ROMA -- Jesús nunca abandona a nadie; ha venido a salvar, servir y acompañar a todos, dijo el Papa Francisco a jóvenes reclusos.

"Si escucháramos estas (lecciones) de Jesús, la vida sería tan hermosa porque nos apresuraríamos a ayudarnos los unos a los otros, en vez de como nos enseñan los listos a engañarnos los unos a los otros, a aprovecharnos los unos de los otros", dijo en su homilía durante la Misa en la prisión para menores Casal del Marmo de Roma.

Ayudar a los demás y echar una mano son "gestos humanos, universales, pero que salen de un corazón noble. Y Jesús hoy con esta celebración quiere enseñarnos esta nobleza del corazón", dijo durante la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo, el 6 de abril.

Menos de una semana después que le dieran de alta en el hospital, donde se encontraba por una infección respiratoria, el Papa Francisco presidió la Misa y lavó los pies a 12 jóvenes de diferentes nacionalidades, etnias y religiones, entre ellos un musulmán y dos mujeres, que están alojados en el centro de detención de menores.

Entró y salió de la capilla en silla de ruedas y el maestro de ceremonias litúrgicas del Papa, monseñor Diego Giovanni Ravelli, fue el celebrante principal en el altar.

Sin embargo, durante el rito del lavatorio de los pies, el Papa se puso de pie y se desplazó ante los 12 reclusos que estaban sentados en una plataforma elevada, como otros años, por lo que el Papa no tuvo que arrodillarse ni agacharse para lavar, secar y besar suavemente cada pie.

La ceremonia de lavar los pies a otra persona "no es una cosa folclórica", dijo al explicar el ritual. Es un gesto que muestra "cómo debemos ser unos con otros".

El Papa habló de la preocupación o el miedo a no ser dignos de tal gesto, ya que "cada uno de nosotros puede decir: 'Pero si el Papa supiera las cosas que tengo dentro de mí...'. Pero Jesús las sabe, y nos quiere como somos, y nos lava los pies a cada uno de nosotros".

"Jesús nunca se asusta de nuestras debilidades, nunca se asusta porque ya ha pagado (por nuestros pecados)", dijo el Papa Francisco. "Él sólo quiere acompañarnos, quiere llevarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros".

Es duro ver a tanta gente en el mundo aprovechándose de los demás, ver cuánta gente está atrapada en una situación sin salida, ver tantas injusticias y familias rotas, dijo.

Si alguien ha evitado graves dificultades, no es porque sea mejor que los demás, dijo, "es por la gracia de Dios".

"Cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certeza de que todos podemos tropezarnos es lo que nos da la 'dignidad' -- escuchen esta palabra -- la 'dignidad' de ser pecadores", dijo el Papa a los reclusos. "Y Jesús nos quiere así y por eso quiso lavarnos los pies y decirnos: 'He venido a salvarlos, a servirlos".

Celebrada en la pequeña capilla de la prisión, la Misa fue la segunda de las dos liturgias de Jueves Santo que presidió el papa, siendo la primera una Misa crismal matutina en la Basílica de San Pedro.

La prisión de menores de Casal del Marmo fue el mismo centro que visitó el Papa hace 10 años, sólo 15 días después de su elección, cuando rompió con la tradición papal de Semana Santa de celebrar la Misa vespertina en una basílica de Roma. La prisión alberga a reclusos de entre 15 y 25 años, aunque todos eran menores en el momento de su condena.

Desde que es Papa, ha elegido otras prisiones y lugares diferentes para el ritual, como un centro de rehabilitación para personas con discapacidades físicas graves y un centro para inmigrantes y refugiados.

Después de la Misa, el Papa bendijo una placa para la capilla dedicada al Beato Pino Puglisi, sacerdote antimafia de Palermo, Sicilia, asesinado en 1993.

El Papa saludó a varios jóvenes reclusos que también le entregaron varios regalos hechos en la cárcel: una cruz de madera, galletas y pasta. El Papa también distribuyó rosarios y huevos de chocolate a algunas de las casi 100 personas que asistieron a la Misa, entre reclusos, funcionarios de prisiones y personal penitenciario.