Francisco- en Buenos Aires, es el secretario general de la conferencia de obispos de América Latina y el Caribe (CELAM).
También es uno de los organizadores de la próxima Asamblea Eclesial que tendrá lugar en Ciudad de México en noviembre, con la participación de 200 obispos, 200 sacerdotes y diáconos, 200 religiosos y religiosas y 400 laicos.
El objetivo del proceso de la asamblea es preparar a la Iglesia latinoamericana para dos grandes aniversarios: 2031, los 500 años de la aparición de la Virgen de Guadalupe, y 2033, el segundo milenio de la muerte y resurrección de Cristo.
Actualmente en Roma, también participó el pasado fin de semana en la apertura de la consulta sinodal de cara al Sínodo de los Obispos de 2023. Lozano habló con Crux sobre las diferencias entre la asamblea latinoamericana y el Sínodo, así como lo que espera que ambos procesos logren.
¿Cómo vivió el primer día del Sínodo?
Con intensidad. Con la presidencia del CELAM estamos hace varios días, por lo que, en mi esquema, no fue el primer día porque todas las otras visitas que hicimos tuvieron que ver con el proceso sinodal. Y culminamos con un encuentro con el papa. El cardenal Leopoldo Brenes no pudo estar porque acaba de tener COVID-19 y se está recuperando. Fue una audiencia verdaderamente muy buena.
¿Por qué?
Es la primera vez que estoy con el desde que soy secretario del CELAM, y le entregamos informes de los procesos que esta haciendo el CELAM, con un camino de renovación y restructuración, que tiene que ver con una cuestión organizativa, pero también de adecuarnos a este momento particular de la vida de la Iglesia. Le entregamos también una versión de estatutos nuevos, que presentamos también en la Santa Sede, que aún puede hacer modificaciones, y también le dimos una publicación que hicimos de uso interno con el resultado del primer tiempo de escucha, el proceso que hicimos desde marzo hasta fin de agosto. Es un material “en bruto,” que no fue analizado ni discernido ni organizado, sino que es tal cual lo que la gente dijo.
¿Cuánta gente habló?
Entre 65 y 70,000 personas, en distintos espacios, algunos también de manera individual, porque estaba la alternativa en la plataforma. Y después hubo alrededor de 15,000 personas que lo hicieron a partir de unos 50 foros temáticos, que traban desde cosas diarias de la vida de la iglesia a cuestiones sociales y ambientales.
De cara a noviembre, cuando se va a dar el encuentro en Ciudad de México, ¿cómo se están preparando?
En estas semanas estamos analizando el material en bruto, porque estamos preparando lo que se llama el “documento para el discernimiento,” que es ir recogiendo lo que la gente aportó para preparar, para fin de octubre, un texto con algunas preguntas que podamos entregar a los poco mas de 100 asambleístas, para trabajar sobre eso del 21 al 28 de noviembre.
¿Cuál es la importancia de la Asamblea Eclesial?
Hasta ahora, la tradición de América Latina, ya desde los comienzos de la evangelización, hemos tenido muchos sínodos y concilios provinciales. Ya mas reciente, desde la década de 1950, ha habido cinco conferencias generales del episcopado, reuniendo a representantes de los obispos de cada país cada 10 o 12 años, y hacer un discernimiento en torno a la situación de la realidad. La última fue en Aparecida, en 2007. En una asamblea de los presidentes y vice presidentes de cada una de las 22 conferencias que conforman el CELAM en 2019, surgió algo mandato de que la nueva presidencia, le solicitara al papa la posibilidad de convocar a una sexta conferencia general. Cuando en septiembre de ese año le hacen el pedido, el dice que no, que aún queda mucho por recuperar de Aparecida.
El nos recomienda armar un encuentro de todo el pueblo de Dios, para profundizar, evaluar, ver qué se hizo y qué queda pendiente. Nos dio libertad con el formato, pero insistió en que no fuera solo de obispos. Y decidimos por el formato de asamblea, porque un encuentro aunque muy positivo, en general empieza y termina, pero no desarrolla procesos. No queríamos tampoco algo académico, con conferencias sobre Aparecida. Al papa se le presentó entonces esta idea, la aprobó, y en noviembre de 2020, conversamos la metodología, y el papa dio inicio a este proceso el 24 de enero, convocando a esta asamblea eclesial que tiene varias fases.
La primera fase fue de escucha, la fase actual es de escucha, en noviembre, con 1000 delegados del continente, incluidos asambleístas de las comunidades latinas de Estados Unidos y Canadá. La asamblea va a entregar algunas propuestas respecto a los desafíos y propuestas pastorales. Con el CELAM, vamos a discernir estas propuestas y hacer una devolución, para tener opciones pastorales que nos acompañen hasta el 2031, que se cumplen los 500 años desde las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Diego, y el 2033, cuando se cumplen los 2000 años de la redención.
¿Qué les diría a las personas que piensan que su voz no cuenta ni en el sínodo ni en la asamblea, porque están desilusionados?
Yo más que decir, haría, porque el que esta desilusionado no se motiva con palabras, sino con hechos. Si la asamblea logra recoger los aportes del pueblo de Dios, con un documento para el discernimiento. Son mil los asambleístas, no 40 personas. Y estos 1000 van a dar cuenta del proceso de la asamblea, y van a poder dar testimonio de haber sido escuchados y sentirse representados en las orientaciones.
Cuando veo situaciones de escepticismo, yo lo entiendo, porque es parte del camino de la vida, y cuando tiene heridas, no quiere lastimarse de nuevo, y cuesta volver a confiar. El modo es hacer lo que corresponde, mas que hablar.
¿Quiénes son estos 1000 asambleístas?
Habrá 200 obispos, 200 sacerdotes y diáconos, 200 religiosos y religiosas, y 400 laicos. Entre los laicos, de diversas edades y dedicaciones, y buscamos que fuesen parte también las voces que no siempre son reconocidas, como quienes están en la cárcel, quienes están en comunidades de recuperación de adicción, los que trabajan con personas en situación de calle, en pastoral afro. Queremos recoger el parecer de los que forman parte de la estructura orgánica habitual de la vida de la Iglesia, sino también de estas personas que son bautizadas y que responden a ese llamado del papa de centrar nuestra atención en las periferias, tanto geográficas como existenciales.
¿Cómo se entienden el proceso de la asamblea de América Latina, y el Sínodo de la Iglesia universal?
La Asamblea Eclesial no es un sínodo Latinoamericano, y el sínodo universal no es una asamblea. El Sínodo es de obispos, y quiere analizar una cuestión relacionada a la iglesia universal respecto de una iglesia sinodal en comunión, participación y misión, con una riqueza y potencial enorme. Pero no está buscando poner a la Iglesia de cara al 2031.
Canónicamente, ¿la asamblea es una novedad?
Sí. Significa que las diócesis o en este caso a nivel continental, estamos buscando definir algunos desafíos y respuestas pastorales para la vida eclesial propia. Es un ejercicio concreto de sinodalidad, por eso es tan importante para nosotros entender los dos procesos como procesos simultáneos, parte de un mismo espíritu sinodal, pero de naturaleza diversa. Esa simultaneidad pasa también en la vida.