En la tradicional ceremonia del Te Deum celebrada el 25 de mayo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, el arzobispo Gustavo García Cuerva ofreció una homilía centrada en la necesidad de unidad y reconciliación en Argentina. Al evento asistieron el presidente Javier Milei, ministros del gabinete y otras autoridades nacionales.

El arzobispo García Cuerva destacó la importancia de enfrentar las "tormentas de la intolerancia" que dividen al país. "Son las tormentas de la intolerancia, de sentirnos dueños de la verdad, los oportunismos políticos, los mensajes de desesperanza y pánico", afirmó. Instó a los argentinos a evitar "un vendaval de conflictos y enfrentamientos" y a buscar la reconciliación y la paz.

En su discurso, el arzobispo también reflexionó sobre el concepto de libertad, citando al Papa Francisco: "La verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor." García Cuerva enfatizó que una visión individualista de la libertad, que termina donde empieza la del otro, carece de la necesaria relación y vínculo entre las personas. Un tema ríspido, ante un presidente libertario.

La reflexión del primado argentino se fundamentó en el significado de agradecer a Dios que tiene el canto del tedeum y recordando lo que el Papa Francisco dijo hace algunos días a sus compatriotas.

“Que la grieta se termine, no con silencios y complicidades, sino mirándonos a los ojos, reconociendo errores y erradicando la exclusión”, citó al pontífice y subrayó que “invitaba también al mundo a una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica”.

“Para eso, y entre otras cosas, deberemos desterrar la conocida doble vara que no nos permite ser ecuánimes, porque nos expresamos desde el prisma partidista que nos empaña, nos obnubila y nos hace injustos, y terminamos defendiendo lo indefendible”, planteó.

Monseñor García Cuerva sostuvo que “no es lo mismo unirse que confabular, no es lo mismo fraternizar y forjar la cultura del encuentro que ser cómplices del mal con el sólo ánimo de destruir al otro, de pensar estrategias para que al otro le vaya mal, creyendo que ‘cuanto peor, mejor’”.

“Eso nos destruye a todos y carcome los cimientos de la Patria, es como un sismo que no nos permite nunca ponernos de pie. El pasado nos enseña que todo lo que amamos se puede destruir en base a la instrumentalización y el odio, ya que priva al cuerpo social de las defensas naturales contra la desintegración y la fragmentación social: rédito instantáneo para los saqueadores de turno e incapacidad presente para pensarnos como Nación”, advirtió.

El primado argentino aseguró que “hay pocas cosas que corrompen y socaban más a un pueblo que el hábito de odiar” y recordó que “el evangelio no relata cómo continúa la vida del hombre sanado por Jesús. Pero podemos imaginarlo: su alegría habrá sido grande; su esperanza, renovada; su acción de gracias, profunda y continua. Habrá salido del templo y compartido con todo el pueblo la dicha de haber sido curado”.

“Desde este momento y hasta el tedeum del año próximo queremos comprometernos delante de Dios a generar todas las acciones de gobierno y políticas públicas necesarias para que la acción de gracias de hoy no quede encerrada en la catedral y congelada en este día, sino que continúe en las calles y en la vida de todos los argentinos que se descubren sanados en su dignidad, dignificados en su trabajo, esperanzados en el futuro de sus hijos y nietos, hermanados en la tan ansiada unidad nacional, reconstruyendo la Patria, nuestra Argentina que tanto amamos y, a la vez, tanto nos duele”, concluyó.

El arzobispo concluyó su mensaje subrayando el llamado a la responsabilidad social y política: "Un Dios que, libres, nos impulsa a comprometernos especialmente con los que más sufren." Este llamado a la acción y a la empatía resonó con fuerza entre los asistentes.

El Te Deum en la historia reciente argentina

El Te Deum del 25 de mayo ha sido escenario de varios momentos de tensión entre la Iglesia Católica y los distintos gobiernos nacionales en Argentina. Uno de los episodios más recordados es el distanciamiento entre el difunto presidente Néstor Kirchner y el entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, ahora Papa Francisco. En 2004, Bergoglio criticó duramente la corrupción y la violencia en su homilía, lo que llevó a Kirchner y su esposa, la quien después fuera presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a dejar de asistir al Te Deum en la Catedral Metropolitana, optando por celebrarlo en otras provincias.

Durante toda la década kirchnerista, las punzantes palabras del entonces arzobispo de Buenos Aires fueron interpretadas por Kirchner, quien definió a Bergoglio ccomo "jefe de la oposición", como admonición y reproche. Es imposible no ver en algunos tramos de estos mensajes alusiones directas a Kirchner y, más tarde, de su esposa: "La intemperancia y la violencia son inmediatistas, coyunturales, porque nacen de la inseguridad en sí mismo"; "la reivindicación rencorosa es cáscara de almas que llenan su vacío triste"; la referencia a quien, "como no se soporta a sí mismo necesita atemorizar a los demás, y llena de palabras contradicentes lo que los hechos evidencian"; y la crítica al "hábito de polarizar y excluir" y a las "pretensiones voraces de poder, la imposición de lo propio como absoluto y la denostación del que opina diferente". Todo ello sumado a la invocación a renunciar "a la mezquindad y el resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin".

Cuando los cardenales eligen a Bergoglio como sucesor de Pedro en el cónclave de 2013, Fernández de Kirchner se acercó el pontífice, quien la recibió en numerosas oportunidades durante su presidencia, luego de lo cual, se negó a recibirla en numerosas oportunidades.

Durante la presidencia de Mauricio Macri, la relación con la Iglesia fue más cordial. Macri asistió al Te Deum en varias ocasiones, y aunque hubo críticas de la Iglesia hacia algunas políticas gubernamentales, el tono fue generalmente más conciliador, aunque siempre crítico, reflejo de la situación históricamente apremiante de la Argentina.

En la administración de Alberto Fernández, las tensiones resurgieron, especialmente en torno a temas como el aborto y la pobreza. La Iglesia, bajo el liderazgo del Papa Francisco, continuó su labor de defensa de los más vulnerables, a menudo en desacuerdo con las políticas del gobierno de Fernández.

Estas tensiones históricas subrayan la complejidad de la relación entre el Estado y la Iglesia en Argentina, reflejando un diálogo continuo y, a veces, conflictivo sobre los valores y las políticas que mejor sirven al país​​​​​​​​​​.