KINSHASA, Congo -- Ladislas colocó un machete debajo del crucifijo. Bijoux colocó allí una estera de mimbre. Y Emelda dejó caer un uniforme militar.
Los tres junto con otras víctimas de la violencia en el este del Congo le contaron al Papa Francisco historias horripilantes de ser testigos de cómo masacraban a sus familias o cómo eran secuestrados o violados repetidamente por miembros de una milicia.
El Papa Francisco había planeado ir a Goma, en la provincia de Kivu del Norte, devastada por la violencia, pero el aumento de los combates lo obligó a cancelar esa parte del viaje para proteger a las multitudes que se reunirían para verlo.
En lugar de la visita a Goma, el papa invitó a unas 40 víctimas de la violencia en el Este a la nunciatura apostólica en Kinshasa el 1 de febrero.
Ladislas Kambale Kombi, de 16 años, dijo que vio cómo despedazaban a su padre con un machete y cómo secuestraban a su madre, dejándolo solo con sus dos hermanas pequeñas. "Mamá no ha vuelto. No sabemos qué hicieron con ella".
Léonie Matumaini, estudiante de escuela primaria, dijo que vio a miembros de la milicia apuñalar a su familia; luego, dijo, le dieron el cuchillo y la retaron a que lo llevara al ejército.
Kambale Kakombi Fiston, de 13 años, fue secuestrado y retenido durante nueve meses. Le pidió al papa que rezara por los niños que siguen cautivos en el bosque.
Bijoux Mukumbi Kamala, sosteniendo a un niño pequeño y con otro atado a la espalda, se paró frente al papa mientras una amiga leía su testimonio porque no habla francés. La joven de 17 años dijo que su "Calvario" comenzó en 2020 cuando los rebeldes la secuestraron.
"El comandante me eligió. Me violó como a un animal. Fue un sufrimiento atroz", escribió Bijoux. "Me violaba varias veces al día, cuando quería, durante horas. Esto duró 19 meses, un año y siete meses".
Cuando ella y otra joven escaparon, ella estaba embarazada. "Tengo dos hijas gemelas que nunca conocerán a su padre".
El Padre Guy-Robert Mandro Deholo leyó un testimonio preparado para la reunión por Désiré Dhetsina "antes de que desapareciera sin dejar rastro hace un par de meses".
Había sobrevivido el ataque de rebeldes del 1 de febrero de 2022 en el campo de desplazados de Plaine Savo cerca de Bule y, escribió, había visto "el salvajismo: gente cortada como carne de carnicero, mujeres destripadas, hombres decapitados".
Las mutilaciones son comunes, dijo el Padre Mandro Deholo al papa, levantando su mano izquierda, a la que le falta un dedo. Mientras hablaba, dos mujeres en la audiencia levantaron los brazos: a una le faltaba una mano, a la otra le faltaban ambas. El sacerdote acompañó a las dos mujeres hasta el papa, quien tocó sus muñones mutilados y puso sus manos sobre sus cabezas en señal de bendición.
En su nombre, el sacerdote colocó un hacha al pie del crucifijo colocado cerca del papa.
Emelda M'karhungulu también hizo que un amigo leyera su testimonio sobre lo que comenzó un viernes por la noche en 2005 cuando fue secuestrada por hombres armados y "mantenida como esclava sexual y abusada durante tres meses".
"Nos hicieron comer harina de maíz y la carne de los hombres que mataron", dijo. Los que se negaron fueron asesinados y alimentados a otros rehenes.
Y, agregó, "nos mantuvieron desnudos para que no huyéramos".
"Ponemos bajo la cruz de Cristo las ropas de los hombres armados que aún nos atemorizan por los innumerables actos de violencia atroces e indecibles que continúan hasta el día de hoy", dijo. "Queremos un futuro diferente. Queremos dejar atrás este pasado oscuro y poder construir un futuro hermoso. Exigimos justicia y paz".
Los testimonios, dijo el Papa Francisco, dejan sin palabras a los que los oyen. "Solo podemos llorar en silencio".
Pero sí uso este encuentro para expresar su cercanía a todas las personas decepcionadas por no haber viajado a Goma y, en especial, para "condenar la violencia armada, las masacres, las violaciones, los destrozos y los saqueos" que siguen sembrando el terror en la vida del pueblo del Congo.
"Pongan de lado sus armas, pongan fin a la guerra. Basta", dijo a los responsables.
En un país donde la violencia sexual es un arma común de guerra, el Papa Francisco ofreció palabras especiales de consuelo a mujeres y niñas y fuertes advertencias a quienes las atacan.
"Rezo para que las mujeres, todas las mujeres, sean respetadas, protegidas y estimadas", dijo. "La violencia contra las mujeres y las madres es violencia contra el mismo Dios, que de una mujer, de una madre, asumió nuestra condición humana".
Más tarde, el papa dio la bienvenida a la nunciatura a representantes de seis programas caritativos católicos que trabajan en el país, incluidos los programas del Movimiento de los Focolares y de la Comunidad de Sant'Egidio.
El testimonio de ayudar a los demás sin esperar nada a cambio y de trabajar con ellos para identificar necesidades reales y soluciones duraderas es algo que la nación necesita, dijo el papa.
"Aquellos que son prósperos, especialmente si son cristianos, tienen el desafío de compartir lo que tienen con aquellos que carecen de las necesidades básicas", dijo el papa. "Esto no es una cuestión de benevolencia, sino de justicia. No es filantropía, sino fe. Porque, como dice la Escritura, 'la fe sin obras es muerta'".