Después de la entrada en vigor de la Ley de la Eutanasia, Mons. José Ángel Sáiz Meneses, Arzobispo de Sevilla (España), manifestó su rechazo a “la legalización de cualquier acción que tenga como finalidad acabar con la vida de una persona” y “recordó que la Iglesia apuesta por la implantación de las necesarias Unidades de Cuidados Paliativos”.
En una carta publicada el pasado 25 de junio, día en que entraba en vigor la ley de la eutanasia en España, Mons. Sáiz Meneses invitó a realizar la Declaración de Voluntad Vital Anticipada, “para evitar que alguien ajeno tome decisiones sobre el valor de su vida”.
La Declaración de Voluntad Vital Anticipada también es conocida como testamento vital. Según precisa la Conferencia Episcopal Española, se trata de una expresión escrita de la voluntad de un paciente sobre los tratamientos médicos que desea recibir, o no está dispuesto a aceptar, en la fase final de su vida.
El testamento vital también especifica que se administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos, pero que no se aplique la eutanasia. Además se solicita una atención espiritual. Es muy importante que esté inscrito en el registro de voluntades para que tenga valor jurídico.
El Arzobispo de Sevilla recordó que “la Iglesia pone especial acento en el acompañamiento de la persona enferma y sufriente, y reconoce que si toda enfermedad no es curable, toda persona sí es cuidable”.
Por eso destacó que “los Cuidados Paliativos ofrecen una atención integral de la persona, abordando las necesidades físicas, psicológicas, sociales y espirituales”, una atención plena que incluye también la atención y el acompañamiento a sus familiares y que tiene como fin “evitar el sufrimiento evitable y dar sentido a aquel sufrimiento que no se puede evitar”.
En ese sentido, Mons. Meneses recordó que “es importante clarificar que existen cuidados que no interfieren en el discurrir natural de la evolución de la enfermedad, como la sedación paliativa, la adecuación de las medidas diagnósticas y terapéuticas y los tratamientos para el dolor” y aseguró que “ninguna de estas medidas es equiparable con la eutanasia, cuyo fin es acabar con la vida”.
Además aseguró que “la Iglesia es consciente de la dificultad que entraña el acompañamiento a la persona que sufre y su asistencia al final de la vida, pero a su vez considera que es necesario humanizar y acompañar esos momentos, teniendo a Jesucristo como modelo de acompañante que da sentido a toda la existencia”.